De la voluntad a la decisión

Gabriela Hirschl

El embarazo no deseado es un momento de ruptura, confusión, conflicto que pone en jaque al ensamblaje aglutinante del Yo.

Es por eso que nosotros proponemos recorrer un camino que va de la “interrupción voluntaria del embarazo” que sería la propuesta legislativa, para lo que se requiere o despenalizar o legalizar el aborto; a “la interrupción decidida del embarazo”.

Consideramos que el psicoanálisis pone en cuestión a “la voluntad” como único factor y nos advierte sobre sus vasallajes. En general es atribuible al Yo que sabemos es un concepto multívoco.

En todo caso ¿Es posible tomar una decisión desde allí? ¿Desde qué lugar se decide? O ¿Quién decide?

La importancia de entrevistas acompañando el proceso de toma de decisión cobra en este sentido un valor fundamental ya que facilita la oportunidad de tomar contacto con aspectos inconscientes, escindidos que de no ser tomados en cuenta no cesarán de afectar la vida de esa mujer y los otros involucrados.

Es interesante la etimología de la palabra decisión: “Tomar una decisión es hacer un corte en un proceso de evaluación de las diferentes facetas de un problema, y es el que se realiza antes de tomar una decisión el que nos implica, ya que conlleva previamente un análisis. Decidir es separar, dejar de lado, cortar. Del verbo latín “decidere” y “cadere” que significa “separar cortando”, nada menos que eso es lo que se realiza en un aborto!! También tiene relación con “escindir” y “prescindir”, siendo asombrosa la analogía con el tema que nos convoca.

Decidir es una palabra fuerte y de gran impacto, como de “vida o muerte” (sigue diciendo el diccionario) y no es curioso que provenga de una raíz común a homicidio, deicidio. A diferencia de la palabra “elegir” que implica una selección entre varias posibilidades; una decisión es generalmente, binaria.

En ese sentido la tomamos cuando pensamos que implica al sujeto y su verdad. De ahí la complejidad y la imposibilidad que nos obliga a remitirnos al “caso por caso”. Pero aún así nuestro compromiso es ineludible: no alcanza con la voluntad ni tampoco con poner en evidencia el deseo inconsciente, ya que el inconsciente es también el deseo del Otro que conduciría a la peor de las alienaciones. La cuestión sería ir construyendo o descubriendo: ¿Cuál es el deseo propio? Contribuir a la emergencia de un sujeto que dé cuenta de su transformación, lo cual implica una decisión que no se realiza sin la capacidad de responsabilizarse por un “corte-acto”.