Ilusiones de los pioneros acerca del porvenir de la formación psicoanalítica

José Treszezamsky, Asociación Psicoanalítica Argentina

“Si algún día se fundara una escuela superior psicoanalítica -cosa que hoy puede sonar fantástica-, debería enseñarse en ella mucho de lo que también se aprende en la facultad de medicina: junto a la psicología de lo profundo, que siempre sería lo esencial, una introducción a la biología, los conocimientos de la vida sexual con la máxima extensión posible, una familiarización con los cuadros clínicos de la psiquiatría. Pero, por otro lado, la enseñanza analítica abarcaría disciplinas ajenas al médico y con las que él no tiene trato en su actividad: historia de la cultura, mitología, psicología de la religión y ciencia de la literatura. Sin una buena orientación en estos campos, el analista quedaría inerme frente a gran parte de su material.”

A 75 años de la fundación de la APA una ojeada a los artículos de las camadas pioneras nos muestra qué aproximados estaban sus inquietudes humanísticas a estas expectativas que tenía Freud con respecto a la formación psicoanalítica. Lo mismo había ocurrido con las camadas pioneras de Viena, de Berlín, de Londres. En esta última ciudad hasta mediados de la década de 1920 casi la mitad de sus miembros no eran médicos, pero sí filósofos, matemáticos, biólogos, botánicos, especialistas en arte y literatura, etc. El mismo día en que se aceptó a Arthur G. Tansley, botánico, paciente de Freud, autor del best seller sobre psicoanálisis en Estados Unidos e Inglaterra, como Miembro titular de la Sociedad Británica, comenzó a ponerse en práctica la formación con una tendencia académica, siguiendo el famoso trípode de Eitingon en el Instituto de Berlín.

Sin mucho esfuerzo de investigación nos alcanza el echar una mirada sobre los primeros números de la Revista de Psicoanálisis, nacida casi conjuntamente con la Asociación Psicoanalítica Argentina, para darnos cuenta del amplio espectro de intereses que abarcaban los pioneros hace 75 años. Así nos encontramos con el primer número de dicha revista que contiene un artículo de Celes Ernesto Cárcamo, cuyo nombre lleva actualmente el Departamento de Historia de la APA, y que se titula: La “serpiente emplumada” (Psicoanálisis de la religión maya-azteca y del sacrificio humano). En el segundo número de la revista el mismo autor publica Imagen del mundo en la América aborigen y hay un trabajo de medicina psicosomática de Arnaldo Rascovsky que en parte sigue la línea de la coincidencia que halló Freud en la teoría de la evolución de la libido y la evolución de la sexualidad expuesta en el libro La Vida Amorosa en la Naturaleza de Wilhelm Bölsche. La misma ambición cultural transmiten los trabajos de Garma sobre Rimbaud y el psicoanálisis del arte ornamental así como Enrique Pichón Riviere en el psicoanálisis del conde de Lautremont y para completar el grupo de fundadores, Marie Langer, con, por ejemplo, Fantasías Eternas a la luz del Psicoanálisis.

Pero quizás en el campo donde más repercutió la convicción de los pioneros fue en la difusión del estudio y la terapia psicoanalíticos.

En primer lugar, estando imponiéndose en muchos lugares la condición previa de ser médicos o psiquiatras para ingresar en una institución oficial de formación psicoanalítica, la APA tuvo desde el comienzo la marca de una institución no sólo exigente en la formación sino también abierta a toda persona con suficiente libertad de pensamiento e interesada en investigar el alma humana bajo la óptica de la nueva ciencia. Así fue que las primeras generaciones contaron entre sus participantes a una cantidad notable de integrantes que no eran médicos ni estaban muñidos de algún otro título universitario. Debemos señalar que era una época en la cual no había aún una carrera de Psicología. Así, para no hacer larga la enumeración, las dos pioneras del psicoanálisis de niños en Argentina no tenían título universitario. Pero en la historia de nuestra institución se cruzaron momentos de restricción a la formación que impidió la entrada de los legos, restricción que llegó a su máxima expresión en las dictaduras militares. Sin embargo tanto los pioneros como la inmensa mayoría de los miembros difundieron el psicoanálisis fuera de las instituciones oficiales (todavía muchos de sus miembros recuerdan haber sido motivados para elegir este camino por las famosas conferencias en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires a fines de la década del ’50) y a pesar de las restricciones y más aún, cerradas legalmente las puertas de entrada a la APA, se crearon infinidad de grupos de estudio privados e instituciones no oficiales dedicados al tema donde los mismos docentes de la nuestra institución dictaban los cursos. Es así que el espíritu generoso de los pioneros hizo que la difusión del psicoanálisis sea una marca de fábrica de la cultura en la Argentina.

En segundo lugar, aunque tímidamente se había insinuado en algunos casos aislados introducir el tratamiento psicoanalítico en ámbitos hospitalarios aún antes de la aparición de la APA, apenas la formación en ella dio sus frutos con los discípulos de los pioneros, ellos aplicaron el método, con distinta extensión, en pacientes de instituciones sanitarias municipales y nacionales, y en el ámbito universitario. Este boom terapéutico se multiplicó con la aplicación de los conceptos psicoanalíticos a la psicoterapias grupales y le dio un sello característico de interés social al psicoanálisis que brotó de nuestra institución a tal punto que uno de los primeros departamentos fundados en ella se dedica a la prestación de los beneficios del tratamiento psicoanalítico a personas sin suficientes recursos económicos.

Queremos también dejar en claro el afán investigador de los pioneros y sus discípulos llevando a profundizar el estudio de las manifestaciones del alma humana y a la publicación de dichas investigaciones, verdaderos pasos pioneros en muchos temas, que llevó a muchos visitantes extranjeros a encontrarse sorprendidos del nivel de comprensión y originalidad de la producción científica argentina. Más aún, más de una vez tuvimos la oportunidad de presenciar exposiciones de visitantes sobre temas que habían trabajado como marca original y que se encontraban entre nosotros con investigadores que ya habían seguido esa línea de profundización.

La posición de los pioneros en su ilusión del porvenir del psicoanálisis en Argentina llevó no sólo a impedir que su formación y alcance abarque sólo a un grupo elitista en nuestro país sino que abrió las puertas a todos aquellos colegas latinoamericanos que concurrieron a Buenos Aires para su formación y que terminaron retornando a su patria con la marca de esa actitud generosa.

En estos 75 años lógicamente la institución tuvo que atravesar crisis externas e internas y como consecuencia y fruto de ellas se llegaron a formar otras instituciones reconocidas nacional e internacionalmente, y es así cómo la IPA tiene en estos momentos por segunda vez en su historia un presidente con el sello de los pioneros argentinos y por primera vez una presidente mujer y uno de los pioneros fue el primer vicepresidente honorario de la IPA luego de Anna Freud.

Queridos pioneros, luego de 75 años, sin ninguna duda Sigmund Freud, pensando en una institución ideal imposible de alcanzar pero por la cual vale la pena luchar, les podría decir: ¡Bien hecho!