75 años de APA y 42 de mi vida en ella
Amalia Socci, APA
Comenzaré esta imaginaria conversación con ustedes preguntándonos ¿Qué es la experiencia psicoanalítica?
Creo que entre discurso y afectos se desarrolla la experiencia analítica.
Es así que en este relato privilegio los afectos, que el psicoanálisis me permitió descubrir, hacia la pertenencia a APA.
Fue en 1975 que comencé los Seminarios estrenando la “Reforma del 74”. No sólo porque mi analista de ese momento era miembro adherente de APA, sino porque después de estudiar la obra de Freud en grupos de estudio, como era lo habitual en esa época, muchos de mis compañeros ya “estaban en APA”, única Institución perteneciente a la IPA hasta 1977. Era LA INSTITUCIÓN con toda la idealización que corresponde a quien no había transitado por otras instituciones excepto el Hospital durante 10 años.
En APA encontré lo que al cabo de tantos años considero “mi segundo hogar”. No puedo imaginar dejar de saludar a las queridas Secretarias, varias de ellas ya jubiladas, subir las escaleras, tomar el añoso ascensor cuya caja se ha conservado con sus paredes de roble. Las empleadas, algunas allí desde siempre. El salón donde dicto Seminario desde 1981.Recordar al querido Simón Kargieman que nos ofrecía los libros como ahora lo hace el apreciado Mario.
La mayor sorpresa fue para mi descubrir, en la biblioteca de mi padre, los cuatro primeros números de la Revista de Psicoanálisis a la cual él, médico en un pequeño pueblo de S.M. de Tucumán, se había suscripto. También los tres tomos de la Obra de Freud con los que ya había comenzado a apasionarme por el psicoanálisis.
Allí, en la APA de la calle Rodríguez Peña continuó mi devenir psicoanalista.
El poder elegir a los profesores con quien cursar seminarios me parecía algo extraordinario, lo que hoy resulta absolutamente natural. Como candidata, en esos tiempos poco era mi compromiso en la política institucional. No así varios de mis colegas que participaban activamente en el Claustro de Candidatos tal como actualmente lo hacen las nuevas generaciones.
Como aún no podían ingresar los psicólogos, (recién pudieron hacerlo a partir de 1984), éramos pocos los que cursábamos y nos agrupábamos por afinidades personales tratando de cursar los mismos seminarios.
Olvidaba mencionar que lamentablemente tuve que cambiar de analista ya que era y es obligación hacerlo con un miembro didacta. Experiencia rica pero… sabemos lo que es la transferencia y cuando terminó mi compromiso institucional reanudé mi análisis con quien había iniciado el encuentro con mi realidad psíquica.
APA fue el escenario de las pasiones institucionales más intensas que podía yo imaginar. Las que sucedieron antes que yo estuviera allí y las que se dieron poco después, culminando con la escisión en 1977 creándose APdeBA. Otros tiempos, otros personajes y como me dijera en una ocasión el recordado Horacio Echegoyen, “Los hombres pasan, las Instituciones quedan”.
Y sí, aquí estoy en esta querida Institución, que fue la que siempre enfrentó los cambios determinados por múltiples factores: sociales, culturales, económicos. Institución que muestra que a los analistas nos importa desentrañar el valor y el alcance de las transformaciones que se operan en nuestra práctica.
Frente a los cambios en la realidad del ejercicio de nuestra profesión (“imposible” según Freud), en esta APA de hoy, después de 75 años de existencia, los analistas apuntamos y/o privilegiamos parámetros como la transferencia, la regresión, la neutralidad cuando se trata de definir un proceso analítico. Los que tenemos mayor experiencia, la disociación entre modelos (real e ideal), no parece provocar el desacomodo previsible entre teoría y práctica. En cambio, para los analistas de menor experiencia el alto porcentaje de pacientes con baja frecuencia en sus terapias, les plantea mayores dificultades.
Y es así que nuevamente esta APA, la inconmovible, la que sostiene la ilusión de un porvenir, tiende a superar el “espíritu de cuerpo”, cuyo eje se sitúa, en nuestra base común: EL CORPUS FREUDIANO.
Sostener la práctica del debate de las ideas y dejar en claro que:
“Ni yo soy totalmente hablado por el lenguaje, ni yo soy totalmente el receptor vivencial del lenguaje, que pueda resignificar ese lenguaje. “
APA siempre invitó a relanzar nuestra metapsicología, sostener los anclajes identificatorios que mantienen el pluralismo y siempre tener una zona de encuentro dialogable.