Construcción y destrucción de subjetividades colectivas

Gabriel Finquelievich (APA)

A través del recorrido que hace Freud, que va de la caída de la omnipotencia infantil como forma de manejar la indefensión hasta la aparición del pensamiento científico, intentaré mostrar cómo lo social es desarrollado en este proceso donde se construyen y se de-construyen las subjetividades colectivas.

Cuando el hombre renuncia a su propia omnipotencia, a dominar la naturaleza por medio de sus conocimientos, cuando ellos dejan de ser suficientes, primero proyecta en la creencia de un ser supra humano, con el poder de dar respuesta a los interrogantes que por sí sólo no puede resolver, con la esperanza de que su angustia frente a lo desconocido y los interrogantes no resueltos sea subsanada por las explicaciones doctrinales que organizan las religiones en la creencia de Dios –a quien se inviste de la omnipotencia perdida– y con la aceptación pasiva a sus respuestas que no sólo ponen coto a la angustia frente a lo desconocido sino que también generan una posición identitaria determinante de un orden y una organización social en sus feligreses.

La sumisión absoluta a este saber lleva a posiciones ligadas al fanatismo en las que la doctrina no puede ser cuestionada –y según mi modo de entender– el sujeto queda sometido a este sistema explicativo que no admite el cuestionamiento y planteo de nuevos interrogantes que abrirían nuevamente la posibilidad de investigar y encontrar nuevas respuestas sobre un saber que –aunque sin dejar de ser posiciones provisorias– permitirían la aparición de un nuevo mundo de ideas, capaz de ampliar el conocimiento sobre un hecho o saber.

La sumisión absoluta a un discurso idealizado (doctrinal) como saber absoluto lleva a las instituciones científicas y a sus miembros a una cerrazón intelectual que pone en riesgo la existencia del objeto de estudio que da el fundamento a la existencia de lo institucional.

Los interrogantes cesan, los fundamentos de su objetos de estudio y las ideas que los sostienen comienzan a ser vistos como perimidos, y la investigación comienza a tomar categorías de otros saberes que si bien no dejan de ser eficaces alejan la ampliación del marco conceptual de la propia disciplina.

Freud da cuenta de un tercer momento en relación a la adquisición de conocimientos y es aquel que permite tolerar la angustia frente a saberes no advenidos, poder sostener los interrogantes y en el camino de la investigación encontrar otras respuestas explicativas posibles.

Cuántas veces la angustia social tiene como base la angustia frente a lo desconocido, la desesperanza que dicha situación produce y los estados de pánico que paralizan o promueven actuaciones que generan un estado de destructividad colectiva.

Momentos en que los miembros de una sociedad quedan en situación de sostener ofrecimientos mesiánicos que le permitan ilusoriamente reconstruir los narcisismos individuales y colectivos devastados por estados de incertidumbre social que dejan a la población con un sentimiento de derrota .

El psicoanálisis tiene la posibilidad de dar cuenta de los acontecimientos citados y crear dispositivos en lo social que colaboren a recuperar la tolerancia de las incertidumbres creadas y recuperar la racionalidad y la esperanza.

La profundización del estudio del narcisismo y sus vicisitudes, especialmente cuando este se quiebra por déficits originarios o por situaciones traumáticas de profundo desamparo psíquico y social, generadoras de procesos regresivos en lo psíquico individual y social, es –a mi modo de entender– un camino más para que nuestra ciencia ayude a emerger de las grandes catástrofes sociales infligidas a poblaciones enteras con el fin de someterlas.

Tal vez alguna de las demandas que tiene el psicoanálisis desde lo social tenga que ver con la reconstrucción de aquello que unía a los primitivos, me refiero al linaje (Kinship), lo que hace referencia al origen, a la pertenencia comunitaria totémica, y a la relación con el otro humanizado en esa pertenencia en común que se simbolizaba en el banquete. Ser parte de una sustancia común (pertenencia comunitaria).

Las nuevas formas de dominación social desarticulan el sentimiento de la vivencia comunitaria, generando estados desubjetivantes a través de identicidios colectivos haciendo desaparecer la convivencia con el semejante y ubicando a poblaciones enteras en el plano de lo siniestro, de ser extranjeros entre sí. Lo familiar se vuelve extraño, no identificable en lugar de posibilitar y consolidar el pensar al otro desde el Kinship.

Para finalizar, me pregunto entonces, ¿puede el Kinship –anterior a las organizaciones religiosas y políticas, esa sustancia común que da sentido de una existencia– ser pensado como un proceso de identificación primaria y como tal, propiciar una identificación que sostenga al sujeto como existente, cómo ser humano subjetivizado?