Las mujeres y la literatura

Graciela V. Consoli, APA

Lo femenino nos convoca y podemos encontrar muchos aspectos de ello en el arte pictórico, en la literatura, o en la música. Las mujeres han sido inspiración de muchos artistas de diferentes corrientes, y a la vez, con esfuerzo lograron también ellas expresarse en las diferentes artes que durante muchos siglos sólo pertenecían a los varones.

Beethoven le escribió a su amada Elisa su obra homónima tan conocida. En la pintura grandes pintores, hombres todos ellos, impusieron un modelo de mujer que debía imperar en cada etapa de la historia, así Leonardo nos dejó su Gioconda y Botticelli sus mujeres todas ellas réplicas de su amor por la hermana de Américo Vespucio, según se dice por allí. Desde las pinturas religiosas en donde se ve a María o a su madre Ana y alguna diosa mitológica, hasta las mujeres eróticas y desafiantes que Klimt contrapuso a las señoras de la alta burguesía vienesa, todas reflejan lo que los hombres dictaban que debían ser las mujeres de cada una de sus épocas.

En la literatura también se mostraron las características de esas mujeres y sabemos que lo femenino ha tenido diferentes maneras de expresarse a través de los siglos de cultura. Los poetas hablaron de la mujer y su feminidad, de cómo conquistarla, cómo debía vestir, a qué se tenía que dedicar, y muchas otras cosas. Hace relativamente poco tiempo que las mujeres comenzaron a mostrarse y a desafiar estos modelos establecidos. Pero hace mucho que sus voces hablaron en el lenguaje de la poesía, tal vez porque se consideraba que esta parte del arte sí podía ser desarrollada por las mujeres, según el pensamiento de los hombres; en tanto que para la prosa muchas necesitaron un seudónimo masculino para poder publicar sus obras.

Desde la poesía de Safo, en la Grecia antigua; Cristine de Pizan, la primera escritora que vivió de su escritura entre los siglos XIV y XV; sor Juana Inés de la Cruz, ya en la América colonizada por los españoles; hasta poetas de fines del siglo XIX, principio del XX, como Juana de Ibarbourou en Uruguay; Gabriela Mistral en Chile; Alfonsina Storni en la Argentina; más cercanas a nuestra época, Alejandra Pizarnik, Alda Merini y Olga Orozco; son solo algunas de esas creadoras.

Hacemos una selección de algunas de estas autoras, que seguramente será injusta con aquellas otras que no llegamos a nombrar, porque afortunadamente son muchas las mujeres que hicieron de la literatura su modo de expresión y también de vida.

Safo

(Penosa es ya mi edad y a) piedad (mueven)
(mis miembros) temblorosos (y el cabello)
(que fue negro y es blanco y cuantos males)
la vejez (trae).
(Ella arruga mi) piel (toda y mi mente)
rodea (de temores y pesares);
voló (ya aquel Amor que cuerpos jóvenes)
busca (ahora sólo).
(Pero aun la) noble (Cipris me acompaña).
Toma (Pa dulce péctide, Girino),
(y) canta para mí (a la diosa) ornada
de violas en su seno.

Sor Juana Inés de la Cruz

Quéjase de la suerte

¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi entendimiento
que no mi entendimiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que vencida
es despojo civil de las edades
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor en mis verdades
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

Juana de Ibarbourou

Panteísmo

Siento un acre placer en tenderme en la tierra,
bajo el sol matutino tibia como una cama.
Bajo mi cuerpo, ¡cuánta vida mi vientre encierra!
¡Quién sabe qué diamante esconde aquí su llama!

¡Quién sabe qué tesoro, dentro de una mirada,
surgirá de este mismo lugar donde reposo,
si será el oro vivo de una era sembrada,
o la viva esmeralda de algún árbol frondoso!

¡Quién sabe qué estupenda y dorada simiente
ha de brotar ahora bajo mi cuerpo ardiente!
Futuro pebetero que esparcirá a los vientos,
en las noches de estío, claras y rumorosas,
el calor de mi carne hecho aroma de rosas,
fragancia de azucenas, y olor de pensamientos.

Gabriela Mistral

Desvelada

Como soy reina y fui mendiga, ahora 
vivo en puro temblor de que me dejes, 
y te pregunto, pálida, a cada hora: 
« ¿Estás conmigo aún? ¡Ay, no te alejes!» 

Quisiera hacer las marchas sonriendo 
y confiando ahora que has venido; 
pero hasta en el dormir estoy temiendo 
y pregunto entre sueños: « ¿No te has ido?».

Alfonsina Storni

Vida

Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, líquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.

Tengo deseos de reír; las penas
que de donar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.

El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuando escancio en su trova de hechicera.

Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera.

Alejandra Pizarnik

La última inocencia

Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.

He de partir

Pero arremete, ¡viajera!

Alda Merini

Un amigo

¿Qué es un amigo?
Una masa de carne
adentro con un hilo de alma
que te mira con miles de ojos
y te sientes perseguido.
No es amor solamente,
es uno que ha comprendido
que el verdadero enemigo del hombre es la vida
y la quiere estrangular,
y te mata también a ti,
por confusión de amor.

Olga Orozco

de Cantos a Berenice
VII

Aún conservas intacta, memoriosa,
la marca de un antiguo sacramento bajo tu paladar:
tu sello de elegida, tu plenilunio oscuro,
la negra sal del negro escarabajo con el que bautizaron tu linaje sagrado 
y que llevas, sin duda, de peregrinación en peregrinación.
¿Para quién la consigna?
¿Qué te dejaste aquí? ¿qué posesiones?
¿O qué error milenario volviste a corregir?
Ahora llegas caminando hacia atrás como aquellos que vieron.
Llegas retrocediendo hacia las puertas que se alejan con alas vagabundas.
Tal vez te asuste la invisible mano con que intentan asirte
o te espante este calco vacío de otra mano que creíste encontrar.
Vuelcas el plato y permaneces muda como aquellos que vuelven, 
como aquellas que saben que la vida es ausencia amordazada, 
y el silencio,
una boca cosida que simula olvido.