Mentira y lazo social

Leticia Glocer Fiorini

Presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Autora de los libros: Lo femenino y el pensamiento complejo y La diferencia sexual en debate: cuerpos, deseos y ficciones.

Para comenzar, no se puede hablar de mentira sin hablar de verdad.

Se trata de nociones que son pensadas desde distintas disciplinas porque forman parte de cómo se estructuran los lazos sociales y la construcción subjetiva en particular. Podemos decir que se trata de una temática que abarca distintos planos, y que tiene fuertes implicancias éticas.

Ha sido estudiada desde la Filosofía, la Antropología, la Sociología, la Economía Política, la Historia, los Estudios Culturales, entre otras disciplinas.

Desde el punto de vista social podemos decir que la mentira atraviesa los lazos sociales. Hay mentiras peligrosas y destructivas, que están en el origen de las guerras, de enfrentamientos étnicos, que alimentan los nacionalismos, la discriminación, el racismo, la violencia de género. Se miente sobre el otro y se lo convierte en enemigo y causa de todos los males, ya sea atribuyéndole características malignas o afirmando su inferioridad. Son mentiras que desarticulan y destruyen los lazos sociales.

También hay mentiras intrafamiliares, interpersonales, que tienen efectos a largo plazo ya que exceden el presente y comprometen el futuro de los involucrados.

A la vez, la aspiración a la verdad recorre la historia de la humanidad. Desde la religión, decía San Juan: “La verdad nos hará libres”.

En esta línea, recordemos que la aspiración a la verdad, a lo Absoluto, fue una de las marcas del Racionalismo y la Ilustración. Pero la aspiración a una supremacía de la Razón, de la verdad racional y científica, siempre quedó inconclusa.

Por eso, señalaba Georg Steiner, el resurgimiento en las culturas actuales de variantes religiosas y místicas, que también tienen su cuota de mentira, pero que apuntan a otros aspectos del ser humano, vinculados a los afectos, a lo sensorial, a lo que no entra en el campo de la Razón.

Por otra parte, el ideal de verdad es por definición inconcluso, porque verdad y mentira van juntas. Verdad y engaño, verdad y falsedad, como variantes que apuntan a mostrarnos que no hay verdad pura ni tampoco mentira pura.

En otras palabras, no hay una oposición radical entre verdad y mentira. Entonces, mentira y verdad están en interjuego constante, muchas veces entrelazadas en complejidades crecientes.

El engaño es parte del lenguaje y el lenguaje es parte del psicoanálisis. Esto es constitutivo. Pero, es importante diferenciar el engaño propio del lenguaje, de la mentira como instrumento de aniquilación del otro.

Desde el punto de vista psicoanalítico, recordemos a Freud, cuando afirmaba que en la paranoia, a pesar de sus construcciones engañosas, siempre hay un núcleo de verdad. En toda persona hay un núcleo de verdad inconsciente sobre algún deseo, que es enmascarada por el yo consciente.

Asimismo, podemos decir que hay mentiras llamadas piadosas, otras destructivas. Que hay mentiras sociales, políticas, familiares.

Por ejemplo, la familia como forma del lazo social, y cualquiera sea su forma de presentación en la actualidad, muchas veces está basada en mentiras compartidas, a veces conscientes y otras inconscientes. Delitos familiares, hijos no reconocidos, adopciones, casamientos anteriores, sexualidades ocultas, exclusión de herencias, causas de muerte, todos pueden ser transmitidos de generación en generación.

A veces, la mentira se organiza a través de la desmentida de un deseo. Por ejemplo, el deseo de tener un hijo varón y que nazca una niña o viceversa. Esta desmentida tiene efectos potentes en la subjetividad del hijo o hija: ya no es un hijo como un otro sino que está en juego el deseo fallido del hijo como una prolongación narcisista.

Finalmente, la mentira adquiere su máxima potencia cuando no hay reconocimiento del otro como otro, cuando se intenta destruir o eliminar al otro, cuando se lo convierte en enemigo. Cuando prevalecen los narcisismos y el beneficio personal.

Por este motivo, considero necesario reafirmar el enfoque de este tema desde el punto de vista de la alteridad. El reconocimiento del otro como un otro radicalmente diferente del yo, es una alternativa distinta para la construcción de lazos sociales, en las sociedades en general, en distintas culturas, en distintas formas de familias, y cualquiera sea la orientación sexual o el género de cada sujeto.