El amor en la contemporaneidad

¿Libres para amar?

Si pensamos en el amor y la sexualidad en nuestra vertiginosa vida contemporánea, una de las primeras asociaciones que vienen a nuestra mente es la diversidad; diversidad en tipos de vínculos, diversidad en el tiempo de duración, en los tipos de encuentro, una mayor libertad y aceptación respecto a la identidad sexual de los individuos. Cambiaron las formas de hacer pareja y aún los modos del amor.

Parejas que se hacen y se deshacen en una contingencia cada vez más visible. Esto produce nuevas leyes y nuevos criterios y lo que está sometido a cambios y fluctuaciones es la modalidad de estructuración de estos lazos, su frecuencia, su importancia y el modo de relación de estos lazos entre sí.

Esta diversidad cultural nos confronta como analistas a extender aún más el debate ideológico acerca del pensamiento institucionalizado sobre la vida amorosa y los interrogantes que nos plantea a los núcleos duros de nuestra teoría sexual y a la clínica actual.

Entonces, en esta modernidad en donde todo es aceleración, hablar sobre el amor, tema tan viejo como la humanidad, quizás porque pensamos que como tantas cosas en este mundo nuevo, va mutando, sin que nos demos cuenta… ¿se preguntarán si ello conlleva algún riesgo?

Y sí, pensamos que sí, ya que muchos hoy lo consideran una rareza, y aunque va tomando nuevas formas, o distintos ropajes, se va banalizando, se va mercantilizando al modo de las sociedades de consumo.

Varios autores han publicado ensayos sobre el tema, tal vez, porque no son fáciles para el amor los tiempos que nos tocan vivir, y no son fáciles porque a diferencia de épocas anteriores, los ataques provienen de varios frentes (como decía Freud en relación a ese pobre yo acosado desde tantos lugares).

Lo más preocupante sería la disolución que se produjo en la articulada unidad, rica y difícil a la vez, entre sexualidad, sentimiento y proyecto de vida, que constituía la especificidad del amor y que nos proporcionaba una cierta ilusión en relación a una existencia compartida.

Desde todos los lugares, pero sobre todo desde la red, la oferta es infinita, ya que podemos encontrar por separado cualquiera de los tres elementos, sin riesgos y al mejor precio.

El amor pasión se convertirá así en el primer principio de nuestras uniones, un suelo frágil, quizás, en este nuevo mundo, pues si la pareja quiere sobrevivir, tendrá que transformarlo en algo más estable, en un amor elegido, construido y elaborado.

En su bellísimo libro, Los barbaros, ensayo sobre la mutación, Alessandro Baricco, dice: “creo que se trata de ser capaces de decidir qué hay, en el mundo antiguo, que queramos llevarnos hasta el mundo nuevo. Qué queremos que se mantenga intacto incluso en la incertidumbre de un viaje oscuro. Los lazos que no queremos romper, las raíces que no queremos perder, las palabras que queremos seguir pronunciando y las ideas que no queremos dejar de pensar. Es un trabajo refinado, un tratamiento… Porque todo lo que se salve, no será de ninguna manera lo que mantuvimos a salvo del tiempo, sino lo que dejamos que mutara, para que se transforme el mismo, en un tiempo nuevo…”

Es quizás Eva Illouz, en su texto Porque duele el amor, quien nos pondrá de lleno en el centro de la cuestión referida al amor.

El problema, dice la autora, reside en la naturaleza de las fuerzas sociales y en las instituciones características de nuestra modernidad, que modelan la forma en que amamos y determinan la elección de pareja. Es para ella importantísimo, entonces, desentrañar el funcionamiento de esas fuerzas, para entender de qué modo organizamos hoy, nuestro deseo.

Se propone demostrar que a causa de las numerosas estrategias que hemos elaborado para afrontar la fragilidad y la naturaleza intercambiable de las relaciones, muchos aspectos de la cultura contemporánea privan al yo de la capacidad de forjar y vivenciar plenamente la experiencia de la pasión, soportando las dudas y incertidumbres que acompañan el proceso amoroso y el apego a otra persona. “El amor ha cambiado de forma en tanto han cambiado los modos en que causa dolor”.

Lo dice al explorar lo que ella llama el capitalismo emocional, que se apropia de los afectos y transforma las emociones en mercancías y en donde las relaciones intimas se definen cada vez más por modelos económicos y políticos de negociación e intercambio.

Sin embargo, el amor, sigue siendo un ideal de nuestra cultura, ya que actúa como un sostén social del yo, por lo cual hace falta que un nueva ética se construya en la esfera de las relaciones amorosas, en tanto dichas relaciones han adquirido una importancia capital para la formación de la dignidad y el valor propio.

Como diría Rimbaud, el amor tiene que ser reinventado. Y como diría Stendhal: “el amor ha sido siempre para mí, el asunto más importante… O mejor dicho, el único”.