Por Gabriela B. Marchi

Trabajadora por los Derechos de Género, (fragmento)

Partiendo de la angustia y el rechazo más profundo que nos pueda generar saber de cualquier caso de abuso sexual infantil, el perpetrado por el propio padre nos ubica en un plano tan perturbador que no alcanza la imaginación empática para dimensionar el abismo en el que sumerge a la criatura victimizada.

Abismo que pareciera no tener fin cuando se siguen sumando a las circunstancias tenebrosas del abuso sexual intrafamiliar, la gravísima violencia institucional de los organismos (Poder Judicial, Hogar de Guarda Transitoria) que lejos de velar por reparar el daño producido, lo potencian en forma inaudita, indignante.

La filmación grafica de una manera tan eficaz y sin golpes bajos la llamada “re victimización”, que no nos concede alojarnos en la distancia emocional de abordar la pura abstracción de un concepto como la “re victimización”, intelectualmente nos enfrenta directamente con la desesperación de sentir la impotencia más aguda ante la impunidad del proceder institucional que amplifica el dolor y el desvalimiento de una niña en la situación más vulnerable que podamos concebir.