¿Una cultura que excluye el duelo y la muerte?
María de las Mercedes -Yiya- Amado de Zaffore, APA
¿Cómo entender el duelo en nuestros días. ¿Vivimos en una cultura que excluye el duelo y la muerte?
En su trabajo “Duelo y Melancolía” (1915) Freud nos aportó conceptos valiosos sobre el tema. Nos dice que el duelo “es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal…”
Siguiendo a Freud, la elaboración de un duelo supone la concientización de que el objeto ya no existe, y una consiguiente ruptura libidinal que le devuelva al yo la libertad y desinhibición que transitoriamente ha perdido.
El duelo como reacción normal ante una pérdida, le exige al sujeto un tiempo subjetivo y cronológico de elaboración. Son tiempos singulares propios de la historia de cada uno, relacionados con una particular dinámica del grupo familiar, cultural y social en el que la pérdida acontece.
En la clínica, vemos que una inadecuada elaboración del duelo puede conducir tanto a una inhibición melancólica, como a la maníaca o paranoia, que son formas subjetivas diferentes de trabar el desenvolvimiento yoico.
Pienso que una deficiente elaboración de los duelos -que se produce a lo largo de nuestra vida- puede ser una de las fuentes principales de las enfermedades graves llamadas “somáticas”. Recuerdo unos versos de Paul Valery: “Al final de la mente, el cuerpo. Pero al final del cuerpo la mente”.
El dolor es una señal compleja que va más allá de una transmisión nerviosa del cerebro: compromete cuerpo y alma. El duelo-duele.
Una herida en el soma o en la psiquis crea un dolor que seguirá progresando hasta que la herida “cure”. Nos podemos preguntar ¿Inciden los diferentes contextos culturales en la conformación de la experiencia dolorosa y del duelo?
En nuestra época se asocia frecuentemente la palabra dolor con un problema médico. Imaginamos una escena con médicos, remedios, sanatorios que alivien el dolor -o más aún- que lo supriman. En la sociedad occidental impera una visión científica de la Medicina y de los medicamentos como tratamiento del dolor.
Sin embargo el dolor es una “trama” tejida por “hilos” de diferentes colores: orgánicos, psicológicos, éticos, creencias, discursos familiares y sociales.
Podríamos decir que lo que nos duele, nos duele por el significado que le damos. Dolor que nos habitará mientras lo percibamos en una forma determinada. Por lo que podemos inferir que la experiencia dolorosa es cambiante de acuerdo a nuestra percepción-significación.
Me parece posible como analista interpretar el dolor como un zarandeo de las fantasías que duele y mortifica el cuerpo.
Creo que concebir el dolor así es una posición analítica, donde lo entendemos en sus diferentes niveles: subjetivo, biológico y sociocultural.
Me resulta convincente la idea de que cuando frente a una pérdida significativa -donde la persona no puede expresar su dolor a través de las palabras- puede ser el cuerpo el que responda con sus alteraciones.
El duelo como función subjetivante
Una vez ocurrida la pérdida real acompañada por una actitud de negación por parte del que duela donde aún no acepta lo perdido, prosigue un trabajo de simbolización “pieza por pieza” donde irá liberando su libido de eso perdido, y que le permitirá paulatinamente dirigirse hacia otros nuevos objetos.
Cuando perdemos algo querido se produce un agujero que la palabra no alcanza a suturar. El sujeto queda en un lugar de privación donde se le reeditan anteriores circunstancias de falta y que podrá resolver adecuadamente -vía duelo- si cuenta con los recursos simbólicos necesarios.
La muerte de un ser querido, produce un agujero en lo real por lo que en el análisis algún trabajo de elaboración se necesita: Asumiendo la tristeza que una pérdida nos produce, llegando a expresarla a través de las palabras usando nuestras energías para superar el dolor.
En algunas ocasiones vemos en la clínica que fenómenos como los psicosomáticos, un acting out, un pasaje al acto, actitudes anoréxicas o bulímicas, las mismas adicciones podrían ser la expresión de un intento fallido de inscribir lo traumático de la pérdida.
Banalización del “duelar” en nuestra época
En nuestros días nos toca vivir en una sociedad globalizada con endiosamiento o idealización del mercado, que con intensidad tiende a omitir el deseo sin consideración por el sujeto, con un predominio de la acción sobre la palabra. Compartimos funcionamientos maníacos de tipo cultural que se reflejan en los tratamientos psicoanalíticos, con un avance de mecanismos de desmentida, de perversión y aún de psicosis en las llamadas patologías con pasaje al acto, como la drogadicción, el suicidio, la anorexia, que velan los síntomas, conflictos y angustia de las neurosis clásicas.
Participamos de una cultura donde se intenta excluir de la vida el sufrimiento, la angustia, la muerte, el duelo. En la actualidad prácticamente han desaparecido los funerales, el luto, los recordatorios al difunto…
Podemos señalar que este deseo de exclusión o de rechazo del sufrimiento y de la muerte pareciera ser un equivalente del desprecio por aceptar los límites que tenemos dada nuestra condición humana.
Desde nuestra posición como analistas intentamos en nuestros consultorios generar un espacio que habilite al sujeto a enfrentarse con su propia palabra, con su angustia, con sus pérdidas y duelos a elaborar, a diferencia de una cultura social que favorece las experiencias de masificación y homogeneización.
Pareciera que una sociedad con estas características da lugar a formas subjetivas donde lo simbólico como el lenguaje, la reflexión, los lazos afectivos duraderos, los ritos funerarios adquieren menos importancia.
Es una cultura con un discurso que eleva a un primer plano los bienes materiales y va desplazando al discurso simbólico-histórico particular de lo humano.
El hombre es historia; psíquicamente no vive en el tiempo reloj. Su tiempo depende de la significación que le otorga a sus experiencias.
Pienso que como psicoanalistas -quizás hoy más que en otras épocas- tenemos que ofrecer nuestra escucha abriendo un espacio a cada sujeto en su singularidad y deseo, un espacio donde a través de su relato y la intervención del analista pueda ir elaborando sus duelos patológicos y sus síntomas. Un lugar compartido de conmemoración y subjetivación más allá del vértigo del mundo. Ya que es posible que nuestro malestar cultural se profundice, y sea la Ética del Psicoanálisis una de las herramientas que permita abrir una nueva brecha.
Bibliografía:
- Freud, Sigmund (1915) “Duelo y Melancolía”. Ed. Amorrortu, T.XIV, pág. 241.
- Morris David: “La cultura del dolor” Ed. Andrés Bello, Chile, 1994.
- Carlos Barredo, Isabel Dujovne, Oscar Paulucci y Daniel Rodriguez. “La misteriosa desaparición de las neurosis” Ed. Letra Viva, Bs. As. 1998.