A propósito de la mentira
Por Adrián Augspach, Psicoanalista, miembro adherente de la APA.
El tema de la mentira, tan estudiado desde diversos ámbitos, me invitó a reflexionar ciertas ideas que no quería dejar de compartirlas. En muchas religiones, por no decir en todas, la mentira está prohibida como pecado.
Por otra parte, pero tal vez relacionado con ello, importantísimos filósofos a lo largo de la historia, desde Platón hasta Kant, se han ocupado del dilema moral que de ella se desprende. San Agustín, por ejemplo, supo distinguir entre ocho tipos de mentiras en función del daño o ayuda que podrían generar en el otro. Sería imposible, por supuesto, la convivencia en un mundo donde sólo se pudieran decir verdades. La cultura exige cierto grado de falsedad en el sentido como lo explica D. Winnicott con su concepto de Falso Self normal 2.
Sabemos lo frecuente que son las mentiras en los niños y hasta comprendemos que así sea, casi tanto como el jugar o el dibujar. Con ella el niño descubre que existe una diferencia entre la realidad de los hechos y lo que puede decir respecto de esa realidad, ya que comprueba, a partir de la mentira, que el otro no tiene acceso directo a su mente. Así como antes había aprendido que los objetos del mundo permanecían existiendo más allá de su percepción, ahora descubre que puede intentar hacer “desaparecer” los hechos u objetos a partir de su discurso. Antes de esta etapa evolutiva el niño sólo dice verdades, describe los hechos, y sólo más tarde, a partir de una gradual separación respecto del objeto, va a poder pensar y transmitir una diferencia. El conocido chiste “Los niños y los locos siempre dicen la verdad. A unos los educan y a los otros los encierran” es válido, como vimos, solo para una primera etapa de la vida infantil.
Por otro lado, al loco se lo encierra no por decir la verdad sino por no poder comprender las verdades que expresa.
Mentir implica conocer la verdad, incluye la descripción. Para lograr fabricar una mentira habría que agregarle a esta descripción un “menos” y luego un nuevo contenido más o menos creativo y arbitrario en función de la credibilidad que quisiéramos otorgarle. Digo menos en sentido matemático del término: sabemos que antes de aprender a restar debemos saber sumar. Exige otro nivel de abstracción, y por eso se entiende que se demore más tiempo, ante una pregunta, en contestar una mentira que en decir la verdad. Y es esto a lo que se refiere W. Bion al plantear la mentira como un pensamiento que requiere de un pensador que la formule, mientras que la verdad no. No requiere de ninguno, o sea, de ninguna formulación ni de ningún pensador (Bion, 1970).
La verdad está ahí, expuesta, no necesita que nadie la contenga porque se sostiene por sí sola. En cambio la mentira requiere de un pensador. Un ser es pensante si tiene la capacidad de mentir, o mejor dicho, existe un pensador a partir de la mentira. Entonces el aforismo de Descartes traducido por Bion sería: miento, luego existo. Es interesante también el hecho de que las palabras mentir y mente poseen ambas la misma raíz latina, lo cual no es un dato menor para los analistas ya que nos recuerda un tema central de la teoría psicoanalítica que es la idea de que la mente miente.
A partir de este punto se puede hacer la distinción entre las mentiras conscientes y las mentiras inconscientes, siendo estas últimas fundamentales a tener en cuenta en todo análisis. Las mentiras conscientes son aquellas que el sujeto sabe de ellas, aunque no siempre conozca el motivo por el cual las lleva a cabo. Es consciente de su mentira y por lo tanto sabe de su intención de ocultar.
Con mentira inconsciente no me refiero a que puedan existir mentiras dentro del sistema inconsciente, que sería un error metapsicológico debido a que en él supuestamente no existe la negación ni la contradicción, y por lo tanto tampoco la mentira. Me refiero a las mentiras que lleva a cabo el yo inconsciente al yo consciente por exigencia del superyó. Por ejemplo, el fóbico cuando dice que le teme a las cucarachas en realidad es una mentira inconsciente que se cuenta a sí mismo como un modo de lidiar con su angustia. En realidad le está temiendo a otro, a otro más íntimo y significativo, y a través de un desplazamiento hacia este nuevo objeto, la cucaracha, obtiene la ventaja de no angustiarse ante el objeto originario y de que mientras no haya cucarachas no entre en angustia.
El texto de Freud Dos mentiras infantiles de 1913 sirve también para ejemplificar los dos tipos de mentiras que aquí expongo. En él, Freud describe dos casos de niñas que mienten a su padre, son conscientes de la mentira que expresan pero no saben lo que en realidad se están “mintiendo” a sí mismas con ellas. En última instancia, dicen una mentira consciente como un modo de ocultar la verdad de sus deseos incestuosos, y por lo tanto prohibidos, hacia el padre.
En definitiva, la mentira inconsciente es lo que en psicoanálisis se conoce mejor como mecanismos de defensa.
Bibliografía
- Bion, Wilfred R. “Las mentiras y el Pensador”, en Atención e Interpretación (1970) Ed. Paidós.
- Freud, S. “Dos mentiras infantiles” (1913) Tomo XII – Amorrortu Editores.
- Freud, S. “Las propiedades particulares del sistema Icc”, en Lo inconsciente (1915) Tomo XIV – Amorrortu Editores.
- López Claro, Rafael E. “Diccionario de la obra de Wilfred R. Bion” (2002) Ed. Biblioteca Nueva.
- Winnicott, Donald W. . “La distorsión del yo en términos del self verdadero y falso” (1960), en Los procesos de maduración y el ambiente facilitador (1965) Ed. Paidós.
Referencias
1 El concepto de Falso Self (Winnicott, 1960) se refiere a un aspecto del psiquismo que, en un extremo “normal” cumple la función de ocultar al Self Verdadero para poder vivir en el mundo social. El Falso Self patológico, en el extremo opuesto, corta la comunicación con el Self Verdadero dejándolo sepultado.