Das Unheimlich
Pola Woscoboinik, APA
En la traducción de las obras freudianas publicada por Rosenthal (1943) figura “Lo siniestro”; en la de Amorrortu como “Lo ominoso”(tomo XVII-1979).
Freud dio a conocer este trabajo en el otoño de 1919, pero es indudable que la temática del mismo rondaba en sus pensamientos desde tiempo atrás. En una nota al pie de página de Tótem y Tabú en 1913 distinguía en la “compulsión de repetir” algo del carácter demoníaco. Y en carta a Ferenczi a principios del 1919, le comentaba que tenía preparada esas reflexiones para una próxima publicación.
La fecha de la publicación es poco después de transcurrido un año de la terminación de la Primera Guerra Mundial. Verdadera catástrofe terrorífica en términos generales y también en lo personal ya que tanto sus hijos varones como algunos de sus yernos habían sido convocados para luchar en el frente. Uno de sus hijos resultó muerto.
Por otra parte, antecede en un año a la publicación de Más allá del principio del placer (1920,) texto que ya tenía escrito y en el que la clave era analizar a fondo las distintas circunstancias que llevan a la compulsión a repetir. Sabemos que este último trabajo constituyó una verdadera bisagra en sus planteos metapsicológicos. Roussillon habla de una segunda metapsicología y Green se refiere a estos momentos como “el giro de los años locos”. Muchas de sus conceptualizaciones fueron revisadas y modificadas.
Lo primero que Freud señala es que Das Unheimlich es el negativo –por el prefijo un– de Heimlich término que en alemán significa “lo familiar conocido, lo cotidiano“ y le da a esta contribución un tratamiento muy especial. Se interesa en rastrear de manera minuciosa cómo se designa el concepto en diferentes idiomas, incluso en latín y en hebreo, lenguas “muertas¨ estudiadas sólo por especialistas. El hebreo fue renovado a partir de la constitución del Estado Israelí. Revisa diferentes diccionarios de griego, español, francés, italiano, portugués. Y encuentra así diferentes acepciones: lo Unheimlich como extraño, ominoso, inquietante, lúgubre, siniestro, demoníaco, horrendo, ajeno, no confortable, secreto. Inquietante extrañeza. Y muchos otros. Incluso, llega a transcribir textos de diferentes escritores que incluyen dicho término en sus descripciones. Hace lo mismo con Heimlich y subraya una característica muy importante para su investigación: esta palabra conlleva una cierta ambigüedad ya que si bien se refiere a lo familiar, puede pasar repentinamente a convertirse algo en misterioso y extraño. Éste es el punto: lo señala en un escrito de Klinger, autor de la obra Theater, en la que el mismo expresa: … “El significado de lo escondido y peligroso se desarrolla aún más, de suerte que lo Heimlich cobra el sentido que suele asignarse a lo Unheimlich. Asi, a veces, se me ocurre como que alguien anda por la noche y cree en aparecidos: cada rincón se le antoja Heimlich y espeluznante”.
Cita a Schelling: « Es Unheimlich todo aquello que estaba destinado a permanecer oculto, ha salido a la luz». Alusión a un secreto familiar que no debería haberse develado.
¿Es así como debemos entender la dinámica de lo Unheimlich a lo Heimlich?
Por otra parte no debemos olvidar que Freud era judío y en idish (dialecto proveniente del alemán que hablaron y hablan los judíos askenazis), lo Heimlich es taxativamente lo familiar conocido.
Desde el comienzo de sus reflexiones señala que «la compulsión a la repetición” se asocia a lo Unheimlich. Algo de lo misterioso y extraño aparecen en su naturaleza.
La noción de compulsión a la repetición es central en la metapsicología freudiana. Aún ya cerca de su muerte, en unas notas sueltas, sigue destacando que son las primeras vivencias de un bebé que ha sufrido situaciones traumáticas, las que se repetirán siempre. Son experiencias que lo han llevado a instrumentalizar la desmentida, provocando la escisión del yo.
Para abordar lo Unheimlich Freud parte del análisis de un cuento-ficcion de E.T.A Hoffmann (1776-1822) que forma parte de sus «Cuentos fantásticos», en los que siempre aparecen aspectos de lo ominoso y terrorífico. Se trata de El hombre de la arena cuyo protagonista central -Nathaniel- recuerda en principio su infancia, signada por una angustia profunda. La misma tenía origen en la amenaza de la aparición de ese personaje –el hombre de la arena– que, según su madre, aparecía cuando los niños no querían ir a dormir en el horario indicado. Entraba en la habitación y les arrancaba los ojos de los niños, dejándolos sangrando. En el cuento entran a jugar otros personajes: el abogado Coppelius, que viene seguido a conversar con el padre; Olimpia, una muñeca animada por un mecanismo de relojería, que Freud interpreta como la parte femenina de Nathaniel y más adelante un vendedor ambulante de “barómetros”, en realidad anteojos y larga-vistas, llamado Cóppola. Nathaniel cree encontrar en él a Coppelius; también la novia y el futuro cuñado, etc. El recuerdo fundamental de Nathaniel es que queriendo conocer la verdadera identidad del abogado que le intriga e inquieta, se esconde en la sala donde éste se reunía con el padre y cree ver que ambos se acercan a un bracero y manejan pedazos de carbón encendidos. Cuando es descubierto imagina que luego aparecerá Coppelius y le quemará y arrancará los ojos. A los pocos días Nathaniel enferma y el padre muere. Circunstancia fundamental: lo más destacable para Freud en cuanto a lo ominoso es el significado simbólico de los ojos. Además de lo que en forma cotidiana observamos en cuanto al valor de los ojos y la posibilidad de mirar, hay una suerte de desplazamiento por el que los ojos son equiparados al órgano sexual masculino en todo su valor. Perder los ojos es perder el pene, amenaza siempre presente por amor a la madre y la rivalidad con el padre frente al cual tendrá que renunciar para evitar esa pérdida. Todo reenvía al complejo de castración que es, sustancialmente, “lo terrorífico”. El cuento termina en tragedia con el suicidio de Nathaniel que se arroja desde la cúpula de una torre donde había ido con su novia al creer reconocer entre la multitud que pasea por la plaza a Coppelius. Como expresa Freud mismo sintetizar este relato es sumamente difícil. En su análisis interpreta que el hombre de la arena representa al padre amenazador.
A la vez que destaca que todos los cuentos de Hoffman, como ya lo señalé, tienen aspectos ominosos. Ejemplifica con “Los elixires del diablo”. Sólo da un dato de la vida de Hoffmann: había pasado una infancia muy desgraciada porque cuando tenía tres años, el padre se había ido del hogar sin volver nunca.
Pasa entonces a considerar una experiencia personal, en la que vivenció lo inquietante y lo siniestro de una repetición. Relata haberla vivida en un estado de tipo onírico. En una tarde calurosa, caminando por una ciudad italiana desconocida, se encuentra de pronto en un barrio en el que por las mujeres que se observan, no es difícil inferir que se trata de una zona de prostitución (Freud no lo dice con este término pero lo da a entender con claridad). Trata de alejarse del lugar y después de caminar por varias calles descubre sorpresivamente que llega de nuevo a esa zona. Repite su maniobra para alejarse por segunda vez y de nuevo, por tercera ocasión se encuentra transitando por las mismas calles. El hecho se repite, no es producto de la casualidad. Concluye, después de analizar varias situaciones del mismo tenor que “el imperio de una compulsión de repetición, depende a su vez, de la naturaleza más íntima de las pulsiones; tiene suficiente poder como para doblegar el principio de placer; confiere un carácter demoníaco a ciertos aspectos de la vida humana….”.
Pasa entonces a abordar una vivencia que se torna ominosa por lo extraña y desconcertante. Acompaña al niño normalmente cuando todavía su yo no ha madurado y no puede distinguirse él mismo de los otros. Se trata del fenómeno de “el doble”, que en un primer momento se vivencia como benéfico, ligado a un narcisismo que podríamos llamar “de vida”, siguiendo a Green. Doble imaginario que acompaña y contiene. Pero que luego, cambia de signo y precisamente pasa a ser inquietante, entrañando el terror a la muerte.
Aquí también menciona una experiencia personal ocurrida cuando realizaba uno de sus tantos viajes: “ Me encontraba en mi camarote cuando un sacudón un poco más violento del tren hizo que se abriera la puerta de comunicación con el “toilette” y apareció ante mí un anciano señor en ropa de cama y que llevaba puesto un gorro de viaje., Supuse que al salir del baño, situado entre los dos camarotes, había equivocado la dirección y que por error se había introducido en el mío. Me puse de pie para advertírselo, pero me quedé atónito al darme cuenta que el intruso era mi propia imagen proyectada sobre el espejo sobre la puerta de la comunicación… ¿Y el disgusto no sería un resto de aquella situación arcaica que siente al doble como algo ominoso?” En sus reflexiones sobre el doble no deja de considerar el libro con ese mismo título de Otto Rank, con coincidencias y algunos otros enfoques de neto corte psicoanalítico.
Va refiriéndose asimismo a muchos fenómenos patológicos –como los estados convulsivos y las ausencias en las epilepsias– y circunstancias un tanto extrañas –como la telepatía o de telekinesis– que presentan rasgos de lo Unheimlich. Hace hincapié en el animismo, la magia, los ensalmos, la omnipotencia de pensamiento y muchas otras situaciones.
Finalmente, se detiene en lo ominoso cuando se da en la ficción –los sueños, la creación literaria, la fantasía– que a su parecer merece ser considerado aparte. La oposición que suele establecerse entre reprimido y superado, no puede trasmitirse a lo ominoso como sucede en la creación literaria. Aquí prima la licencia de alejarse del principio de realidad. Lo mismo en el mundo de las fantasías. Es una concesión aceptada y hasta necesitada. En una comparación entre las producciones literarias y sucesos de la realidad resalta una diferencia de peso. “Muchas cosas que si ocurrieran en la realidad serían ominosas, no lo son en la creación literaria. Ello nos señala que deberíamos establecer un distingo entre lo ominoso que uno vivencia y lo ominoso que uno meramente se representa o sobre lo cual lee”.
En sus últimas reflexiones apunta a personajes de obras literarias teatrales como Hamlet, Edipo, Fedra y muchos otros que sufren situaciones realmente ominosas mientras que las vivencias personales de soledad, el silencio y la oscuridad, estados a los que se anudó la angustia infantil, nunca se extinguen por completo viviéndose no pocas veces como ominosas.