Crimen y castigo en el malestar en la cultura de la época

Ana María Careaga

El mal es bien, y el bien es mal: Cortemos los aires y las nieblas.
Macbeth, William Shakespeare

Hace más de 40 años, durante la noche más oscura que vivió la Argentina de la última Dictadura, miles de jóvenes fueron perseguidos, secuestrados, torturados y desaparecidos. Muchos de ellos debieron exiliarse y otros se refugiaron en un exilio interno, mientras las cárceles estaban pobladas de presos políticos y sociales.

Con la aplicación del terrorismo de Estado, más de 600 centros clandestinos de detención, tortura y exterminio se sembraron en el territorio a lo largo y a lo ancho del país. Allí, en condiciones infrahumanas, se confinó a personas maniatadas e indefensas a la despersonalización, la pérdida de la identidad y el aislamiento. Los desaparecedores en la Argentina apuntaron a una joven generación comprometida con la realidad de su tiempo, se apropiaron de sus hijos y secuestraron a quienes los buscaban.

El autodenominado Proceso de Reorganización Nacional tenía como meta la reorganización de la sociedad, la ruptura de los lazos sociales solidarios, la instalación del terror para crear las condiciones de implementación de modelos económicos neoliberales. No solo en la Argentina sino en toda la región del Cono Sur, que fue entonces asolada por dictaduras que coordinaron su accionar represivo bajo la llamada Operación Cóndor. Toda esta maquinaria del horror dejó secuelas en el plano político, económico, social y cultural que requiere también un abordaje en el plano de la subjetividad.

Hoy, en un mundo convulsionado por las guerras y la violencia, en donde los primeros ingresos de la economía mundial se originan en el tráfico de armas, el narcotráfico y la trata de personas, con nuevas y recicladas estrategias de dominación, las consecuencias subjetivas de los procesos actuales de colonización nos convocan a interpelar el mundo en el que vivimos y al que advienen los jóvenes y las nuevas generaciones.

El psicoanálisis, tomando el legado freudiano acerca del malestar en la cultura, se constituye en una herramienta privilegiada indagando desde la intersección entre el sujeto, su singularidad, la contingencia y el colectivo social.

En su obra El porvenir de una ilusión, Freud va a sostener que la cultura está destinada a ser un interés humano universal y que por eso debe ser protegida y que las normas y las instituciones tienen la función de establecer la distribución de los bienes entre los hombres, “porque las creaciones de los hombres son frágiles, y la ciencia y la técnica que han edificado pueden emplearse también en su aniquilamiento”.

En El malestar en la cultura afirma asimismo que la cultura designa las normas y operaciones que sirven para la protección del ser humano y la regulación de los vínculos entre los hombres.

Y en su texto ¿Por qué la guerra? Freud analiza el surgimiento del derecho de cara “a los conflictos de intereses entre los hombres” cuyo modo de resolución es la violencia, el recurso de la fuerza sobre otros. En este sentido respecto del derecho va a decir que la diferencia es que involucra a un grupo “de individuos mancomunados en vistas a un interés compartido”. Pero se trata en definitiva de “actos de violencia legales, acordes al derecho, en una suerte de monopolio oficial del uso de la fuerza” lo que no quiere decir en última instancia, que sean legítimos. Por eso, entonces, “el derecho de la comunidad se convierte en la expresión de una desigual relación y distribución del poder que impera en su seno”, con las “consecuentes desigualdades en cuanto al goce de los bienes de la comunidad”; y va a agregar que “las leyes son hechas por los dominadores y están hechas para ellos, para beneficiar a ese grupo dominante, y son escasos los derechos concedidos a los sometidos o las ventajas que les proporciona el Derecho al grupo dominado”.

Va a afirmar, respecto de la pulsión de muerte, la presencia en el hombre del placer de agredir y destruir e innumerables crueldades que han tenido expresión en la historia de la humanidad, que confirman su existencia y su fuerza.

Freud retoma aquí el precepto de «Ama al prójimo como a ti mismo» para decir que esto es fácil de decir pero bastante difícil de cumplir, sobre todo cuando ese prójimo “no es precisamente como uno mismo”, dando cuenta así de los fundamentos de la segregación, que hieren la dignidad del hombre y son denigrantes.

En la época actual, en un clima de recrudecimiento de los fenómenos de discriminación, segregación, y racismo, en la etapa neoliberal del capitalismo, el sistema genera y reproduce cada vez mayor violencia y a su vez propone como “solución” frente a esto el recrudecimiento de las sanciones y penas, con normativas de endurecimiento que tienen en la mira a los jóvenes provenientes de los sectores más vulnerables. Así el proyecto para la baja de la edad de imputabilidad, lejos de apuntar a las razones más profundas que generan la exclusión social y exponen a cada vez mayores sectores de la población, imposibilitados de acceder a los derechos humanos más elementales, como el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a una vida digna, condena a los sectores más desprotegidos a ser segregados de su propia condición de sujetos de derecho imponiendo una cultura de criminalización.

En Retrotopía, Zigmunt Bauman habla del fracaso del “proceso civilizador” que suponía el Estado moderno y habla de una “casta” ubicada fuera del sistema, “en un vacío social”, “sin derecho a volver, despojada de las reglas morales”. Respecto de la desigualdad, hace referencia a los desposeídos que viven bajo el umbral de la línea de pobreza, en un mundo en el que “la mitad más pobre de la humanidad tiene aproximadamente un 1 por ciento de la riqueza mundial total que es tanto como lo que tienen las 85 personas más ricas de la tierra”.

La guerra, lejos de ser contra la pobreza, se ejerce contra los mismos pobres. Y lo que se baja, con la llamada Ley de imputabilidad, es el umbral de la edad a partir de la cual, más temprano que tarde, pueden ser castigados.

Foucault va a plantear en torno al concepto de sujeto de derecho, la noción de ética del sujeto en relación de sí consigo y de otros. El psicoanálisis propicia el sujeto en su singularidad, en el lazo al otro, inmerso en la cultura, en el lenguaje, en lo social de su existencia. Una sociedad más inclusiva, que propugna el acceso a los derechos más elementales de las personas, es una sociedad más justa que por oposición a la criminalización de la pobreza, debe combatirla para hacer más digna la vida de su gente.

Bibliografía

  • Freud, Sigmund (2011). “El Porvenir de una Ilusión” en Obras Completas, t. XXI, trad. de J. L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu editores.
    • (2011). “El Malestar en la Cultura”, en Obras Completas, t. XXI, trad. de J. L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu editores.
    • (2013). “¿Por qué la guerra?”, en Obras Completas, t. XXII, trad. de J. L. Etcheverry, Buenos Aires: Amorrortu editores.
  • Bauman, Zygmunt (2017). Retrotopía, Buenos Aires: Paidós Estado y Sociedad.
  • Foucault, Michel (2014). La hermenéutica del sujeto, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica