Ser hoy madre / padre. Parentalidades contemporáneas

Miguel Alejo Spivacow, APA

Ser hoy madre / padre… ¿Tener un hijo/a? ¿Qué implica hoy en la mente de una persona asumir la crianza de un niño/a que un día será adolescente y a lo largo de muchos años requerirá de sus cuidadores lo mucho que sabemos requiere la crianza de un ser humano? ¿Qué requiere hoy este futuro adulto? Los muchos cambios en la sociedad contemporánea reclaman que una y otra vez tengamos que preguntarnos que constituye una adecuada parentalidad en los tiempos actuales.

No hace falta decirlo, las cosas no son lo que eran. Allá por 1959, la Declaración de los Derechos del Niño aprobada de manera unánime por todos los Estados miembros que entonces formaban las Naciones Unidas, proponía que “…salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre.” Sesenta años después, no es clara la pertinencia de esta frase: sabemos que hay niños que no tienen madre, porque lo que la ley reconoce como sus progenitores son dos varones. También los manuales de psicología nos hablaban en aquellas épocas de las funciones materna y paterna diferenciando el aporte de ambas cabezas de la familia de entonces. Pero hoy sabemos que un niño puede prescindir perfectamente de ambos decanos de la familia tradicional, alcanza con un cuidador que asuma las múltiples tareas que antes asignábamos a mamá y papá, esos seres que ahora no sabemos cómo definir con precisión…

Los cambios arrolladores en la tecnología permiten hoy concebir organismos humanos por fuera del circuito biológico de reproducción. Ya no necesitamos de una mamá ni de un papá ni de dos seres humanos. Nos alcanza con un óvulo y un espermatozoide. Por otra parte, en las sociedades modernas los jóvenes ya no siguen el modelo preponderante en el siglo XX en las familias burguesas tradicionales. Florecen las parentalidades homosexuales (homoparentalidades), el poliamor, las familias monoparentales, los divorcios express… En la sociedad contemporánea la “fábrica de niños” no es más una familia organizada alrededor de una pareja parental heterosexual.

El siglo XXI se presenta rebosante de novedades, a veces atemorizantes. Pero no todo pierde vigencia y, recordemos, un organismo humano es una entidad biológica que requiere de un complejo proceso de aportes y remodelaciones para constituirse en lo que llamamos persona, sujeto o ser humano. Un ser humano, para constituirse como tal, necesita una variedad de nutrientes, materiales y simbólicos, que no los proporciona ni un tubo de ensayo ni un laboratorio de biología molecular. ¿Cómo pensamos hoy la constitución de un ser humano capaz de amar, disfrutar, trabajar, crear, sufrir, integrarse en una cultura, respetar una ley, un sujeto que pueda realizar las múltiples potencialidades que hacen a nuestra condición? Ya no pensamos que se requiera de dos sujetos que lo alberguen, entre los cuales se verifique la polaridad masculino-femenino. Pareciera que alcanza con uno solo que, independientemente de su identidad de género asuma las funciones que antaño le atribuíamos a papá y mamá, que de alguna manera los reemplace. Entonces… ¿cómo pensamos hoy la constitución de un ser humano?

Criar a un niño no fue nunca fácil. Como hijos, todos sabemos en nuestra intimidad de los reproches que hemos formulado a nuestros padres, las disculpas que –a veces tarde– hemos pedido y nos han pedido, los infinitos dimes y diretes que jalonan la relación con nuestros progenitores, y testimonian las dificultades de la crianza. También, si miramos el colectivo más allá de las críticas con que padres e hijos neuróticos suelen martirizarse recíprocamente, en la sociedad se multiplican las adicciones, las impulsividades, las variadas formas de violencia. La crianza de los futuros adultos deja mucho que desear en nuestra cultura.

Tal vez en nuestra disciplina se tardó demasiado en reconocer hasta qué punto la problemática de la parentalidad merece un lugar privilegiado con conceptos y teorizaciones específicas. Recién en la segunda mitad del siglo XX empiezan a aparecer trabajos que destacan que “tener un hijo” no es lo mismo que convertirse en padre o en madre de un sujeto humano, diferenciando nítidamente el suceder biológico de la reproducción del acontecimiento psicológico o subjetivo. Es Serge Lebovici quien introduce el concepto de parentalidad y la propone como “otra cosa que el parentesco biológico: para llegar a ser padre es necesario haber hecho un trabajo previo sobre sí mismo…”, se requieren una serie de reajustes en la personalidad del cuidador/a que implican importantes trabajos subjetivos. En esta dirección, decía Lagache hacia 1961 (p. 199): «Antes de existir como sí mismo, por sí mismo y para sí mismo, todo niño es un polo de esperas, de proyectos, de atributos de los padres. El sistema subjetivo de la pareja parental es un componente trascendente de la estructuración del ser humano y gran parte del problema de la humanización es poder dar cuenta de cómo el sistema parental –con toda su complejidad– pasa a formar parte de la subjetividad del niño».

Ahora bien ¿podríamos aprehender en muchas o pocas palabras los ejes de lo que hoy llamamos parentalidad? Ése es nuestro desafío, pero tal vez, como tantos sucederes de la condición humana, la parentalidad no sea fácilmente aprehensible en un discurso, cualquiera sea su extensión o agudeza, porque como diría Freud, esta faceta de la existencia humana tiene el verdor de la realidad y se resiste al gris de las teorías. No obstante, sin duda, nuestros maestros pueden ayudarnos. Los muchos psicoanalistas que trabajaron en estos terrenos nos dejan una serie de conocimientos que conservan toda su validez pese al alud de cambios tecnológicos, familiares y sociales. La constitución de un sujeto humano, fabricar un niño y no un robot, requiere del sostén del que nos hablaba Winnicott, de la capacidad de ensoñamiento de la que nos habló Bion, de una función de interdicción, constitutiva y pacificadora, como gustaba Lacan de enfatizar, en fin, de muchísimas funciones que trabajaron al respecto Freud, Klein, Bowlby, Ana Freud, Arminda Aberastury, Kohut, Green, Aulagnier, Dolto, Stern y otros. También, digámoslo con claridad, debemos integrar el aporte de muchas otras disciplinas. La parentalidad bien estudiada requiere de la construcción de espacios interdisciplinarios donde los psicoanalistas confluyamos con antropólogos, juristas, sociólogos, médicos, todos aquellos profesionales comprometidos con la atención del niño y de la familia en el seno de una sociedad. La parentalidad es sin duda un desafío para el tercer milenio (La Parentalité, défi pour le troisième millénaire. PUF collection Le fil rouge Paris, 2002).

Intentemos en un párrafo, entonces, al modo de los viejos telegramas, propios de una tecnología en vías de extinción, una enumeración archí esquemática de las cuestiones centrales en la parentalidad y la configuración de las diferentes dimensiones que hacen a la subjetividad humana. Los sujetos humanos no se constituyen en soledad sino en una relación con sus cuidadores. En este campo dinámico y relacional una cuestión central se refiere a los cuidados materiales a los que Freud refería a las pulsiones del Yo y la autoconservación, así como a las variadas formas de estimulación del niño/a y las necesarias maneras de consolidarlo narcisísticamente. En este espacio complejo, los analistas debemos tener presente, cuando nos acercamos terapéuticamente, que, como señala Emilce Dío Bleichmar, no se trata únicamente de detectar cuestiones ocultas, sino también de trabajar funcionamientos que están a la vista, generando dificultades. La sensibilidad parental, un adecuado reconocimiento de las necesidades de apego, una equilibrada regulación de la vida emocional, estimulación afectiva, sensual, sexual, intelectual, capacidad de autonomía y separación, poder funcionar en el mundo exterior, respetar códigos, jugar, balancear equilibradamente las propias necesidades con las de los otros, desarrollar una buena capacidad de socialización, cuidar de sí y de los semejantes, disfrutar de la vida… nos resulta imposible abarcar en una enumeración las infinitas facetas que abarca la parentalidad.

Para terminar, repitamos que criar chicos “suficientemente saludables” nunca fue fácil. Seguramente en psicoanálisis tardamos en darnos cuenta de la importancia de esta tarea relacional y compleja que abarca las múltiples facetas de la condición humana. Pero hoy más que nunca se hace clara su importancia. Los seres humanos no pueden quedar abandonados a la crianza de máquinas o laboratorios y es nuestra tarea pensar y trabajar las tramas intersubjetivas en las que adviene un sujeto capaz de amar, trabajar y disfrutar, relacionarse con otros y respetarlos, ser creativo, autónomo. Un ser humano que, como le escribió Goytisolo a su hija (Palabras para Julia), no llore ciego frente a un muro sino por el contrario, pueda vivir con la alegría de los hombres.