Arte, memoria y representación

Dra. Leticia Glocer Fiorini. Presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Master en Psicoanálisis USAL-APA

La memoria es una construcción psíquica que atañe a todo individuo y, por lo tanto, a todo artista y su producción. Pero también es una construcción social y, en este sentido -como construcción- es instituyente, tomando un concepto de Castoriadis.

En otras palabras, la memoria siempre es algo activo, nunca es una reproducción exacta de un hecho histórico, individual o colectivo. Nunca reproduce exactamente un hecho o una cosa sino que responde a un trabajo psíquico, en movimiento. Se constituye sobre zonas psíquicas de difícil representación. La obra de Primo Levy, así como de otros autores, revela esas dificultades; pero también son intentos de aproximación para bordear hechos traumáticos, que así se constituyen en una forma de construir memoria. Las sucesivas escrituras van generando memorias y cercando esas zonas de difícil representación. En esos cercamientos, la memoria se va expandiendo.

Hay múltiples puntos en común entre arte y psicoanálisis, entre ellos que ambos ponen en juego mecanismos de producción psíquica de lo novedoso, de lo poiético. La memoria es, justamente, un punto de entrecruzamiento entre ambos.

El trabajo del arte no es contar memoria textual sino producir transformaciones que den lugar a líneas narrativas o icónicas diversas, desde distintos puntos de partida experienciales, en su mayoría traumáticos, en un sentido amplio del término.

El psicoanálisis también trabaja sobre la memoria y la historización, pero no una memoria literal sino construida, siempre en un devenir que implica construcciones y deconstrucciones interminables.

Asimismo, el arte refleja en cada época, con modalidades y estilos diferentes, algo de las características de esos momentos históricos y, a la vez, historizables. Entonces, las producciones artísticas están sujetas también a redefiniciones constantes, colectivas e individuales, tanto en pintura, literatura, cine, entre otras manifestaciones.

Hay en la historia de la civilización, momentos de violencia extrema, paradigmática, como la Shoah, que atacan los límites de la representación y fuerzan a la búsqueda de otras formas de expresión. “El Grito” de Munch es una forma de expresión que en el siglo XX anuncia la eclosión de poderosas fuerzas destructivas y genocidas en Europa; lo mismo ocurre con las obras del expresionismo alemán. En las últimas décadas, las instalaciones y performances actuales cambian las formas de representación y, por lo tanto, de ejercer y producir memoria en cada presente; formas que ya habían sido anunciadas por el cubismo y otras modalidades de deconstrucción de lo figurativo.

Entonces, en este breve abordaje destacamos que entre las formas figurativas de producir memoria y las formas deconstruidas y fragmentarias características de los tiempos actuales, están en juego las subjetividades vigentes, y esto atañe a cómo se construye memoria tanto en el plano artístico como en los procesos de subjetivación individuales. Entre las formas de expresión artística clásicas y las instalaciones y performances actuales cambian crucialmente las formas de representación. En este transcurrir se modifican radicalmente los modos de producir memoria y del recordar. Es decir, hay procesos culturales, sociales y discursivos que conducen eventualmente a otras formas de subjetivación y, en este contexto, las condiciones de producir memoria cambian.

Dra. Leticia Glocer Fiorini. Presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Master en Psicoanálisis USAL-APA. Autora de “Lo Femenino y el Pensamiento Complejo”, compiladora y autora de OnFreud’s “Femininity”, entre otras publicaciones sobre feminidad, maternidad y diversidades sexuales.