Algunas reflexiones sobre la verdad, el discurso del analista y el lazo social
Oscar A. Paulucci, Psicoanalista de APA
La cuestión de la verdad ha problematizado al ser humano desde siempre; el Psicoanálisis con el descubrimiento-creación del Inconsciente freudiano, nos lleva a pluralizar ‘la verdad’ y alejarla de una adecuación a la realidad para ubicarla en el horizonte de un develamiento, cercano a la aleteia griega.
Por qué me dices que vas a Lemberg para qué crea que vas a Cracovia cuando en realidad vas a Lemberg? Chiste con el que Freud nos muestra que se puede mentir con la ‘verdad’.
Efectos de verdad que tienen que ver, en el análisis, con el despliegue discursivo y la escucha del analista.
Pero hay acaso una verdad última, esa que nos pide que le revelemos el que padece….’Ud. que sabe…’ Podríamos conducirlo a Ud. qué sabe y no sabe que lo sabe… siga hablando.
Si es cierto que ‘yo, la verdad hablo’, dicha verdad se medio dice, no hay verdad absoluta, se medio dice por medio de las palabras. Estructura de ficción que caracteriza al orden simbólico que bordea, toca un real incognoscible, tal como lo muestra Freud en el ombligo angustioso de todo sueño y agrego, de todo discurso y escena humana.
El significante en tanto semblante implica estructuralmente una dimensión engañosa, que atrapa al sujeto. Más que de deseo de saber deberíamos decir que las luces sean tenues’, hay horror al saber. El yo es sede de la negación, un hábil político; un analizante reitera ante dichos de su mujer que le resultan insoportables, ‘no lo puedo creer’.
Si empieza a creer en lo que escucha tendrá que hacerse responsable de su posición de entrega sacrificial al Otro y lo que dicha posición fantasmática le garantiza.
Cuando Freud cuestiona como mentirosos a los sueños heterosexuales de su joven paciente, pierde de vista la posibilidad de analizar qué verdad hay en esos sueños.
La paradoja lógica de Epiménides ‘Yo miento’, se resuelve distinguiendo el plano del enunciado del plano de la enunciación. Desde éste, cuando afirmo yo miento, puedo estar mintiendo o diciendo la verdad.
En el lazo social inédito de un análisis, esperamos poder conmover las identificaciones y reescribir las repeticiones mortíferas del sujeto para que pueda situarse de otro modo ante sus modos de goce.
El lazo social está desde antes de nuestro nacimiento, nacemos en un mundo simbólico, donde, en el mejor de los casos nos espera un nombre y una escena deseante.
“El otro cuenta como modelo, objeto, auxiliar o enemigo”, nos dice Freud. El deseo humano, a diferencia del deseo animal que es deseo por un objeto, es deseo del Otro, constitutivo del sujeto humano, que es sujeto del lenguaje.
La complejidad de las vicisitudes en la constitución subjetiva del infans desde su lugar de objeto del deseo materno a sujeto deseante, y la intensidad de los conflictos amor-odio como los revela el psicoanálisis, nos alejan de cualquier pretensión idealizante del lazo social.
“Toda relación afectiva íntima y prolongada –pareja, amistad, padres e hijos– , contiene un sedimento de sentimientos de ‘desautorización y hostilidad’”.
Así, en el mito freudiano expuesto en Tótem y Tabú, la limitación del goce absoluto, y la instalación de la ley y la alianza fraterna están ligadas a un asesinato, el del del padre gozador, con la culpa retroactiva consiguiente.
El lazo social es un lazo entre los que hablan, es decir el discurso es lo que tiene –por la existencia del lenguaje– función de lazo social.
En épocas de declinación del discurso del amo –1968– y de mayor predominio del discurso tecnocientífico, Lacan elabora su teoría de los cuatro discursos.
Cada discurso genera un lazo social distinto y en cada uno la verdad oculta es diferente.
En este sentido, el discurso del analista está en las antípodas del discurso del amo, que es a su vez el del inconsciente. El analista ocupa el lugar de semblante del objeto causa del deseo, y convoca al analizante a la producción de los significantes que lo coagulan, mientras que la verdad a develar está ligada al saber inconsciente.
La verdad oculta del Discurso del Amo es que el amo está castrado en el origen, lo que la experiencia histórica permite verificar ante la caída abrupta de ideales o personajes que los encarnaban.
Si tomamos la perspectiva freudiana de ubicación de un ideal o persona en el lugar del Ideal del Yo en la constitución y sostenimiento de una masa artificial y de la ligazón entre los integrantes de la misma, la caída de los Ideales en la cultura, nos confronta por un lado con la multiplicidad de significantes amos en la cultura y por otra parte el llamado a un padre gozador, encarnado en significantes ligados a la muerte.
En 1972, Lacan enuncia una variante del Discurso del Amo, el Discurso del Capitalista en el que la verdad oculta de dicho discurso es un nuevo amo: el mercado. Locamente astuto, el Mercado ofrece la ‘libertad del consumidor’, para que entreteniéndose con los gadgets de la tecnología el sujeto infantilizado corra tras el pokemon go o llene la memoria de su smartphone con las autoeróticas selfies. Hay rechazo de la castración, y poco espacio para las cosas del amor y la ternura; pero la castración retorna como efecto mortífero del empuje del superyó gozador. Nada es verdad, todo está permitido, ‘Así habló Zaratustra’.
Un texto de Jean Claude Milner, ‘La política de las cosas’, analiza la situación actual de la política sin acto, donde las decisiones dependen de lo que ‘exigirían las cosas’, los intérpretes, economistas o políticos, frente a las cosas que ‘no encajan’ y las evaluaciones consiguientes, se atienen a una ‘lengua pobre e ideas disecadas’ para explicarnos sus medidas. El parletre o hablante es objeto de manipulación del mercado lo que incrementa la segregación de grupos cada vez mayores como Freud lo advirtió en el Porvenir de una Ilusión.
El Psicoanálisis no puede operar en los totalitarismos donde no se tolere la disidencia discursiva; la democracia permite la pluralidad de significantes amos y por lo tanto de las opiniones diversas. A la vez hay un reinado de la opinión y sobre la opinión; la actualidad se construye a través de spots, títulos, comentarios y marketing político. Las encuestas condicionan de un modo utilitario el contenido del discurso político y los medios de información masiva nos conectan con la narrativa de la vida cotidiana. Noam Chomsky, nos relata de un modo muy claro la influencia de los medios en la configuración de la opinión pública.
Si los hechos, son hechos de discurso, y la realidad es ficcional -en el sentido de la teoría de las ficciones de Bentham- los acontecimientos se establecen en una historización primaria, las sucesivas reescrituras y relatos, quizás permitan a la sociedad, inscribir alguna diferencia en la repetición. El quizás está vinculado al olvido que muestran encuestas locales hechas a estudiantes secundarios con respecto al ‘Nunca más’ y las pobres referencias de estudiantes europeos con respecto al Holocausto… y a las reescrituras que hicieron los españoles de la historia escrita de los Mexicas o Aztecas…
Para ir concluyendo, algunas consideraciones cuando el lugar de la mentira y la impostura generalizada es el eje de una política, que tienda a la desaparición del semejante.
Myriam Revault, en ‘Lo que el hombre hace al hombre’, plantea que en el nazismo hubo inversión del ‘no matarás’ en ‘matarás’, en aras de la ‘limpieza étnica’, subordinación a una ley que era la del capricho del jefe, del amo y creación de un mundo ficticio.
Videla, dijo en 1979: “El desaparecido es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad… no está ni muerto ni vivo, está desaparecido”.
Años después me consulta una mujer que se presentaba deprimida y ansiosa, me cuenta que su hijo varón salió un día de la casa con el auto y nunca regresó, desesperada junto a su marido llegaron a golpear puertas de cuarteles y oficinas de gobierno, donde les decían que quizás se hubiera ido por decisión propia…..La desmentida sobre el hijo era tan extrema que en una sesión le dije que parecía que le cuestionaban hasta la existencia misma de ese hijo. Acompañándola en la elaboración de su duelo, en un momento decidió que iba a regalar la ropa de su hijo, ese día, nombró como muerto a su hijo.
Al poco tiempo, en una despedida emocionante, partió al país donde residía su hija.
Con el predominio del discurso de la tecnociencia y el discurso religioso fundamentalista, el sacrificio a los Dioses Oscuros, al decir de Spinoza no deja de acecharnos.
Desde nuestro lugar de practicantes del Psicoanálisis, pretendiendo ser contemporáneos en el sentido de Agamben, es decir con algo de distancia y anacronismo con respecto a lo actual, apostamos a una ética del Psicoanálisis que preserve el lugar al sujeto, su singularidad y lo ayude a sostener su deseo.