El fanatismo es el deporte de la ignorancia (anónimo)
Dra. Lidia Vaiser, Abogada
Enseñaba el profesor Carlos Nino, maestro de la Filosofía, que el Derecho está en todas partes, como el aire. Cada acción de un individuo en su cotidianeidad está rodeada por el aire del Derecho. Serían millares los ejemplos, pero tomemos algunos de los que el propio Nino trae, tal vez el más simple y no carente de agradable comicidad: Un vecino canta desafinado cada mañana bajo la ducha y no faltará aquel que lo denuncie por una Ordenanza municipal que prohíbe los ruidos molestos.
En nuestra realidad cotidiana, en este particular momento de la Argentina, ese aire que nos rodea está concentrado por parte de los medios, de los políticos y de toda la comunidad, en el Derecho Penal.
Las condiciones son propicias, ya que la realidad nos muestra a diario, en imágenes muchas veces obscenas, las acciones desplegadas contra dirigentes y funcionarios que pocos dudan en calificar -o más bien, descalificar- como corruptos.
Sólo por tomar otro ejemplo del aire que respiramos, pero buscando aquellos que concitan de manera sobresaturada la atención popular, debiera remitirse a la cuestión “de género”, que también transita por los pasillos tribunalicios, los medios de difusión masiva, las reuniones de amigos y la mesa familiar.
Recordemos la reciente eclosión suscitada en los Estados Unidos, en vinculación con el acoso o el abuso sexual de las mujeres en el ámbito artístico, especialmente el cinematográfico.
Muy bien: en ambos casos se advierte nítidamente la negra pasión del fanatismo que confunde el entendimiento de la opinión pública. Y lo que es peor aún, el de los jueces.
Lejos está de nuestro ánimo objetar las razones de justicia que promueven la sanción moral y legal de las conductas abusivas o delictivas. Sin embargo, por formación y por conciencia, nos resistimos a caer en lo políticamente correcto, que según se oyó al pasar en algún ámbito del inconmensurable mundo de la información, es la moderna expresión de la censura.
No existen dudas de que las dos cuestiones suscitan acendrados fanatismos, en pro o en contra de las acciones que la Justicia como poder del Estado, viene desplegando. Es entonces que cobra relevancia la frase del epígrafe: el fanatismo es hijo de la más supina ignorancia; en el caso, la ignorancia de la ciencia del Derecho.
En una frase que la pagana diosa protectora de nuestros días (la web) atribuye a Jung, se lee: “…el fanatismo es la sobrecompensación de la duda…”. Resulta inmejorable aplicar ese esclarecedor concepto a lo que tal vez opaque la conciencia de los jueces, y que a veces los impulsa a actuar con cierto fanatismo. O los altera, en algún caso, por la imperiosa necesidad de conducirse acorde con lo políticamente correcto.
Así pueden verse las dramáticas consecuencias que sobre los hombres, como padres y como seres humanos con derechos esenciales, descargan las llamadas “cuestiones de género”. Hay algo que se fue de las manos, según la expresión popular. Y huele a podrido, como en Dinamarca. (Veo las dagas de mis congéneres femeninas volando sobre mi cabeza; y en las suyas: para mí la hoguera). Pero a veces (siempre ¿?) es necesario ser auténtico, en un mundo que hace todo lo posible, día a día, por impedirlo (E. E. Cummings).
Ahora me referiré a la otra cuestión, la de la corrupción y las acciones (dicho esto no en sentido técnico, sino vulgar) de los jueces. Y las de la opinión pública, especialmente la que despliegan los comunicadores sociales, sin una mínima patina de formación doctrinal, somera y vulgar al menos, y con notable desconocimiento de las reglas fundamentales del Derecho; tanto como de la realidad que puede trasuntar los expedientes judiciales. Hay mucho de fanatismo cuando se intenta encarnar a través de los medios de comunicación lo “políticamente correcto”
Así y por ejemplo, es muy común oír por boca del periodismo, aún de sus exponentes más serios e intachables, que a 23 años del atentado a la AMIA “no se sabe nada”. Es evidente que desconocen la causa judicial, donde se encuentra comprobado el modus operandi de los terroristas, el móvil, los medios empleados y las personas sindicadas de ser los autores materiales e ideológicos de ese magno crimen.
Para desandar la senda del fanatismo, tal vez sea la hora de que los profesionales del Derecho, consistentes y serios, se animen también a comunicar a la opinión pública –libremente- los conceptos y valores que encaminan a una sociedad más justa y equilibrada.