El duelo y sus ritos: del trabajo del duelo a la función del duelo

Susana Lentino, APA

En todos los tiempos de la humanidad se han practicado ritos y ceremonias alrededor de la muerte.

La muerte como realidad ineludible, se interpreta, se ritualiza y se representa de múltiples formas según las diferentes culturas.

En el Méjico moderno el rito de los muertos es ya una tradición. Todo visitante que llegue alrededor del 2 de noviembre queda impactado por esta festividad que no tiene paralelo alguno en América Latina y que abarca a todas las clases sociales. Ese día dan de comer a sus hijos calaveras hechas de azúcar y chocolate donde figuran escritos los nombres de los muertos de la familia. En los colegios los niños llevan ataúdes hechos con cajas de zapatos con sus propios nombres. Hacen concursos de producción de calaveras y se representan obras de teatro, también rimas con la muerte, burlándose de ella con apodos tales como: Calaca, Parka, La Huesuda. Hay procesiones en todo el país, donde se hacen ofrendas, altares majestuosos, esqueletos de dulce y el pan de muerto que lleva grabada una cruz en el medio como decoración.

El principio básico es la concepción de que todos los muertos visitan las casas de los vivos para participar en la fiesta para ellos, por eso es indispensable la presencia de bebidas y comidas. Se juntan en el atrio de la iglesia y al sonar de las campanas se dirigen a los sepulcros. Llevan mariachis, guirnaldas, hacen desfiles. Hay una gran producción artística en todo el país.

Este rito conduce al hecho mediante el cual el hombre se somete a la divinidad. La Parka es la que viene a buscarlos después de la muerte.

En el Méjico actual sigue vigente la muerte como dulce compañera y como inexorable enemiga que hace que le teman y entren en angustia ante la vida, por eso juegan, la ridiculizan y se burlan de ella. Pero también representa la conciencia de estar expuestos y con insuficientes medios de defensa a una vida llena de peligros, llena de esencias demoníacas, ante una vida deseante (Paul Westheim: «La Calavera», lecturas mejicanas número 91, Editorial 1953, Méjico 1985).

El antiguo Egipto también tenía sus ritos funerarios pero éstos eran reservados para faraones y clases altas. El rito sagrado era la momificación, proceso que duraba 70 días y comenzaba un par de días después de la muerte de la persona. El cuerpo se llevaba hasta los embalsamadores, quienes trabajaban a orillas del Nilo ya que el proceso demandaba la utilización de mucha agua. Llevaban una máscara de chacal que representaba al dios Anubis. Creían en la vida después de la muerte y Anubis, dios de la muerte era el que daba la bienvenida en ese pasaje. Osiris presidia el tribunal del juicio de los difuntos con una balanza para pesar los hechos de su vida y permitir la entrada.

En el proceso de momificación primero se lavaba el cuerpo y se lo colocaba sobre una mesa con forma de león y a su alrededor había otras más pequeñas donde depositaban los elementos necesarios y los órganos del fallecido. Comenzaban por el cerebro, luego el estómago, los intestinos y el hígado. Cada uno era envuelto en hojas de lino e introducidos en cuatro vasijas llamados vasos canopes, que luego se introducían en una caja de madera que, durante el cortejo fúnebre era transportada en un trineo. Cada uno representaba una divinidad denominados «los hijos de Horus». El corazón era el único órgano que se dejaba en el interior del cuerpo ya que éste albergaba los sentimientos, la conciencia y lo más importante la vida. Luego se cubría el cuerpo con un natrón, una sal que disecaba el cuerpo, deshidratándolo para evitar su descomposición. Se dejaba 35 ó 40 días, luego se retiraba la sal y se rellenaba el cuerpo con lino extraído del Nilo y especies. Si la persona era importante se cerraba con lino, si era el faraón se le colocaba una chapa de oro. Luego el cuerpo era nuevamente lavado con aguas del Nilo, jugos de aceites y bálsamos aromatizadores. Se vendaban con lino, donde también estaban escritos textos del Libro de los Muertos. Mientras duraba el rito se pronunciaban hechizos de protección para la otra vida. También se colocaba un escarabajo alado y la imagen de los hijos de Horus. Luego se introducía en el sarcófago y se le entregaba a la familia.

Los faraones encargaban desde su asunción la construcción de su panteón, monumento que sería su última sede. Para los egipcios era importante continuar el disfrute de la vida aún después de la muerte. Creían en la inmortalidad y la muerte se veneraba envuelta en un halo de misterio y respeto. No creían en la resurrección pero sí que el cuerpo era el soporte físico para este tránsito hacia la vida eterna. Por eso, mantenerlo incorrupto era un requisito tan importante para ellos.

Freud en el siglo XX, conmocionado por la primera guerra mundial expuso en 1915 por primera vez el tema del duelo:»es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción: la patria, la libertad, un ideal, etc. “Nunca se nos ocurre considerarlo como un estado patológico, ni remitirlo al médico para su tratamiento… juzgamos inoportuno y aún dañino perturbarlo” (S.Freud «Duelo y Melancolía» Tomo XIV Amorrortu editores 1986-página 242). Muestra algunos rasgos en común con la melancolía tales como: cancelación del interés por el mundo, disminución de la capacidad de amar, inhibiciones, pero carece de la autodenigración que sí caracteriza a la melancolía. Lo presenta como un trabajo en dos tiempos: el primer paso consiste en el examen de la realidad que muestra que el objeto amado ya no existe más. La segunda parte es la más dolorosa. Aquí el dolor se muestra en su peor vertiente y es el núcleo del proceso del duelo: quitar la libido del objeto pieza por pieza, que produce un extrañamiento de la realidad, el mundo está pobre y vacío y en la búsqueda de retener al objeto perdido, puede producirse una «psicosis alucinatoria de deseo», así como también percepción del muerto, verlo, escucharlo, soñarlo. Este desasimiento se ejecuta con un gran gasto de tiempo y energía. Se sabe a quién se perdió pero no lo que se perdió en él (página 243). Esto absorbe al yo corriendo el riesgo de producirse una identificación con el objeto perdido. La detención en este segundo proceso favorece la producción de depresión, fenómenos psicosomáticos,actings, accidentes «la sombra del objeto cae sobre el yo». (Freud)

Una salida posible sería para Freud la sustitución,pero sabemos que siempre queda un resto inelaborable e insustituible. Además no es lo mismo la pérdida de los padres que la pérdida de un cónyuge que la pérdida de un hijo.

Para Lacan el duelo es una pérdida verdadera, intolerable para el ser humano que le provoca un agujero en lo real que los ritos tratan de simbolizarlo (Lacan J. seminario 6 «El deseo y su interpretación» 1958-1959 sem. Inédito). Lo intolerable no es la experiencia de la propia muerte que nadie la tiene. No hay inscripción de muerte en el Inconciente. Lo intolerable es la muerte del otro cuando fue para nosotros un ser esencial. Como ya había dicho Freud, qué se perdió en el que se fue, qué parte nuestra se llevó con él. Hacemos duelo por aquel que cavó una falta en nosotros y a quien le hicimos falta. Así el objeto tiene una existencia más absoluta cuando desaparece por eso el sujeto se hunde en un profundo dolor.

Los ritos funerarios tienen esa función de reparación. Si bien hay una esfera íntima y privada también requieren una tramitación pública a nivel de la comunidad.

Para Lacan el duelo tiene una función subjetivante porque se trata en primer lugar de localizar esa falta: ¿Qué fuimos para ese Otro? El duelo pone a prueba la estructura. Es subjetivante si se logra elevar la pérdida a la categoría de falta estructural. Si el sujeto carece de los recursos simbólicos necesarios puede precipitarse al acting o al pasaje al acto. La muerte confronta al deudo en un estado de indefensión (Freud) con todo el vacío de la inexistencia del Otro (Lacan). Ambos proponen algún encuentro con la angustia.

¿Qué pasa en la actualidad frente a los muertos? En nuestro siglo la muerte pasó a estar censurada, prohibida y esto hace difícil elaborar los duelos. Pareciera que la sociedad no tiene tiempo para los duelos. Todo es acelerado. La desaparición de una persona no afecta su continuidad. No conviene mostrar emociones. Los ritos se han suspendidos. La muerte es un trámite. Estamos en la época en que Allouch llama «la muerte seca» (J.Allouch: «La erótica del duelo en los tiempos de la muerte seca» editorial Edelp 1996). Su consecuencia lógica: los duelos detenidos: Un mal exacerbado en occidente. La muerte es un tabú.