Acerca de la esperanza

Por Sergio Sinay, publicado en revista Sophia (08-11-2019)

No hay esperanza sin miedo ni miedo sin esperanza. Esto pensaba el filósofo judío holandés Baruch Spinoza (1632-1677), hombre de vida breve y difícil, a quien se respeta como uno de los tres grandes pensadores racionalistas de todos los tiempos (los otros dos son Descartes y Leibniz). La razón y no los sentidos, siempre falibles, es la que puede darnos verdadero conocimiento de la realidad, sostenía Spinoza, quien definía a Dios como una sustancia esparcida en todo lo existente, identificándolo con la Naturaleza.

Estas ideas le valieron en su tiempo la dura enemistad, a veces con visos de persecución, de las autoridades religiosas y de los teólogos. Hoy, reivindicado por la profundidad y la solidez de sus pensamientos, y la coherencia de su vida, Spinoza es un filósofo intelectualmente vivo que influye fuertemente en pensadores de la actualidad…

 Su afirmación de que esperanza y miedo son inseparables merece ser atendida en estos tiempos de incertidumbre y, a menudo, de pesimismo.

Como señala el filósofo francés contemporáneo André Comte-Sponville, Spinoza muestra que quien espera teme ser decepcionado, mientras que quien teme, espera ser tranquilizado. Y en ese territorio ambiguo florece y habita la esperanza. A diferencia del optimismo, ella no da nada por sentado, no augura un porvenir venturoso. Dos pensadores británicos que se han ocupado de esta cuestión (Roger Scruton en Los usos del pesimismo y Terry Eagleton en Esperanza sin optimismo) ven en el optimismo puerilidad y banalidad.

El optimista, dicen, confía por una simple cuestión de fe en que todo va a estar bien y que no puede ser de otra manera. De modo que nada hay que hacer, solo aguardar. Hay en él cierta ceguera hacia la realidad y un ejercicio del pensamiento mágico infantil. Y, en el fondo, un dejo de irresponsabilidad respecto de la situación y de sus efectos.

“A diferencia del optimismo, la esperanza empieza por el reconocimiento a menudo doloroso de que algo o todo está mal, de que la oscuridad prevalece sobre la luz, de que el dolor se está imponiendo a la alegría y el desasosiego a las certezas. Es desde allí que el esperanzado piensa y siente que es necesario hacer algo, que nada mejorará por sí solo…»