De la poesía y el psicoanálisis

Laura Katz, APA

Decidí entrar en la poética de Alejandra Pizarnik y me perdí entre sus poemas.

Fue como iniciar un viaje en donde no existió un recorrido, tuve que romper un orden y lanzarme a caminar por lugares desconocidos.

Sabía el final antes de emprender el camino. Tuvo un final joven con estaciones en ese recorrido; estaciones con amores no correspondidos, con miedos, con angustias, y la constante sombra de la locura que acechaba todo el tiempo.

Su mundo fue la palabra y su ámbito el poema. Delfina Muschietti los define como “poemas menudos, concisos e infinitos en su capacidad de desplegar sentidos”1. La carencia, la debilidad o la impotencia frente a la vida, no era incompatible con su escritura. El vivir y el escribir se fundieron en una “madriguera creadora “con toda la potencia deseante en pleno funcionamiento.

Lo que marcó su obra poética fue el acto de desapropiarse de la propia escritura, y es lo que posibilita que la obra de Alejandra Pizarnik pueda ser leída. Es allí, en el lugar de lector, donde se pueden reunir las diferentes huellas que conforman lo escrito.

De qué habla Alejandra Pizarnik en su poesía, cito:

“sólo palabras
las de la infancia
las de la muerte
las de la noche de los cuerpos”

(Los pequeños cantos. II. sólo palabras)2

¿Y desde dónde escribe?

Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.”

(Fragmentos para dominar el silencio)

Ese salto al vacío donde nada rima con nada, la palabra poética en sí misma, esa casa del ser donde a la enamorada del viento se le vuela el tejado por ese mismo viento. De esta “declaración de principios” se desprende su posición en el habla. Decide “pararse en la tormenta”, “en la intemperie”, “en un lugar al viento”3.

Su escritura no necesita atravesar ningún “desciframiento hermenéutico”, su destino se aleja diametralmente de la clarificación de un sentido o de una verdad.

Leer su poesía es recorrer la obra de una escritora en donde no hay consejos ni verdades absolutas, no hay propósito de moralizar, no hay enseñanza ni moraleja, sólo hay otro de lo cotidiano, inasible y perturbador. Hay un salto al vacío, a otro espacio, a otro pensar. Pizarnik abrió el lenguaje hacia un espacio en donde se detiene el poeta tratando permanentemente con una lengua que se muere y que resucita todo el tiempo. Su escritura se acerca a una “topología irracional”4, que permite divisar luces y oscuridades haciendo “palpable lo invisible para los ojos de los demás “aprendiendo “a ver la máscara en lo que aparece como naturalmente visible”.5

¿Cómo es escuchar la extrañeza de sus poemas sin prejuicios, disponerme a una “escucha flotante”6, como propone Delfina Muschietti?

La “escucha flotante” me resuena en mi posición de psicoanalista y me envía a Freud y a la regla fundamental: “la atención flotante” y encuentro puntos de contacto.

Cuando Freud describe la regla de la atención flotante en “Consejos al médico” (1912) no habla de comprensión, ni de intuición, ni de saberes instituidos que dirigen la escucha, habla del dejarse sorprender por el discurso del paciente.” Es poder acceder, por medio de elementos de apariencia insignificante, que escapan muchas veces a lo comprensible, a puntos nodales de las cadenas asociativas”7. Se trata de una escucha que está más allá del acorde o de la armonía. En el espacio del análisis se escucha lo que allí se articula y lo hace existir para que pueda ser transformado.

Entonces ¿en qué lugar se encuentran la poesía y el psicoanálisis?, ¿cuál es la dirección de la interpretación en psicoanálisis?, y ¿qué articulación hay entre la poesía y la interpretación’?

Así como el psicoanálisis se funda en el deseo que se sostiene en la palabra, la poesía es también un hacer con las palabras. ¿Cuáles son las fuentes para acercarnos a la escucha analítica? se pregunta Freud al final de su estudio de la Gradiva. Dice que probablemente tanto el psicoanálisis como la poesía se nutran de la misma fuente y que trabajen con objetos idénticos, sin embargo, aclara la diferencia. El poeta “dirige su atención a lo inconsciente dentro de su propia alma, espía en sus posibilidades de desarrollo y le permite la expresión artística en vez de sofocarla mediante una crítica consciente”8, en cambio el psicoanalista en su interpretación produce una operación de desarticulación para producir un efecto de sentido.

Si bien existen estas diferencias, tanto en el psicoanálisis como en la poesía son dos lugares cuya consigna principal es dejarse decir algo por el texto, para disponerse a la más pura resonancia. La palabra poética como la analítica comparte el hecho de que su saber posee un tope, o sea, que lo indecible es causa del decir.

“Basta escuchar la poesía-escribe Lacan- para que se haga escuchar en ella una polifonía y para que todo el discurso muestre alinearse sobre los varios pentagramas de una partitura”9.

Notas al pie

  1. Muschietti, D. Una luz cegadora Nota en Suplemento Radar.  Página/12. Argentina, julio del 2001
  2. Los versos que componen “Los pequeños cantos” fueron publicados en la revista Árbol de Fuego, Nª 45, Caracas, 1975
  3. Galarza, J. Alejandra Pizarnik-La vida jugada en el lenguaje. Presentación realizada en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino. Agosto 2007
  4. Aira, C. (1998) Alejandra Pizarnik. Buenos Aires. Beatriz Viterbo Editorial
  5. Muschietti, D. Alejandra Pizarnik y después: de la niña asesinada al punto de fuga. En Culturas del Río de la Plata (1973-1975) Trasgresión e intercambio, p. 223.
  6. Este concepto Delfina Muschietti lo propone para escuchar lo que poema y su ritmo dicen. Si bien lo toma de Freud aclara que es una técnica alejada de la práctica de la “cura”.
  7. Korin, V. Cómo está el analista concernido en la cura. Trabajo presentado en la Comisión de Publicaciones de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Mayo 2005
  8. Freud, S. “El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen” (1907). Obras completas. Vol. IX. Buenos Aires: Amorrortu, 1979.
  9. Lacan, J. (2008). Cap. 1 El sentido de la letra. En Escritos 1. La instancia de la letra inconsciente o la razón desde Freud. Buenos Aires. Siglo XXI Editores. (p.p 470).