Bordeando la apología de la mentira

Por Juan Pinetta, Psicoanalista, miembro adherente de la APA.

Bajo la perspectiva de que existe un continuum que reconoce a la mentira como algo que constituye al psiquismo, hallándose en un extremo lo relativamente normal (como protección de la intimidad, por ejemplo) y en el otro lo patológico, en esta edición hemos decidido invitar a pensar reflexivamente a varios psicoanalistas, abordándose desde distintas ópticas la cuestión que, desde tiempos inmemoriales, impregna las relaciones vinculares y preocupa a los padres, a veces por demás. Desde el vamos, la mentira es siempre una defensa.

Así, los colegas Fernando Weissman, Marta Kraves y Mabel Rosenvald abordan se acercan a la “mentira y estructuración”, partiendo de la misma como una transacción que contiene algo de verdad en sí. Mientras, Mirta Goldstein, refiere a una mentira que, a la vez que encubre cierta verdad del inconsciente, es confrontada por el psicoanálisis como función de relativa develación, poniendo al los cuestionamientos como parte de la cuestión. Claudia Borensztejn se introduce en una discriminación que tiene como objeto a la mentira, la fantasía y el fantaseo, que con el devenir del desarrollo pueden adquirir diversos destinos, no siempre iguales. Por su parte, Rodolfo Urribarri, también analista, nos lleva a la clínica directa, para abordar las “mentiras parentales y las problemáticas adolescentes”, con epicentro en la propia historia del analista Erik Erikson, a quién se le había ocultado el haber sido adoptado, influyendo su posterior producción analítica.

Adrián Augspach bordea lo filosófico y lo religioso, para adentrarse en lo psi poniendo en relieve lo “imposible de la convivencia en un mundo donde sólo se pudieran decir verdades… La cultura exige cierto grado de falsedad” y alude a una versión del aforismo de Descartes: “Miento, luego existo”. Y en tiempos de extensión de la vida biológica, Osvaldo Bodni plantea la cuestión de “‘La simulación’ en la lucha por la vida… Cien años después” apelando a la obra de José Ingenieros para abordar desde lo social la mentira, lo epocal y el nudo que se produce entre la extensión del envejecimiento y el Complejo de Edipo.

Con la escena de El Principito y la Flor, el psicoanalista Fernando Gómez abre sus articulaciones desde la literatura, espacio privilegiado para el desarrollo de esta actividad: mentir.

Como suerte de homenaje, se publica un trabajo -más largo- de la psicóloga psicoanalista Aída Miraldi, de Uruguay, quién historiza la relación del psicoanálisis con la mentira, partiendo desde el propio Otto Rank, pasando por las diferenciaciones freudianas y los aportes de Sandor Ferenczi, Helen Deutsch, entre muchos otros.

Y antes de cerrar, un breve paseo por el texto de Rafael Benítez Moreno, del mundo de las comunicaciones y el marketing.

Esta es una primera aproximación, vinculada a mentira y estructuración psíquica. En una segunda instancia, la próxima edición, el centro será mentira y sociedad.