¿A favor de la mentira?

Por Dr. Fernando Weissmann, Psicoanalista, miembro didacta de la APA, con especialización en Niños y Adolescentes; Marta Kraves, Psicóloga psicoanalista, miembro de APA. y Mabel Rosenvald, Psicóloga psicoanalista, de la Escuela de Psicoterapia.

La primera fuerza que dirige el mundo es la mentira.

Jean-François Revel
Peter Gay. Epígrafe, buscador de la verdad (S. Freud).

Ya Otto Rank en abril de 1909, (según consta en las actas de las reuniones de los miércoles de la Sociedad Psicoanalítica de Viena) afirmaba que:

“Todas las mentiras tienen el carácter de una transacción”, contienen algo de verdad así como cierta tendencia al cumplimiento de deseos, características que pueden descubrirse con facilidad en cualquier mentira.

Mentiras infantiles:

Una de las mentiras infantiles típica que se observa frecuentemente, es la que aparece en un niño cuando nace un hermanito/a.

Como sabemos por S. Freud en “La interpretación de los sueños”, en el capítulo de los Sueños Típicos, referido al deseo de muerte de personas queridas, los hermanitos no son habitualmente bien recibidos. Las expresiones de malestar y molestia por la presencia del intruso son manifestadas abiertamente y -por ejemplo- pueden manifestar dichos como “que se lo lleven, devuélvanlo, quiero que se muera,” etc. Pero ante la presión de los padres y la amenaza de no ser querido aprende rápidamente que estas expresiones no son bien recibidas y que, si las formula abiertamente, puede llegar a perder el amor de sus padres. Es así que comienza a disimular su enojo, celos, envidia, rivalidad, etc. Muestra entonces que empieza a “aceptar” al “hermanito querido”, a elogiarlo y a tener demostraciones de cariño que los padres alaban públicamente.

Aprende por lo tanto a “esconder” sus sentimientos y a expresar en palabras sentimientos que no tiene, pero que le conviene tener para no recibir críticas o castigos o –lo que es peor aún– la pérdida del amor.

Advierte entonces el niño que los adultos no conocen los pensamientos más íntimos, que anteriormente creía que eran imposibles de ocultar a los ojos de los mayores, quienes todo lo sabían. Es así que descubre la mentira, con gran satisfacción, porque le permite mantener su intimidad y privacidad a los ojos y oídos de los padres y de los adultos en general (Piera Aulagnier).

En esta descripción podemos observar que el niño aprende a no expresar la autenticidad de sus sentimientos, en aras de obtener la aceptación y el amor de sus padres. Disimula su hostilidad y termina diciendo y haciendo lo que los padres esperan de él o lo que él supone que esperan de él.

Guarda para sí los verdaderos sentimientos que no deben traslucirse, utilizando la mentira para ocultar sus secretos.

Es éste un descubrimiento que el niño hace y que implica un avance muy importante en su desarrollo psíquico.

Lo cual lo lleva a darse cuenta que posee un mundo propio, un mundo al que los otros no pueden acceder y que está separado de los demás.

Toma conciencia que es “dueño” de las cosas que puede guardar para sí. Sus pensamientos y sentimientos le pertenecen y puede ocultarlos y retenerlos.

La antigua y necesaria relación de indiferenciación entre él y su madre, la simbiosis (M. Mahler) que le permitió sobrevivir a la indefensión producida por la inmadurez biológica y psicológica del infante humano, quedó atrás.

El recurso de la mentira es una comprobación más, de que está separado y le permite percibir que puede tener pensamientos y sentimientos, que puede guardar para sí y que los demás no pueden conocer.

Son numerosas las adquisiciones que el niño realiza a lo largo de su desarrollo, lo cual nos facilita advertir una creciente autonomía: la marcha, el lenguaje, y la constancia objetal y –desde nuestra perspectiva– incluimos también el descubrimiento de la posibilidad de mentir.

“Para el adulto más o menos normal, la experiencia de sí mismo como alguien que está plenamente “en “y a la vez plenamente separado del “mundo que está ahí afuera”, es algo que se da por sentado como un dato propio de la vida. La conciencia de si mismo y el estar absorbido sin conciencia de si son dos polaridades entre las cuales el adulto se mueve con variable facilidad y con variables grados de alternancia o simultaneidad. Pero esto resulta también de un proceso de lento desarrollo.” (M. Mahler).

Podemos observar en la clínica dos situaciones extremas, en lo que respecta a la interrelación verbal con el otro, ya sea que el paciente exprese “todo” sin guardarse nada (diarrea verbal, verborragia, etc.) o se cierre sobre sí mismo (autismo, introversión, hermetismo, etc.).

A su vez, el niño frente al nacimiento del hermano comienza a preguntar. Cuando pregunta quiere decir que hay algo que le falta conocer, que no le cierra, que necesita completar. El pequeño investigador, no se conforma con lo que le dicen, con lo que puede ver, va mas alla…

De “Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci” de S. Freud, destacamos el siguiente párrafo muy ilustrativo:

“…Del apetito de saber de los niños pequeños es testimonio su infatigable placer por preguntar, enigmático para el adulto mientras no comprenda que todas esas preguntas no son más que circunloquios, y que no pueden tener término porque mediante ellas el niño quiere sustituir una pregunta única que, empero, no formula. Cuando el niño crece y comprende más, suele interrumpir de pronto esta exteriorización del apetito de saber. Ahora bien, la indagación psicoanalítica nos proporciona un esclarecimiento cabal: nos enseña que muchos niños, quizá los más y en todo caso los mejor dotados, atraviesan hacia su tercer año de vida por un período que puede designarse como el de la investigación sexual infantil.”

Freud sostiene que la investigación sexual infantil es despertada en el niño alrededor del tercer año de vida, por un acontecimiento que viene desde el afuera, que es la amenaza producida por el nacimiento consumado o simplemente temido de un hermanito.

“…por lo que sabemos, el apetito de saber no brota de manera espontánea en los niños de esa edad, sino que es despertado por esta importante vivencia en que el niño ve una indudable amenaza para sus intereses egoístas. La investigación se dirige entonces a averiguar de dónde vienen los niños, como si el niño buscara los medios y caminos para prevenir ese indeseado acontecimiento. Así nos hemos enterado, con asombro, de que el niño rehúsa creencia a las noticias que se le dan; por ejemplo, rechaza con energía la fábula de la cigüeña, tan rica en sentido mitológico, y desde ese acto de incredulidad data su autonomía espiritual. A menudo se siente en seria oposición a los adultos y de hecho nunca les perdonará que le hayan escatimado la verdad en esa ocasión.” (S. Freud).

En “El esclarecimiento sexual de los niños” Freud sostiene que “Las respuestas en la crianza de los niños menoscaban su honesta pulsión de investigar, y casi siempre tienen como efecto conmover por primera vez su confianza en sus progenitores; a partir de ese momento, en la mayoría de los casos empiezan a desconfiar de los adultos y a mantenerles secretos sus intereses más íntimos”.

Destacamos que el término que utiliza Freud es GLAUBE que tiene que ver con creencia en sentido religioso, con fe, y con pensar, que es autonomía intelectual (espiritual) porque lo diferencia de las respuestas que los padres le han dado.

Nosotros pensamos que independientemente que los padres mientan o digan la verdad, la no coincidencia entre lo que le dicen y lo que él piensa es lo que alimenta la desconfianza. Y advertir la no coincidencia trae como consecuencia la percepción de la diferencia y por lo tanto que puede tener pensamientos propios.

Al mentir el niño imita a los adultos que le ocultan los hechos de la vida sexual y le mienten dándole información falsa al respecto, a partir de entonces el niño se arroga el derecho de mentir.

“A menudo escuchan con una desconfianza profunda, aunque casi siempre silenciosa, cuando les es contada la fábula de la cigüeña”

Freud sostiene en Tres ensayos, que “la investigación sexual de la primera infancia es siempre solitaria; implica un primer paso hacia la orientación autónoma en el mundo y establece un fuerte extrañamiento del niño respecto de las personas de su contorno, que antes habían gozado de su plena confianza”.  Después de todo como afirma Koire: “la mentira es esta facultad asombrosa de decir lo que no es”.

Las bastardillas son nuestras.