El Niño como Objeto – Abuso sexual infantil
Felisa Lambersky de Widder, Psicoanalista Miembro Titular de APA
El abuso sexual infantil compromete a un grupo familiar con características transgresoras, perversas, donde el amor maternal y la excitación sexual de uno o de ambos padres, tiene límites poco definidos
Como en la saga de Edipo, que revela la importancia del develamiento de los enigmas, ya que en su camino tienen lugar una serie de peripecias que se suceden y que entablan entre sí una relación sorprendente, así también en el campo del psicoanálisis se des-cubre la verdad del sujeto.
El niño abusado implica una invitación y a la vez un desafío a desarrollar teorías acerca del lugar que ocupa dentro de la estructura familiar, parental y social. En el abuso se destituye al niño de su posición de sujeto y se lo muda en objeto del poder autoritario del otro quien se apropia de él valiéndose del vínculo de parentesco, o no, en el cual el niño confía.
El abuso hacia un niño es no sólo del orden de la sexualidad sino también de la ley, de la medicina, de los medios de comunicación (pornografía, hipererotización), del mercado de consumo, en la ferviente tendencia a desalojarlo de su condición de sujeto-niño, anulando la infancia. En lugar de jugar se lo impulsa a convertirse en el juguete o fetiche de otro.
Estos sucesos quedan claramente documentados y explicitados en el video “Se alumbra la vida” en el caso de Laura, una niña que sólo encuentra un espacio contenedor en los docentes.
La escuela surge como el “segundo hogar” por su calidad protectora de la salud física y mental de los niños. La mirada hacia los cambios socio-culturales implica un replanteo de ciertas hipótesis tradicionales.
Nuestra labor como psicoanalistas es devolver al niño la subjetividad en virtud de la escucha y la singularidad que es nuestro instrumento. Ahora bien, ¿cómo pensar la práctica clínica cuando el síntoma está en el orden de la desestimación de lo traumático? Interrogantes tales como: ¿qué síntomas presentan los hijos?, ¿cómo escuchar a los padres?, ¿de qué modo intervenir con el niño?, ¿qué interpretar?, son cuestiones que nos llevan a repensar el trabajo que realizamos Temores exagerados, retracción, desconfianza, hiperactividad muscular, falta de concentración, tristeza, masturbación compulsiva, hematomas, lastimaduras, etc., pueden dar cuenta de este trágico y violento suceso. Y el saldo más grave es la magulladura psíquica.
Tanto el psicoanálisis como el psicoanalista padecemos la tensión de los acontecimientos traumáticos provenientes de lo singular, lo social y de la cultura.
Pensar estos temas conlleva a la idea de la reelaboración de aquello que es dado a ver con la significación de lo siniestro.
¿Qué ocurre en la mente del analista ante un niño condenado al lugar de objeto? Confiamos en la reflexión en conjunto, en los, recursos propios que le permitirán tramitar el impacto de la realidad material, hecho traumático en sí mismo, y de la realidad psíquica, e introducirse en el sendero de lo inconsciente.
Para concluir con una frase de Borges: “cualquier destino por largo y complicado que sea consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es”.