¿Homosexualidad en los niños?
Hilda Catz, APA
En la actualidad, podemos observar problemáticas diversas con respecto a la sexualidad tanto desde la clínica, como desde las cuestiones teóricas a las que remiten y sus modos de abordaje. Puede decirse que ponen en crisis nuestras ideas como el interrogante que propongo en el título, para que podamos abrir espacios de reflexión, en torno a lo planteado. Sin dejar de considerar que la psicosexualidad y la bisexualidad psíquica desbordan ampliamente la realidad corporal y que a veces se hacen independientes de ella, como podemos observar en el trabajo con los pacientes. Necesitamos tener en cuenta la vida fantasmática que impregna la psicosexualidad, el entorno familiar y los mandatos biopolíticos.
En torno a estos mandatos, si como psicoanalistas tomamos el ejercicio de la bisexualidad y/o la homosexualidad como algo natural en determinados grupos etarios, por ejemplo, donde los grupos de referencia y de pertenencia imponen modelos identificatorios, el estado subjetivo puede quedar sin interrogación. Y además sin trabajar el padecimiento agregado que subyace a este tipo propuestas vinculares que muchas veces buscan simple y transitoriamente legitimar o expresar identidades que sienten en peligro de desintegración. Por todo eso y algo más que irá surgiendo, sostengo el signo de interrogación.
Es muy frecuente escuchar en los consultorios, adolescentes varones que dicen que si entran al “boliche” bailable con un sacón de piel, abrazados a un amigo y con los labios pintados, luego son los que más éxito tienen con las mujeres. Por otro lado, también es frecuente escuchar a chicas adolescentes decir que si reconocen o inventan haber tenido relaciones con mujeres, tienen mucho más éxito con los varones. Es un elemento de seducción implementado como parte de un juego impuesto por el medio circundante que ejerce presión hacia determinado tipo de comportamientos y que conlleva sus riesgos, en una etapa de la vida caracterizada por la extrema vulnerabilidad tanto física como psíquica, inmersa en cambios constantes y vertiginosos.
Desde mi punto de vista es importante destacar que Freud, por el contrario, más allá de su posición en lo relativo a la sexualidad, cuestionaba tanto la moral sexual imperante como sus imperativos. Observaba cómo se reproducía en la clínica y la analizaba, por supuesto que enfocada dentro de la trama edípica, pero sin perder de vista los ideales sociales y culturales. Como lo explicita en: “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna” (1908) donde habla de “el miramiento por la natural diversidad de los sexos” (p. 41) que plantea Von Ehrenfels, refiriéndose al contexto social y sus consecuencias sobre los individuos.
Según Laplanche-Pontalis (1971 pág.227), Masculinidad-femineidad son conceptos, que como hizo notar Freud, adquieren distinta significación según se consideren a nivel biológico, psicológico o sociológico, ya que lo decisivo serían las fantasías subyacentes, que sólo pueden descubrirse mediante la investigación psicoanalítica. Planteaba que el concepto de bisexualidad, tanto si se intentaba basarlo en un substrato biológico como si era interpretado en términos de identificaciones y de situaciones edípicas, implicaba en todo ser humano una síntesis más o menos armónica y mejor o peor aceptada, de rasgos masculinos y femeninos. “Todo ser humano tendría constitucionalmente disposiciones sexuales tanto masculinas como femeninas, que se manifestarían en los conflictos que experimenta el sujeto para asumir su propio sexo” (Laplanche y Pontalis, 1971, pág.48).
Por todo lo expuesto, el equilibrio de las fantasías bisexuales puede ser sumamente lábil y derivar en elaboraciones defensivas representadas en el contexto social por la preeminencia de la bisexualidad, o de uno de los sexos en detrimento del otro. Siguiendo a Freud, como él procedió en su época, los conceptos masculino-femenino no pueden separarse de una observación cuidadosa de la sexualidad contemporánea, y como dijo Laplanche posteriormente (1992), de los significantes enigmáticos que marcan con preguntas sin respuestas el campo del deseo. Según este autor (1992): “El enigma sexual es propuesto por los adultos al niño, él es destinación, y esta destinación es enigmática en la medida en que el otro (el emisor) no sabe todo lo que dice: él es otro para sí mismo” (pág. 184).
Dice Freud (1905): El factor constitucional tiene que aguardar a que ciertas vivencias lo pongan en vigor; el accidental necesita apuntalarse en la constitución para volverse eficaz. En la mayoría de los casos es posible imaginar una «serie complementaria (287)», según se la llama en la cual las intensidades decrecientes de un factor son compensadas por las crecientes del otro; pero no hay fundamento alguno para negar la existencia de casos extremos en los cabos de la serie. Lo que más concuerda con la investigación psicoanalítica es atribuir una posición preferente entre los factores accidentales a las vivencias de la primera infancia. La serie etiológica única se descompone, pues, en dos, que cabe llamar la predisposicional y la definitiva constitución y vivencias infantiles accidentales cooperan como lo hacen, en la segunda, la predisposición y las vivencias traumáticas posteriores (p. 63).
A su vez, para Joyce Mc Dougall (1993) los actos creativos podrían conceptualizarse como una fusión de los elementos masculinos y femeninos en nuestra estructura psíquica, la falta de integración y aceptación de cualquiera de los dos polos de la sexualidad psíquica puede causar la parálisis creativa. Pero esta apertura a lo que Winnicott (1971) llamó los elementos masculinos y femeninos ”destilados” (pág.114), puede tener efectos disruptivos para ambos sexos en determinadas estructuras psíquicas, adoptando posturas extremas donde entran en consideración las series complementarias señaladas por Freud.
Freud (1905), al explicar la Inversión dice que la hipótesis de que la inversión es innata no explica su naturaleza, como no la explica la hipótesis de que es adquirida. En el primer caso, es preciso puntualizar qué es en ella lo innato; de lo contrario se caería en la explicación más burda, a saber, que una persona trae consigo, innato, el enlace de la pulsión sexual con un objeto sexual determinado. En el otro caso, cabe preguntar sí las múltiples influencias accidentales alcanzan para explicar la adquisición sin la necesaria solicitación {Entgegenkommen) de algo que existiría en el individuo. Según nuestras anteriores puntualizaciones, no es lícito negar este último factor (p.63).
Tanto en lo interpersonal como en lo intrapersonal la falta de integración y elaboración de estos componentes de la identidad sexual, con sus orígenes tanto congénitos como adquiridos, implicaría un deterioro en la identidad de género nuclear y del propio papel sexual, que están íntimamente relacionados con las experiencias tempranas y la problemática inconsciente de ambos padres en el precipitado vertiginoso de las identificaciones.
Puede observarse en las consultas a niños y niñas que son llevados en tratamiento debido a sus dificultades de integración en el colegio primario, porque son tímidos, o se encierran en mutismos infranqueables, dibujos que además de mostrar la mayoría de las veces un talento inusitado para su edad, la temática recurrente suelen ser hombres con pechos, mujeres con pene en actitudes con un gran caudal agresivo y evidenciando conductas de un intenso sadismo. Estas observaciones sobre los dibujos permiten que en las sesiones y a través de juegos y relatos, se detecten conductas de seducción por hermanos mayores o alguien de la familia generalmente. Hubo un relato referente a un hermano mayor que se pasaba a la cama de su hermano más chico por las noches, principalmente cuando los padres se peleaban, y solía frotar sus genitales contra sus piernas.
En este tipo de situaciones, pese a que los terapeutas traten de hablar con los padres respecto a la necesidad de trabajar estos temas con la pareja y el grupo familiar, la patología vincular suele estar muy establecida y frecuentemente interrumpen el tratamiento de un niño. En el ejemplo narrado, luego de muchos años, su hermano mayor acudió a tratamiento por su adicción a las drogas, con lo cual volvió a convocarse al grupo familiar, que esta vez accedió a la consulta. El niño que era el hermano menor ya tendría alrededor de 16 años, daba signos evidentes de su homosexualidad, hasta que llegó un momento en que la madre en una consulta privada dijo que su hijo confesó su homosexualidad.
Se puede constatar también en este caso el papel del ambiente familiar y el del fantasma, que según se dice son capaces de sumergir las fuerzas biológicas y el determinante anatómico en la diferenciación psicosexual. Según M’Uzan (1978) la actitud inconsciente de la madre interviene a través de su mirada sexualizada sobre el sexo del recién nacido e influye en su actitud mucho antes que las ambigüedades de su fantasmática personal. Y en este caso, subrayo especialmente la actitud inconsciente de la pareja parental, donde podría considerarse que los dos hermanos “recreaban” en sus contactos homosexuales una pareja parental ausente.
Consideraciones finales
Desde los primeros trabajos de Freud sobre histeria ha pasado un siglo en el desarrollo de la teoría y práctica psicoanalíticas, en el cual la sociedad humana ha cambiado drásticamente Esta sociedad en la actualidad se caracteriza por la poderosa tendencia humana a evadirse de las limitaciones de la realidad, donde muchas veces se hace intolerable la alteridad irreductible, como el enigma que implica la construcción de un espacio simbólico que habilite la subjetividad.
El psicoanálisis depende en gran medida de su capacidad de transformación y de creación de teorizaciones y prácticas ligadas a lo que la subjetividad y la sociedad presenten. En los Tres ensayos de teoría sexual de Freud indican la necesidad de aceptar la polimorfa perversidad que es parte de nuestra naturaleza constitutiva de lo que es ser humano, donde la mayor crisis de nuestra vida temprana está justamente narrada por una tragedia antigua. De esta manera se hizo posible la inscripción de un discurso que subyace en las profundidades del Inconsciente, en el que se despliegan las distintas identificaciones que los sujetos van haciendo en su recorrido por la especial y única configuración de la dramática de su propia vida.
En la mayoría de las consultas referidas se destaca el interjuego de las series complementarias y, subrayo particularmente el terreno propicio creado por los factores psíquicos más las incitaciones accidentalmente vivenciadas de la sexualidad infantil por la seducción por otros niños o por adultos, en interacción permanente con el entorno. Vemos de esta manera como el ser humano desde de su concepción depende del entretejido y diseño simbólico de dos sujetos, en un contexto social determinado que marcarán identificatoriamente la constitución del sujeto, desde la diferencia a la diversidad en sus múltiples y complejas manifestaciones.
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