Cuando la mentira es la verdad

Leonardo Peskin, Psicoanalista de APA

Es posible que la aptitud para la cultura ya organizada en los hombres de hoy sea insuficiente para conservar esta, y por eso siga siendo indispensable cierto grado de hipocresía.”1

Freud nos introduce en este tema por vía del humor con el famoso chiste: «¿Adónde viajas?», pregunta uno. «A Cracovia», es la respuesta. «¡Pero mira qué mentiroso eres! –se encoleriza el otro–. Cuando dices que viajas a Cracovia me quieres hacer creer que viajas a Lemberg. Pero yo sé bien que realmente viajas a Cracovia. ¿Por qué mientes entonces?».

Lo que muestra que verdad o mentira se refieren a un código y que cuando se afirma algo varía su verosimilitud según una costumbre derivada de un pacto cultural. En el contexto de estos dos pueblerinos hablando observemos el acuerdo implícito, mentir es decir la verdad. Desde este acuerdo el significado emerge derivado de una relación lógica entre lo enunciado y las cualidades del discurso desde donde lo están enunciando. En esta línea: ¿cuál es el precio de una mercancía en un mercado en el que rige el regateo?, ¿es el primer precio, antes del regateo, “falso”?, o es “falso” el último precio. Aceptando que verdadero o falso es un hecho referido a la lógica de los axiomas convenidos, podemos entender que se diga que la verdad en cuanto a lo real está siempre a medio decir; o que el saber sobre la verdad tambalea y es relativo. Quizás la verdad se puede considerar transitoria y sujeta al proceso permanente de resignificación. Entonces lo real tendrá la última palabra en el momento de realización.

Es interesante considerar porqué en el contexto jurídico un juramento implica una triple definición sobre la verdad a declarar que se formula: ¿Jura solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? Porqué una insistencia redundante sobre una simple verdad, acaso puede esta ser no toda?, sí. También puede ser algo más que no sea verdad?, sí. Puede esta parcialización alterar el sentido de la verdad?, sí. Se puede evitar estos efectos inexorables?, no.

Esto nos recuerda otro chiste freudiano: “La historia del caldero prestado que al ser devuelto traía un agujero, ante lo cual el que lo tenía respondió que en primer lugar jamás había pedido prestado un caldero, en segundo lugar ya estaba todo agujereado cuando se lo prestaron, y en tercero lo devolvió intacto, sin agujero alguno”; Freud califica a esto como una falacia del inconsciente. Entonces queda contrapuesta la verdad inconsciente al juicio consciente que calificaría cuál de estas versiones es verdadera dentro de un código legal, aceptado o no por el sujeto. La coexistencia de tres afirmaciones diferentes hace que todas puedan ponerse en duda. Por otro lado a nivel individual verdad o mentira se configuran con cierto matiz de duda, aun de las propias acciones o pensamientos, incluso como modo saludable de eludir la certeza psicótica.

Dados estos problemas pasemos a lo social, evidentemente rigen las mismas ambigüedades, pero lo que más debemos remarcar es la demanda estructural implícita de que exista una mentira. Esto lo podemos pensar como que en la realidad social hay que dar lugar a lo real, que no admite una única significación. En ese sentido una promesa hecha por un político se sabe que es irrealizable, pero se hace necesaria para aliviar lo imposible por medio de una ilusión. El mismo saber engañado por la ilusión, aloja lo real y da sentido al discurso2.

Tanto a nivel de cada sujeto como en el conjunto de los integrantes de la masa social conviven la convergencia de dos dimensiones, la yoica narcisística (imaginaria), que demanda que haya un cumplimiento de la ilusión y triunfe el amor aun dejándose engañar. La otra dimensión es que esto se debe articular con la configuración del deseo (simbólico) que se origina en una alucinada experiencia de satisfacción, que huye de la experiencia de dolor dejando en el camino el registro simbólico del objeto perdido de una auténtica satisfacción. Entonces concluimos que el deseo como motor de todo acto psíquico se construye a partir de un engaño fecundo.

Consideremos que el yo en el armado del narcisismo, se ofrece en los orígenes de la subjetividad como sustituto de los objetos de la necesidad; de todas maneras los de la necesidad en el humano son objetos perdidos dada la carencia de instinto. Así el deseo tangencialmente sostiene el anhelo que por vía del amor, como atajo, se pueda colmar la ilusión. Esto es muy intenso en el enamoramiento y la fascinación social con un líder.

Estas dinámicas de olvido, omisión o tergiversación, el psicoanálisis las explica por medio de la represión, la negación, la desmentida y el repudio. Lo que interesa es cuál es el fin último de su utilización. La mentira más preocupante es la premeditada con un fin artero.

Entonces tengamos en cuenta que por muy diversos caminos la mentira es estructural desde los comienzos del funcionamiento psíquico. Esto explica la diversidad de tipos de mentiras y hasta hace pensar que es signo de humanización poder mentir o creer mentiras.

Entonces no es tanto la existencia de mentiras, sociales, piadosas o crueles, sino que se vuelve importante la intencionalidad de la mentira. La pregunta es cuál es el fin último de la utilización de la mentira en tanto es un mecanismo disponible, tanto para el mentiroso como para aquél que demanda la mentira. Nos encontramos frente a una suerte de aspiración casi universal: “Mentime!, decime que me amas!” y siempre puede haber alguien que prometa falsamente, esto adquiere un valor trágico en la violencia de género y el femicidio.

Recurriendo a un poema tanguero:

Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir,
y al fin andar sin pensamiento.
Perfume de naranjo en flor,
promesas vanas de un amor, que se escaparon en el viento.3

El saber sobre el sufrir busca ser cubierto por el amor, luego el amor se interrumpe, y se vuela, con lo que volvemos al punto inicial. Y en este ciclo la pregunta se dirige al sujeto que utiliza esta predisposición social o personal a caer en el engaño, ¿qué lo lleva en particular a este espejismo?

Al comparar la astucia humana en la instrumentación del engaño se suele decir que así como el tero pone sus huevos en un lugar y grita en otro, despistando al depredador, el humano hace lo mismo, pero una vez que todos suponen que los huevos están donde gritó, vuelve despreocupado al nido, total la opinión pública sostendrá el engaño u olvidando la propia estratagema el propio sujeto terminará envuelto en su mentira.

Un ejemplo vigente, y que se ha puesto de moda, son los secuestros virtuales que se apoyan en la fragilidad humana para caer en el engaño a partir de lo amoroso. Aun sabiendo todos que es una práctica muchas veces obvia, con la simple estratagema de alguien haciéndose pasar por un ser querido que llora implorando, logra que muchas personas entreguen todo, aun los más desconfiados.

Más que nunca se nos pone en evidencia como nos ciega la inercia narcisista pasional. Lo mismo rige a las masas que, por el fenómeno hipnótico, otorgan al líder el deseo rector quien lo manipula y según los casos usa la mentira igual que el estafador virtual o el encantador de serpientes. El asunto sería si el líder es un canalla y lo que busca es su propio goce hasta el final o si es capaz de declinar su satisfacción y guardar los intereses de todos, aunque siempre sabemos que esto es siempre en parte. Todo altruismo tiene su mella narcisística, a lo sumo esperamos que su demanda narcisista sea parcial y razonable, aunque reconozcamos que estamos habituados a que al amo se le tolere la excepción porque encarna el ideal del yo.

Entonces la mentira y el engaño adquieren el valor de un mecanismo que se configura de un modo intrínseco al lenguaje y la culturalización. Esta herramienta pasa a ser utilizada con mayor o menor habilidad, que va desde la psicopatía a la mentira histérica o, para no discriminar, digamos la mentira neurótica ya que el obsesivo y el fóbico también pueden mentir. En contraposición a todo lo expuesto la estructura del discurso social exige una verdad, al modo de los imperativos del superyó. Por ende a nivel social las verdades tienden a ser reveladas y las mentiras a ser castigadas. Pero esto muchas veces requiere mucho tiempo y en este camino lo más riesgoso es sustituir una mentira por otra que alivie rápidamente el dolor.

Dadas todas estas vulnerabilidades en cuanto a la mentira, en la organización social, se vuelve imperioso cuidar la calidad del discurso y acotar el poder del líder. El recurso sería la diversificación de poderes y la organización legal de una sociedad, que no sean corrompidos por voluntades de personas o grupos de intereses.

Notas

  1. S. Freud. De guerra y muerte. Temas de actualidad. 1915
  2. Peskin, Leonardo. “La realidad, el sujeto y el objeto”. Paidós. Bs. As. 2015
  3. “Naranjo en flor” de Homero Expósito