Derecho de propiedad o derecho de vida

Por Dr. Néstor Carlisky

La violencia de género, el feminicidio y la discriminación de la mujer vienen recibiendo miradas psicoanalíticas, sociológicas, antropológicas, etc. Creemos que una aproximación transdisciplinaria es la que permite una visión más completa y profunda de estos fenómenos. Sólo podremos mencionar algunas de estas miradas. Desde la perspectiva psicoanalítica, coexisten en la escena primaria real o fantaseada elementos que llevan a una perspectiva ambivalente, que apunta tanto a la santidad de la madre como a la maldad seductora de la misma. La envidia por la capacidad procreativa de la mujer es otro fenómeno a tener en cuenta. Estos elementos persisten en la mente humana como gérmenes de la violencia de género, cosa visible en los mitos, la historia y los hechos sociales que nos rodean.

Desde una mirada sociológica cabe pensar en una relación entre los aspectos
socioeconómicos y la discriminación de género. La competencia por la posesión de bienes rompió las relaciones de solidaridad y comenzaron los enfrentamientos internos y externos, en donde la civilización transformó la sociedad matrilineal en patrilineal, patriarcal y estratificada, y donde la mujer perdió asimismo su rol productivo. El dominio del varón se incrementó, junto a la desjerarquización femenina y surgió como consecuencia el mito de la inferioridad de la mujer.

Ha recorrido ya un largo camino la confrontación del derecho de propiedad y el derecho a la vida. La idea sería que la mujer que amo es un objeto de mi posesión y puedo hacer con él lo que desee. La frase: “La maté porque era mía”, condensa la consecuencia deshumanizada de este conflicto.
Desde que Karen Horney enfrentó por primera vez en 1924 la formulación freudiana según la cual la mujer sería un varón que no posee pene y que experimenta así su feminidad en términos de carencia, muchos autores, como Ernest Jones y otros, han modificado esta concepción.

Existe una tendencia profunda del varón a dejarse llevar por la pulsión de dominio, al servicio de un sentimiento de omnipotencia, y contribuir así a la banalización y naturalización del abuso de género, transmitido transgeneracionalmente, y alimentando así la impunidad de los crímenes de género. No está dentro de las posibilidades del psicoanálisis el cambiar la naturaleza de estos elementos de la condición humana, pero si llevar a una comprensión más profunda de los mismos y contribuir así a una acción del estado y a un contexto social que los impida o limite.