Los duelos y sus posibles modos de procesamiento
Alberto Stisman, APA
El término duelo, se origina en dos raíces latinas, dolos, dolor y duellum, desafío, es decir que el duelo es dolor psíquico, pena, aflicción, pero también es un desafío para el sujeto.
Llamamos proceso de duelo a las reacciones psíquicas que se desencadenan como consecuencia de la pérdida de algo valorado para el sujeto. Puede tratarse de la pérdida de un ser amado, pero también algo abstracto como la pérdida de un ideal, de un trabajo, de una posición social, etc.
Freud propone “En Duelo y Melancolía” un “trabajo de elaboración” que implica atravesar sucesivos momentos que culminan con la “sustitución” del objeto perdido.
Así, en Freud el principio del placer conduce al sujeto a no renunciar al objeto perdido,
No obstante, consecuentes con el mismo Freud, sabemos que una vez que nominamos la cosa, la misma está perdida para siempre. De modo similar, la experiencia de satisfacción es mítica, y como tal no se volverá a repetir jamás. Si bien nos plantea que el hallazgo del objeto es el reencuentro con el objeto perdido, considerado desde la perspectiva señalada, el mismo como tal, será imposible. El objeto está definitivamente perdido.
En la pérdida, surge un interrogante: ¿qué es lo que uno fue para el otro?
A lo que en Freud entendemos como la relación narcisista de objeto, Lacan agrega, que no sólo se está de duelo por el objeto, sino también, por el objeto que uno ha sido para el otro.
Además plantea en el seminario VI “El deseo y su interpretación”, que el duelo produce un “agujero en lo real” que desorganiza el orden simbólico. Introduce el concepto de “función del duelo”. O sea, cambiar la relación con el objeto, dejando disponible el lugar vacío, así podrá surgir lo creativo de la función del duelo.
De modo que el desafío consistirá en revisar su relación con la pérdida, y producir una recomposición significante frente al agujero que la pérdida dejó en el tejido simbólico.
Los duelos y sus ropajes
Los duelos pueden seguir su curso “normal” con el dolor psíquico y la tristeza que lo caracteriza, sin constituir una situación patológica y, por ende, sin necesidad de que sea abordado con psicoterapia y menos aún con medicación.
Por el contrario pueden derivar en una sintomatología depresiva de distinta intensidad, hasta adquirir la dimensión de un cuadro melancólico.
Decía Freud refiriéndose a “El hombre de las ratas”: “Alega todavía que su enfermedad se ha intensificado en grado sumo desde la muerte de su padre, y en este punto le doy la razón, en cuanto reconozco la tristeza provocada por la muerte de su padre, como fuente principal de la intensificación de la enfermedad. Es como si la tristeza hubiera hallado en la enfermedad una expresión patológica. En tanto que un duelo normal se extiende en uno o dos años, una tristeza patológica como la suya puede alcanzar duración ilimitada.
Pero en otras circunstancias, puede permanecer silencioso como tal, pero manifestarse a través de expresiones patológicas, que aparentemente no se relacionan con el duelo.
Dichas expresiones pueden hacerse evidentes en un lapso de tiempo cercano a la pérdida que motiva el duelo y en otros casos permanecer suspendido o congelado durante años.
Así podemos considerar lo que ha sido considerado por Elsa R. de Aisemberg, “una peculiar patología del duelo”, como es la eclosión de un cuadro psicosomático. En otros términos, el pasaje al soma de un “drama psíquico” según la expresión de Joyce Mc Dougall, que permanece escindido y por lo tanto no registrado como tal.
Pero no necesariamente tiene que producirse una afectación del cuerpo en su dimensión biológica, es factible también una identificación parcial, con un síntoma que ha padecido un ser querido, es decir una conversión histérica, y en otros casos pueden presentarse manifestaciones hipocondríacas.
Otra posibilidad es el pasaje al accionar impulsivo, accionar que adquiere características adictivas, así sea con las drogas, con los vínculos o el sexo.
Respecto de los vínculos adictivos, pueden ser con algún integrante del grupo familiar que sufrió la pérdida, con otras relaciones afectivas o amistades. Según la respuesta de las personas con las que se configura esa relación, podrá transitar sin dificultades, hasta que alguna situación motiva un distanciamiento o separación. Esto puede ser generador de violencia. La “abstinencia” se torna intolerable.
Estamos en el contexto de las relaciones narcisistas de objeto; la presencia de éste y la continuidad del vínculo se tornan imprescindibles a pesar del daño psíquico que le genera al sujeto. Pareciera cubrir todas las carencias yoicas, todos los agujeros narcisistas que se fueron generando a través del desarrollo psíquico temprano. Se constituye así en un objeto idealizado, capaz de evitar toda posibilidad de sufrimiento psíquico. Objeto de placer, objeto de deseo, que pasa a ser objeto de necesidad.
Esta “locura” encubierta otorga al objeto de la adicción el poder de aliviar o anestesiar el dolor psíquico, de satisfacer la necesidad de placer y a la vez de ser fuente de sufrimiento del adicto al vínculo, tal como sucede en las relaciones pasionales.
Los otros son tratados inconscientemente como si fueran una madre nutricia de la temprana infancia, considerada responsable de todo el placer y de todo el sufrimiento que siente el bebé. Según las conceptualizaciones de Joyce Mc Dougall, tras la apariencia de un objeto transicional, será un objeto transitorio, cuya presencia será requerida una y otra vez dado lo efímero de su efecto “calmante”. “Falta la representación interna de la madre” que haga factible la atenuación del dolor psíquico, “…madre con la que poder identificarse en situaciones de tensión o de conflicto”. Esta fragilidad interna se hace aún más notoria por la falta de la introyección del padre.
La afectación psíquica remite a momentos primordiales en los que la palabra no era todavía un recurso expresivo, de manera tal que la acción se constituye en la vía privilegiada. Recordemos que etimológicamente adicción significa sin dicción, sin palabra. Otra acepción es asignación, entrega, adhesión. A la vez addictus significa adjudicado o heredado. Los addictus eran los esclavos que luego de la guerra eran otorgados a los soldados que habían tenido un buen desempeño en la lucha. De modo tal, que también la etimología nos conduce a encontrar la esclavitud, como un aspecto significativo presente en toda relación adictiva.
El duelo por los desaparecidos
Muy diferentes son las circunstancias cuando se trata de los duelos derivados de la desaparición forzada de personas, que no sólo impide el procesamiento del duelo, sino que repercute impidiendo la elaboración del duelo en la sociedad.
En estas situaciones es más apropiado hablar, siguiendo a Rubén Musicante, de «estallido psíquico»,una dimensión mayor que el «trauma», producto de actos “planificados, premeditados y racionales”, que actúan sorpresivamente provocando terror. Terror que imposibilita algún grado de procesamiento psíquico
Al respecto Pelento y Braum señalan que
“… se produce, en realidad, una confluencia de tres órdenes de fenómenos: a] la existencia en el espacio de la mente, primero de un objeto desaparecido y luego de un muerto sin sepultura; b] la pérdida del microgrupo social de referencia y de pertenencia, y c] la pérdida del macrogrupo social.”
Agregan más adelante: “Las pérdidas producen en el aparato psíquico una brecha, un hueco, un vacío”. Siguen a S. Resnik para quien el vacío ocupa el lugar de la ausencia como la amnesia ocupa el lugar del recuerdo.
“La metodología de la desaparición intenta…, producir activamente un doble vacío, no solamente en la función psíquica individual,… también el vacío de la función social”.
¿Es una condición obligada el reencuentro con el hallazgo del cadáver, para que sea posible la elaboración del duelo?
Si bien la ausencia del cadáver dificulta los ritos funerarios, Lacan y consecuentemente Allouch, consideran que es el cambio en la relación del sujeto con el objeto perdido, el cambio de estatuto de desaparecido a muerto, no el hallazgo del cadáver, lo que hace posible la elaboración.
¿Cómo se podrá acceder a la tramitación del duelo?
Si el intento se mantiene en el registro de lo real, podrá ser con la violencia a través de acciones vengativas y destructivas. Pero será el camino de la elaboración simbólica, asociada a los rituales y la justicia, lo que hará posible la tramitación ante la desaparición forzada.
Aún en ausencia del cadáver, apelar a fotografías o a objetos que de algún modo se relacionen con los desaparecidos, permite a los grupos sociales realizar rituales funerarios. Rituales que ayudan a resignar la desaparición y aceptar la muerte.
Observemos lo que dicen Pelento y Braum acerca de cómo ha participado la justicia en el proceso de elaboración: “El juicio oral fue uno de los elementos que contribuyó poderosamente a promover un cambio de status del objeto perdido en el aparato psíquico; éste pasó de tener el status de objeto desaparecido a tener el status de objeto asesinado.”
Tengamos presente entonces, que la recuperación del cadáver y la sepultura no garantiza el inicio de la elaboración del duelo, tal como se constata con los familiares de los desaparecidos que han podido hallar el cuerpo. A la vez, aquellos que nunca accedieron al cadáver pudieron, acto del duelo mediante, resignar su ligamen libidinal con el objeto perdido y optaron por la vida.
Una vez aceptada la pérdida, se hace posible que surja la vía del deseo.