Fanatismo, los fanáticos, vicisitudes del ideal del yo
Esther Romano, Kamran Alipanahi, APA
Definición:
En tanto el fanatismo per se no es un concepto psicoanalítico, nos proponemos pensarlo psicoanalíticamente y con la idea que resulta ineludible considerar cuestiones que trascienden la subjetividad individual y que abarcan fenómenos de masa.
La definición de la RAE alude al “apasionamiento y tenacidad desmedida en defensa de creencias y opiniones, religiosas o políticas”. En el diccionario de J. Corominas en referencia al año 1520, aluden etimológicamente al concepto proveniente del latín fanaticus, un derivado de fanum; relativo a lo frenético, exaltado en cuanto a sacerdotes de las diosas Belona y Cibeles que se entregaban a violentas manifestaciones religiosas. El vocablo fanaticus designaba a un servidor de un templo o fanum, especialmente a los porteros o vigilantes nocturnos que velaban con gran celo en el santuario.
Caracterización:
Sinónimo de desmesura, excederse en los límites en que la carga afectiva ligada a lo propio, sean convicciones o intereses es hipervalorada en contraposición al no reconocimiento de un afuera denigrado que, en condiciones extremas, es invisibilizado y se tiende a aniquilar. La condición tenaz, la persistencia en el tiempo alude a un exceso de fuerza, unidireccional, en que lo inamovible del objetivo es sinónimo de no-cambio.
Aún cuando las raíces de sus pulsaciones inconscientes sean diversas, la caracterización fenoménica de conjunto de sujetos que confluyen en modos de pensamiento de análoga lógica, se corresponden con representaciones sociales también análogas.
Las semejanzas que suelen trazarse con las asociaciones delictivas son débiles, pues en éstas hay conocimiento de la ley y lo que importa es transgredirla en provecho propio. Mientras que en los grupos fanáticos “su verdad” es lo que se intenta imponer como ley.
En nuestro tiempo, se tiende a asociar la idea de fanatismo con el fundamentalismo islámico, que abarca cuestiones ligadas a condiciones no sólo religiosas sino políticas, raciales, territoriales.
Otro uso, en su sentido extenso, fogoneado por el marketing de los mass media, es el de “fans” que llenan estadios: multitudes de seguidores de artistas, deportistas, predicadores de cultos diversos… Aquel que logra tener muchos fans se vuelve (crea) un lugar sagrado para ellos; ya que el fanatismo no es profano.
El fanático solitario:
Pueden precisarse las condiciones psíquicas del fanático solitario, patentizado en “el loco”. Con su cuadro delirante monotemático, aislado y absorto en “su verdad” en que su mundo es “el todo”. El resto, la humanidad, no existe.
El fanático aislado cree que su discurso no falla y es completo; el encierro en un repliegue narcisista patológico constituye una defensa contra la castración. Los hay en varios lados, por ejemplo el científico fanático. O incluso puede encontrarse algún psicoanalista fanático creyendo a ultranza que sus teorías propias nunca fallan; cabe suponer que quien, como paciente, se instalara ilusoriamente en la búsqueda de esa verdad única, quedaría adosado transferencialmente, a un tratamiento eterno.
Fanatismo y sistemas de creencias:
Al hablar de fanatismo se reconocen elementos en que los sujetos-sujetados a su sistema rígido de creencias se ligan con otros y, si bien persisten en su no-cambio, tienden a ampliar sus fronteras, ejerciendo técnicas de presión y de influenciación promoviendo la adhesión al sistema de creencias u opiniones del grupo.
Si la parte, en su origen, en su objetivo original, niega ser, en términos del conjunto, una fracción del todo… en el propósito ideal de incorporar a otros sujetos, a expandir sus fronteras… tiende a un objetivo superior, como es el de “dejar de ser parte para pasar a ser-el todo”.
Volvemos la mirada atrás:
En la historia del siglo XVI en Inglaterra, durante las luchas religiosas ante la autoridad del Papa dejaron redadas de muertos ante el propósito de expansión, enmascarado el resultado del avance territorial y el resguardo de intereses políticos.
En ese contexto histórico Shakespeare desenvolvió su obra poética. Era un mundo que patentizaba luchas intestinas por el poder, destronamientos, muertes. En su labor de dramaturgo, creó espacios especiales para la representación: eludiendo ser sancionado por la nobleza. En el personaje del bufón, tipificado como torpe, tonto, (fool en inglés), la obra shakespeariana transparentaba en el teatro isabelino aquello que en el ámbito de lo público o de las mentes ilustradas hubiera sido objeto de sanción y rechazo. El bufón se permitía criticar, decir “verdades”, escudado en su deformidad y en su simpleza.
Finalmente:
Resaltamos ante la noción de fanatismo la idea de una suerte de convicción delirante, sea de base religiosa o de reivindicación territorial ( que incluso pueden estar juntas) en que desde una comprensión tópica freudiana se reconoce una distorsión en la estructuración de los valores ligados al Ideal del Yo.
En su epigénesis reconocemos un narcisismo patológico sustentado en fallas en el Yo Ideal ante la discriminación del Yo; imposibilitando la asunción de bases firmes para la asunción de criterio de realidad. Ante la falencia yoica las relaciones intersistémicas con los mandatos superyoicos y los valores ideales de amor, belleza, verdad, justicia resultan dislocados.
Identidades frágiles características de emergentes de condiciones familiares, sociales que no han permitido el desarrollo de una noción sustentable de “un sí mismo” medianamente acorde a un buen vivir constituyen, en tiempos como el actual, el caldo de cultivo óptimo para que sujetos-sujetados a estados de zozobra existencial, busquen ligarse de manera “apasionada y tenaz” a grupos entronizados en torno a idearios aseguradores de pertenecer, ser aceptado, en un lugar sagrado…
Quienes se aúnan, por ende, sellan, con su juramento y con la insigna, estar asegurados, ser parte de un todo ilusoriamente protector… hasta la eternidad.