Los sueños y su interpretación: su pregnancia en la literatura romántica europea
Susana Vinocur Fischbein, APA
El rabino Bizna b Zabda sostuvo que, según el rabino Akiba, quien lo había escuchado dicho por el rabino Panda, quien a su vez lo había escuchado del rabino Nahum, quien lo había escuchado del rabino Biryam que estaba citando las palabras del rabino Bana’ah, un hombre muy viejo: ‘En Jerusalén había veinticuatro intérpretes de sueños. Una noche tuve un sueño y los consulté a todos. Cada uno me dio una interpretación diferente, y todas las interpretaciones se hicieron realidad. Esto confirma el dicho de que todos los sueños se forman según la boca del que los interpreta’.
Del libro Berakoth en el Talmud de Babylon, (Simon, 1948, p. 341.)
Un poeta inglés romántico es reconocido por algunos académicos como un precursor de Freud en su profundo interés por los sueños, un interés reflejado en sus numerosos escritos y poemas, aunque nunca el poeta pretendió que hubiera desarrollado una teoría explicativa de carácter general. Esta es la teoría de Kathleen Coburn, académica canadiense y una autoridad líder en el poeta Samuel Taylor Coleridge (1772-1834).
Aunque Freud y Coleridge investigaron cómo poner al inconsciente bajo el control de la mente consciente y racional, sus enfoques onirológicos difirieron fundamentalmente. Freud no rechazó la explicación etiológica de los sueños, pero su énfasis en el inconsciente, más que en las causas somáticas y externas lo puso en desacuerdo con los psicólogos anteriores y le impuso una carga hermenéutica de prueba, que consistía en establecer que los sueños son cumplimientos de deseos incluso cuando no parecían serlo. Además, su teoría del simbolismo tenía fuertes afinidades con el oneirocriticismo antiguo y romántico.
Coleridge, por su parte, consideró que las explicaciones causales tradicionales de los sueños eran inadecuadas, pero habitualmente recurrió a ellas de todos modos porque no podía interpretar imágenes oníricas, tal vez por temor a lo que podría descubrir sobre sí mismo. Una circunstancia que no amedrentó a Freud en absoluto, dado que no dudó en mostrarse en el análisis de sus propios sueños
Hay dos puntos de conexión para destacar entre las ideas de Freud y Coleridge: el tema de la creatividad y el papel de los estímulos somáticos. De modo que es ineludible introducir algunas referencias sobre quien nos mostró la “via reggia” al inconsciente. Según Freud, el trabajo onírico no es precisamente creativo, a pesar de que su función consiste en integrar los residuos del día y los pensamientos oníricos para transformarlos en el contenido manifiesto. Más tarde, Freud afirmó que los sueños podrían hacerse inteligibles al escuchar asociaciones involuntarias, que generalmente se descartaban por carecer de sentido. Sus trabajos de 1908: La creación poética y la fantasía, así como las fantasías histéricas y la bisexualidad le sirvieron para mostrar que el principio del deseo no solo podía encontrarse en los procesos intrapsíquicos, sino también en las producciones artísticas.
Freud no fue la única persona que tomó sus propios sueños como punto de partida. Podría haber encontrado inspiración para hacerlo entre algunos de los estudiosos del soñar más conocidos, a quienes Freud tenía en mente al escribir su Traumdeutung (1900). Por ejemplo, los eruditos trabajos de Alfred Maury fundamentados en neurofisiología. Maury realizó importantes investigaciones tempranas de fenómenos hipnagógicos y los análisis finamente observados de sus sueños se convirtieron inmediatamente en un punto de referencia para otros escritores franceses (Le sommeil et les rêves), antes de pasar también a la literatura alemana del sueño. Freud incluso repitió una referencia de Maury al marqués Hervey de Saint-Denys, un genio enigmático, un sinólogo del Collège de France, y autor de uno de los estudios más inteligentes del siglo XIX sobre procesos oníricos (Les rêves et les moyens de les diriger [1867]).
No obstante, no puede haber ninguna duda de que las meditaciones de Freud sobre sus propios sueños fueron una contribución fundamental a la nueva forma de interpretar los fenómenos que propuso.
Cupo a los post-freudianos modificar estas afirmaciones. Citaré solo a dos: Sami-Ali (1976) sostuvo la existencia del vínculo entre el soñar y la capacidad de crear un espacio mental específico. Afirmó que los sueños son el núcleo de la imaginación subjetiva humana, y que uno debe pensar tanto en el nivel de la significación simbólica, como en la función psicosomática, y a Fain y David (1963) quienes, en una corriente que continúa con la metapsicología freudiana, han señalado que en pacientes con trastornos psicosomáticos, la actividad onírica y de fantasía podría estar ausente o alterada. Es muy conocida su afirmación que tal deficiencia o falla es paralela al predominio de un tipo de pensamiento operatorio (Marty y M´Uzan, 1983). Me he referido a la obra de estos autores con alusiones a lo creativo y a lo somático, porque quisiera desarrollar el tema de las fuentes de Freud, donde encontramos importantes alusiones a estas cuestiones.
Respecto de la importancia de las fuentes de Freud, Julia Kristeva, en 1969, escribió:
Sin embargo, lo que no tenemos, y lo que durante un tiempo considerable no tendremos, es una reconstrucción plausible, basada en lo que podría llamarse las fuentes, los ancestros más o menos próximos, los compañeros que Freud conoció en el camino y quién viajó con él en la aventura que lo llevó a componer su obra maestra, de la forma en que el Traumdeutung y otras obras de Freud lograron sus formas y estructuras finales. Y para aquellos que prefieren la terminología de la semiótica moderna, deberíamos discutir ‘la intertextualidad’ del Traumdeutung
(Mi énfasis).
Algunos datos históricos
A finales del siglo XIX había un gran debate sobre el sueño, dentro del Romanticismo alemán, en especial, porque una vez que el sueño hubo sido admitido en los laboratorios de psicología, el misticismo ya no fue aceptable.
Precisamente, en muchas de las fuentes de Freud es posible detectar los ecos del gran renacimiento de las analogías entre los sueños, las enfermedades mentales, la poesía y los procesos creativos que habían tipificado todo el período romántico, especialmente en Alemania; es decir nuevamente, la relación entre la creatividad y el reino de los sueños1.
Por ejemplo, en una carta del 31 de mayo de 1897, se puede leer a un Freud fascinado por una súbita iluminación, una especie de delirio elegante, o en las palabras que tomó prestado de Shakespeare para la ocasión, un «atractivo frenesí» (fine frenzy) cuando, enfatizando la analogía entre el sueño y el delirio —ya observado por el dramaturgo inglés—, Freud le da la razón por yuxtaponer la poesía y la locura. En esa carta, Freud cita el Sueño de una noche de verano de Shakespeare y el Werther de Goethe. Freud señaló que el “mecanismo de la creatividad poética” (Mechanismus der Dichtung) era idéntico al de las “fantasías histéricas” que crean síntomas, descentrándose y enmascarando el deseo, mientras que al mismo tiempo permiten realizarlo, cabe agregar, al igual que en el sueño.
En una carta del 15 de marzo de 1898 (J. Masson, 1985, pp. 303-304), Freud enfatiza que habría dejado de lado el primer capítulo que versaría sobre la literatura (J. Masson, 1985, pp 305-6). Sin embargo, unos días después, el 24 de marzo, estaba trabajando en el capítulo sobre los sueños, cuyo origen reside en un estímulo somático, y declara que el material que había enviado recientemente a su amigo no debería ser tomado como la versión definitiva de sus pensamientos:
Primero quiero poner en forma mis propias ideas, luego haré un estudio exhaustivo de la literatura sobre el tema y, finalmente, haré las inserciones o revisiones que resulten en mi lectura
(Freud citado por Masson, p. 249).
Sería extremadamente difícil imaginar a Freud luchando con el problema de los sueños que surgen de los estímulos somáticos, un tema que había adoptado como uno de los pilares sobre los que erigir su informe sobre la naturaleza de los sueños, sin haber consultado los estudios existentes sobre el tema. Sin embargo, no encontramos en su obra, ni en sus cartas ninguna mención a Samuel Taylor Coleridge.
En los meses posteriores a marzo de 1898, Freud lidia con el borrador definitivo del Traumdeutung y especialmente con el capítulo sobre la literatura de los estudios de los sueños. Allí estalla en lamentaciones e incluso se permite juegos de palabras irónicos sobre los nombres de sus compañeros exploradores. Él juega, por ejemplo, con la similitud fonética entre Spitta, el autor de un estudio muy escrupuloso y valioso de los sueños: Los estados del dormir y soñar del alma humana (Die Schlaf-und Traumzustände der menschlichen Seele), y el verbo inglés ‘escupir’ spit (R. Steiner, 1988).
En otra carta, le preocupa que sus lectores se extravíen en el ‘matorral del capítulo sobre literatura de los sueños‘ y no logren alcanzar la ‘bella durmiente’, es decir, no puedan apreciar el valor de sus descubrimientos. Finalmente, en la célebre carta del 6 de agosto de 1899 —el pasaje de apertura del tercer capítulo del Traumdeutung, sobre los sueños como cumplimientos de los deseos—, se disculpa por haberse visto obligado a incluir un capítulo sobre literatura de sueños, que ha estudiado para no caer en manos de los «sabios», y declara:
Todo está planeado en el modelo de un paseo imaginario. Primero viene el bosque oscuro de las autoridades (que no pueden ver los árboles), donde no hay una vista clara y es muy fácil extraviarse. Luego hay un desfiladero cavernoso a través del cual guío a mis lectores, mis especímenes con sus peculiaridades, sus detalles, sus indiscreciones y sus chistes malos, y luego, de repente, el terreno elevado y la perspectiva, y la pregunta ‘¿De qué manera? ¿Quieres ir?’
(pág. 290, Mi énfasis).
La cita del desfiladero cavernoso evoca las imágenes de las cavernas del poema Kubla Khan de Samuel Taylor Coleridge, que es uno de los ejemplos literarios más notorios de la inspiración prestada por las visiones nocturnas a los escritores; aunque es posible que las posibilidades literarias que abre el onirismo caen luego fácilmente en la manipulación artística de las secuencias soñadas en perjuicio de la exactitud del recuerdo.
Los sueños, fueron considerados como medios potencialmente visionarios, y utilizados como dispositivos dramáticos, o para dar indicios de un suceso futuro ominoso, especialmente durante la edad media. A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX había opiniones muy divergentes acerca del origen y significado de los sueños, expresadas en una sorprendente colección de escritos médicos, poéticos y filosóficos. Las discusiones se planteaban entre aquellos que creían que los sueños revelaban los poderes de la imaginación y que el soñar era una forma de inspiración poética, otros argüían que eran enteramente atribuibles a la constitución física o psíquica del soñante. Muy especialmente los médicos a través de los siglos XVIII y XIX a menudo discutían la ocurrencia de pesadillas, sueños y visiones como parte de sus tratados; es decir, como parte del amplio dominio de la investigación médica, la que, como vimos, también obligó a Freud a escribir sobre la literatura que lo había precedido.
Más allá de los filósofos empiristas que escribieron sobre el tema (Locke, Hobbes, Berkeley, Hume y otros), comenzaron a resultar insuficientes las explicaciones mecánicas y asociacionistas, mientras que fue creciendo el interés en las fuerzas y rasgos de la vida psíquica, incluyendo la noción de que son parte de la conciencia y de la identidad. Estaban asomando las nuevas teorías sobre fisiología, anatomía, las relaciones mente cuerpo y sobre la vida misma. Las nuevas maneras de comprender al mundo fueron altamente relevantes para indagar en los oscuros misterios de la actividad onírica. Incluso sus complejas búsquedas lingüísticas aparentemente le otorgaron a Coleridge mayor habilidad para analizar lo que creía que eran los diferentes lenguajes (o dialectos) de sus sueños, los dialectos que luego Freud afirmaría que eran la expresión del inconsciente.
¿Qué impulsó a S. Taylor Coleridge a escribir sobre el tema del sueño y del soñar? ¿Cuáles eran sus teorías al respecto?
Tres de sus poemas más importantes, Kubla Kahn, Christabel (que incluye The pains of sleep) y The Ancient Mariner — del cual no me ocuparé en este escrito por razones de espacio— tienen a los sueños como preocupación temática. Fue un soñante prolífico y vívido, que cuidadosamente registraba, analizaba y discutía los distintos rasgos, las causas y los significados de sus sueños. Sumamente culto, se volcó a un amplio rango de poetas y escritores británicos, alemanes y franceses, tanto contemporáneos como antiguos, siempre discutiendo el tema con sus amigos poetas, primordialmente con John Keats y Lord Byron, así como con escritores científicos y filósofos de su época.
Sus ideas divergentes sobre los sueños se expresan con claridad en su prefacio a Kubla Kahn, donde aparece la teoría de los espíritus, que reflejaba los contextos intelectuales del siglo XVIII, cuando los sueños eran tratados como enfermedades específicas, o enfocados de acuerdo a creencias supersticiosas, sea por castigo divino por acciones inmorales, o como hechizos o posesión demoníaca2. Lo que percibía como poesía inadecuada e inconclusa es similar a su noción de que en los sueños todas las imágenes se elevaban como “cosas” que parecían no tener conexión alguna con la consciencia, pero producían “expresiones correspondientes”. Sin embargo, el poeta acuñó el término ‘psicosomático’ en 1828, para describir las complejas interacciones entre mente y cuerpo en su clasificación de las pasiones. Coleridge creía que había cientos de estados diferentes de consciencia que podrían ser clasificados como “especies (o clases) de sueños.” (Mi énfasis.)
En realidad, el término “especies” de sueños está tomado de una carta de J. Keats a su hermano, después de haber encontrado a Coleridge en 1819. En la carta le relata que caminó dos millas con Coleridge, durante las cuales Coleridge abrochó miles de cosas: la poesía, la sensación poética, la metafísica, las pesadillas, los diferentes géneros y especies de sueños (Keats, 1814-1818). (The letters of John Keats 1814-1818 (ed. H.E. Rollins, 2 vols, 1958, vol. 2, pp. 88-89).
En sus ensayos “Otras Inquisiciones” (p. 237-238), Borges narra así lo contenido en el Prefacio a Kubla Khan:
El fragmento lírico Kubla Khan (cincuenta y tantos versos rimados e irregulares de prosodia exquisita) fue soñado por el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge, en uno de los días del verano de 1797. Coleridge escribe que se había retirado a una granja en el confín de Exmoor; una indisposición lo obligó a tomar un hipnótico; el sueño lo venció momentos después de la lectura de un pasaje de Purchas, que refiere la edificación de un palacio por Kublai Khan, el emperador cuya fama occidental labró Marco Polo. En el sueño de Coleridge, el texto casualmente leído3 procedió a germinar y a multiplicarse; el hombre que dormía intuyó una serie de imágenes visuales y, simplemente, de palabras que las manifestaban; al cabo de unas horas se despertó, con la certidumbre de haber compuesto, o recibido, un poema de unos trescientos versos. Los recordaba con singular claridad y pudo transcribir el fragmento que perdura en sus obras. Una visita inesperada lo interrumpió y le fue imposible, después, recordar el resto. «Descubrí, con no pequeña sorpresa y mortificación —cuenta Coleridge—, que, si bien retenía de un modo vago la forma general de la visión, todo lo demás, salvo unas ocho o diez líneas sueltas, había desaparecido como las imágenes en la superficie de un río en el que se arroja una piedra, pero, ay de mí, sin la ulterior restauración de estas últimas»(Mi énfasis).
Swinburne4 sintió que lo rescatado era el más alto ejemplo de la música del inglés y que el hombre capaz de analizarlo podría (la metáfora es de Keats) destejer un arco iris. Las traducciones o resúmenes de poemas cuya virtud fundamental es la música son vanas y pueden ser perjudiciales; bástenos retener, por ahora, que a Coleridge le fue dada en un sueño una página de no discutido esplendor.
Cabe agregar a la descripción de Borges, una explicación que nos acerca más al funcionamiento psíquico del poeta, y que fue brindada por él mismo:
El autor cayó durante unas tres horas en un profundo sueño, al menos de los sentidos externos y, durante ese tiempo, está completamente seguro de que no pudo haber compuesto menos de doscientos o trescientos versos, si es que podemos hablar de componer en una situación en la que las imágenes se alzaban ante él como cosas reales, junto con la producción paralela de sus correspondientes expresiones, sin la más mínima sensación o conciencia de esfuerzo (Mi énfasis).
Fragmento del Poema Kubla Khan
«En Xanadú se hizo construir
Kubla Khan Or, a vision in a dream. A Fragment.
Kubla Khan un fastuoso palacio:
Allí donde el sagrado río Alfa discurría
a través de grutas inconmensurables para el hombre
hasta precipitarse en un mar sin sol.
Así pues, diez millas de terreno fértil
fueron cercadas de muros y torres:
y surgieron jardines en los que brillaban sinuosos arroyos
y donde crecían abundantes árboles del incienso;
y había bosques tan viejos como las colinas
rodeando los prados iluminados por el sol.
In Xanadu did Kubla Khan
A stately pleasure-dome decree:
Where Alph, the sacred river, ran
Through caverns measureless to man
Down to a sunless sea.
So twice five miles of fertile ground
With walls and towers were girdled round;
And there were gardens bright with sinuous rills,
Where blossomed many an incense-bearing tree;
And here were forests ancient as the hills,
Enfolding sunny spots of greenery.
Coleridge sostenía dos teorías divergentes sobre las terribles pesadillas que soportaba. Por un lado, no podían nunca tener origen en su propia consciencia, sino que debían estar causadas por alguna forma externa, por espíritus; y por el otro, estableció conexiones entre su vida onírica y sus enfermedades corporales. Su creencia era que mientras dormía el “sistema gástrico”, el hígado y el “sistema ganglionar” adquirían preeminencia sobre “lo cerebral”. Además, advirtió que ciertos sentimientos en los sueños como la culpa y la falsedad podían “rastrearse a la ‘vida gástrica’”.
Algunos de sus pensamientos más importantes sobre sueños se encuentran en Los dolores del dormir un corto poema sobre las pesadillas (The Pains of Sleep), en el cual relata lo que denominó: (a fiendish crowd of shapes and thought) una multitud diabólica de formas y pensamientos que cada noche lo torturaba en sus sueños y le hacía temer quedarse dormido.
Fragmentos de Los dolores del dormir
Pero ayer por la noche recé en voz alta
con angustia y con agonía,
desde la multitud demoníaca
de formas y pensamientos que me torturaban:Sentimiento de mal intolerable,
¡Y a quienes despreció, sólo esos fuertes!
¡Sed de venganza, la voluntad impotente
aún confundida y, sin embargo, ardiendo aún!Deseo con aversión extrañamente mezclado,
establecido sobre salvajes u odiosos objetos.‘Fantásticas pasiones! ¡Reyerta enloquecedora!
¡Y vergüenza y terror sobre todo!
acciones para ser escondidas no estaban escondidas,
que todo confundido no sabía yo si las había sufrido o infligido:
pues todo parecía culpa, remordimiento o pena,
las mías propias o las de otros eran el mismo
temor que ahoga la vida, vergüenza que ahoga el alma.Dormir, la vasta bendición, me parecía
la peor calamidad de la destemplanza.La tercera noche, cuando mi propio grito fuerte
me despertó del sueño diabólico,
dominado por sufrimientos extraños y salvajes,
lloré como si hubiera sido un niño;
y habiendo así vencido por las lágrimas
mi angustia, hacia un ánimo más templado,
tales castigos, dije, eran debidos
a las naturalezas más profundamente manchadas por el pecado…Sleep, the wide blessing, seemed to me
Distemper’s worst calamity.
The third night, when my own loud scream
Had waked me from the fiendish dream,
O’ercome with sufferings strange and wild,
I wept as I had been a child;
And having thus by tears subdued
My anguish to a milder mood,
Such punishments, I said, were due
To natures deepliest stained with sin…
Es necesario aclarar que debido a sus constantes malestares gástricos se le medicaba opio, cuyo efecto pudo haber sido la causa de sus sueños. El opio disminuye la actividad del tracto gastrointestinal y si es tomado en exceso puede conducir a la constipación. Sus esfuerzos para detener su consumo y su abstinencia pudieron haber agravado sus síntomas digestivos, tales como náuseas, calambres abdominales y diarrea. El foco sobre esta parte de su cuerpo no es sorprendente y es interesante el modo en que su condición física lo condujo a explorar en detalle las relaciones entre su mente que soñaba y su cuerpo.
También en el poema Christabel se ocupó del tema de los sueños. El poema cuenta la historia sobrenatural de Christabel, una muchacha huérfana de madre, inocente y virtuosa, que vive en un castillo gótico en compañía de su padre, Sir Leoline, que añora a su esposa muerta. Una noche, cuando va a rezar en medio del bosque por su prometido, Christabel encuentra a Geraldine, quien afirma haber sido secuestrada por unos bandoleros y la convence de que la lleve a dormir a su alcoba. Geraldine dice que ella es hija de Lord Roland de Vaux, una vez amigo de Sir Leoline, antes de que los dos hombres se pelearan. La joven se siente atraída por la extraña y mientras comparten el lecho, tiene un sueño en el que se ve vampirizada, al pie de un viejo roble por una mujer con ojos de serpiente. En verdad, Geraldine es una hechicera malvada, sobrenatural disfrazada de la verdadera Geraldine. Christabel se da cuenta de su engaño, pero la magia la obliga a guardar silencio. Cuando finalmente habla, Sir Leoline rechaza su súplica, y la narración termina con Sir Leoline enviando un mensaje diciéndole a Lord Roland que su hija está a salvo y ofreciendo reconciliación. El poema termina en este punto.
Se destaca por su influencia en la ficción vampírica posterior y es la primera mención de los vampiros en la literatura inglesa. También se menciona al poema como un antecesor del Frankestein de Mary Shelley.5
Aunque algunos críticos modernos se concentran en la lectura feminista y lésbica del poema, otra interpretación interesante es la que explora la presencia demoníaca sobre la acción. Geraldine, que al principio casi parece un reflejo de Christabel, posteriormente se revela como un ser mucho más complejo, tanto sexual como moralmente:
Como alguien que se estremecía, se desató
la cincha debajo de su pecho:
su túnica de seda y su chaleco interior,
se puso de pie y, a la vista,¡Mira! su seno — y su costado.
Like one that shuddered, she unbound
The cincture from beneath her breast:
Her silken robe, and inner vest,
Dropt to her feet, and in full view,
Behold! her bosom —and her side.
Algunas notas finales sobre la vida de S. Taylor Coleridge y sus sufrimientos metabolizados a través de la creación poética
El poeta, filósofo y crítico inglés Samuel Taylor Coleridge nació el 21 de octubre de 1772 en la ciudad de Ottery St Mary (Devonshire), en el seno de una numerosa familia. Él era el menor de trece hermanos, una condición que, si bien lo favorecía respecto a sus padres, quienes lo consentían y elogiaban con frecuencia, no lo ayudaba en su relación con sus hermanos mayores. Los datos vinculados a la infancia de este escritor dan cuenta de que Samuel se refugiaba en la biblioteca local para escapar de las humillaciones a las que lo sometía Frank, su celoso hermano mayor. En 1791, un año antes de ser galardonado con la Medalla de Oro Browne por una oda inspirada en el comercio de esclavos, Coleridge comenzó a asistir al Jesus College de la Universidad de Cambridge, institución en donde estudió hasta 1794, sin llegar a obtener ningún título. A lo largo de su vida, conoció una gran cantidad de países, tales como Alemania (donde aprendió el idioma local y llegó a asistir durante un tiempo a la Universidad de Gottingen), Malta e Italia, entre otros. En 1816, época en la que tanto su adicción al opio como su depresión se habían acrecentado, Coleridge decidió instalarse en la casa del médico James Gillman, ubicada en Highgate, Londres.
Durante el tiempo que vivió allí, el escritor se dedicó a publicar una gran cantidad de obras a instancias de su amigo Lord Byron, hasta que, el 25 de julio de 1834, un ataque cardíaco le puso fin a su vida
A pesar de no haber sido citado por Freud (1900) en su Traumdeutung, Coleridge merece considerarse como precursor de algunas muy importantes ideas psicoanalíticas sobre el rol de los estímulos somáticos en los procesos de creatividad. Esta situación se refleja en el estilo del lenguaje en el que el poeta utiliza técnicas narrativas como la personificación y la repetición para crear una sensación de peligro, lo sobrenatural o la serenidad, dependiendo del estado de ánimo en diferentes partes de un mismo poema.
Descriptores
- Sueños/ interpretación/creatividad.
Notas al pie
- Lièbeault, Griesinger – el gran humanista y psiquiatra alemán que se mantuvo tan abierto a las influencias intelectuales de la poesía y la filosofía románticas.↩
- Un texto muy influyente en su pensamiento, —en relación con la culpa y el pecado—, fue El paraíso perdido de John Milton. Antes de ser tentada por Satan, Eva sueña que pecará. Al despertarse de su horrible sueño, se lo relata a Adán. Él trata de explicar cómo ella que es pura ha soñado cometer tal acto malvado. Adán concluye que espera que “aquello que en el sueño aborreciste soñar / despertar nunca consentirías hacer” (what in sleep thou didst abhor to dream/Waking thou never wilt consent to do).↩
- «Kubla Khan ordenó que se construyera un palacio en este lugar, y un soberbio jardín junto a él. Así pues, se ciñeron con una muralla diez millas de terreno fértil»↩
- Algernon Charles Swinburne (1837-1909) fue un poeta y crítico literario inglés de la época victoriana próximo a la hermandad prerrafaelita, al decadentismo y al impresionismo.↩
- De acuerdo con James Gillman (1838), Coleridge planeaba terminar el poema de la siguiente manera:[1] Más allá de las montañas el heraldo de sir Leoline se dirige al castillo donde supuestamente vive Geraldine, pero debido a una de las inundaciones que supuestamente son habituales en el país no encuentra nada en el lugar, el castillo parece haber desaparecido. El heraldo decide volver, pero mientras tanto Geraldine se dedica a provocar celos en sir Leoline y a sembrar la discordia. Cuando regresa el heraldo con la información de la desaparición del castillo, Geraldine desaparece, pero regresa asumiendo la apariencia del caballero ausente, amante de Christabel, y comienza a cortejarla, pero Christabel se siente molesta ante los cambios que intuye en su antiguo amante. Sir Leoline se disgusta porque su hija es reticente a casarse con el caballero, pero finalmente Christabel termina obedeciendo ante la presión de su padre y decide presentarse en el altar con su ahora odiado pretendiente. Sin embargo, el verdadero amante de Christabel regresa en ese momento y le ofrece el anillo que ella le había dado en señal de afecto. Así derrotada, Geraldine desaparece enfurecida y el matrimonio correcto tiene lugar, así como la reconciliación entre padre e hija.↩