El acecho de lo Incierto
Rodolfo D’Alvia, APA
En estas situaciones de crisis, nos enfrentamos con innumerables aspectos que desconocemos. Normatizamos sobre alguna información y desde la ley, la imposición del aislamiento, categorizada como la histórica cuarentena.
En mi experiencia teórico – clínica, he observado que ocurre psico – socialmente en esos periodos, que no son solamente frente al virus como enfermedades, colegios pupilos, cárceles, donde existe una forma especial de espacio y tiempo.
¿A cuántas cuarentenas nos estamos refiriendo?; sin un orden de prioridades tratare de categorizar algunas. Nos encontramos con la forma clásica de quedarse aislado en la casa, y en contacto mínimo con otros en la búsqueda de necesidades básicas.
¿Pero qué ocurre durante el “encierro “en referencia a situaciones intimistas, afectivas, laborales, económicas, etc.?
En una primera instancia creo que se intensifica lo incierto, nuestras certezas se esfuman y al no poder prever lo que va a ocurrir duele soportar la espera.
No consuela que toda la humanidad esté implicada, aunque como decía Kant podríamos recurrir a nuestra tolerancia e inteligencia que nos permitiría tratar las incertidumbres que la vida nos va a seguir deparando. La mayor incertidumbre siempre está ligada a la muerte, y nos hace meditar sobre en qué tiempo esta situación ocurrirá.
Otra situación significativa va a incluir la relación con los otros, con los que tenemos que quedar forzosamente en contacto. ¿Quiénes son los otros y a quien nos representan? Aquí la extensión es enorme, puede ser nuestro compañero que nos acompaña, nuestro auxiliar, que nos vitaliza, pero también el que nos reactiva el encierro afectivo, nos prohíbe, nos vuelve a desampara y nos evoca la fragilidad de una vida de desatinos.
Creo en parte, que muchas personas que se escapan del aislamiento o rompen cualquier norma, son las que no pueden sostener o ser sostenidas por el modelo en el que predomina el desorden en los vínculos afectivos. Por supuesto puede intensificarse en el aislamiento el terror de reencontrarse con lo siniestro que hay en uno mismo.
Siguiendo con la línea del incumplimiento del aislamiento, creo que hay dos modelos que nos pueden ayudar a profundizar esta dificultad.
El primero, pasaría por la calidad del narcisismo patológico del afectado, en el que pueden predominar dos mecanismos psíquicos que el psicoanálisis describe con claridad: la disociación y la desmentida. La primera incluiría una desconexión, una división y falta de continuidad entre situaciones o hechos. Por ejemplo “si yo tengo dos casas yo soy la casa, y puedo hacer la cuarentena a mi antojo, en cualquiera de las dos”. Aquí no se medía la idea de traslado, allí se propaga el virus en forma potencial incalculable.
Nos encontramos con el segundo modelo psíquico que es la desmentida, donde predomina la desconexión de la percepción sensorial, que nos lleva a contradecir lo que ocurre, tratando omnipotentemente de cambiar, lo que a la mayoría le generaría beneficios, se vive contrariado, y reactivamente no se cumple la ley que seguramente está manipulada o equivocada.
Esto abre otro aspecto que toca la falta de confianza del que dicta la ley, la norma queda desvirtuada y el corona virus recibe proyectivamente las dudas que en otras áreas (economía, salud, educación) han generado decretos, normas, que no han solucionado el origen de los problemas.
Todas estas situaciones, han cambiado nuestros hábitos, (sacarse los zapatos, lavarse las manos con mucha continuidad, no besarse, etc.) por un lado generan esfuerzos e incertidumbres que no sabemos si son efectivas, sin embargo, creo que son acciones necesarias, que nos hacen tomar conciencia de los riesgos que existen, frente al acecho de lo incierto.