Arte y Memoria, dos composiciones singulares
Dra. Mirta Goldstein. Doctora en Psicología, Miembro de APA, Directora de la publicación La Época APA Online
“La cultura de masas (o mejor sería decir la política de masas) es una máquina de producir recuerdos falsos y experiencias impersonales.”
Jorge Luis Borges
Arte y Memoria tienen en común, aunque sean nociones heterogéneas, la creación y producción de composiciones singulares. Mejor aún, son composiciones que singularizan al sujeto y, por ende, a su contexto social y epocal. Es por este motivo que pueden, en su acto transformador, volver “personales” esas experiencias que Borges señala como impersonales.
El Arte y la Memoria tienen en común que laboran con elementos dispares, diversos y contradictorios. De la complejidad múltiple que resulta de su combinatoria, surgen la obra artística, en un caso, o el recuerdo u el olvido, el déjà vieux, el sueño y el fallido, en otro.
Las creaciones del arte como las producciones de la memoria no siempre resultan comprensibles, pues constituyen extravagancias, ficciones insondables que por expandirse fuera de sus propios límites y provenir mayormente de elaboraciones inconscientes, construyen una ética y una estética.
No siempre tales éticas y estéticas constituyen un buen decir, un buen hacer, un buen descubrir. A veces es todo lo contrario, lo cual no significa que una estética no corrija una ética maldiciente y/o viceversa. Por ejemplo, un falso recuerdo puede estar al servicio de la negación, de la censura, y una obra de arte puede ir en contra de la censura que falsea, y en su modo de obrar recuperar la memoria que el olvido guardó sin saberlo.
A pesar de esto no considero que la memoria, en sentido llano, y la obra de arte,coincidan en la potencia de su acto.
- Si bien recuerdo y olvido tienen eficacia subjetiva, la potencia de lo que voy a denominar “Memoria”, es otra.
La Memoria individual y colectiva se encuentra entre lo que se piensa como habiendo sido -el pasado- y lo que se piensa como futuro: lo que puede llegar a ser. La Memoria es presente que entrecruza pasado y porvenir según el intento de elaborar traumas cuyas huellas persisten a pesar del olvido, del negacionismo o de la indiferencia.
“La Memoria es una cuestión de olvidar olvidar”, según definí en el libro Xenofobia, terror y violencia; erótica de la crueldad (p.36), lo que implica la forma en que la memoria adquiere la potencia del acto.
Más adelante precisé el verbo inventado o neologismo: Memoriar (p.37) que : “implica rescatar de la memoria sin velo del trauma, una parcela de Eros… Luego olvidar olvidar supone, una operación del sujeto” que lo transforma y que transforma la historia relatada.
Esta operación transformadora del sujeto y del entorno, que recubre y viste las huellas sangrantes del trauma, adquiere la potencia del Acto.
En algunos casos el acto es la creación abstracta, en otros, la escritura narradora de los sucesos vividos como experiencias traumáticas; tal el caso de Kertész y Wiesel-ambos sobrevivientes de la Shoá-. En otros la militancia por el Nunca Más y la fuerza del testimonio y la transmisión oral, se convierten en fenómenos sobrevivientes, resilientes.
Estos actos tienen en común la expectativa y el anhelo de que, más allá del trauma, sean posibles otras experiencias humanas.
Memoria y Escritura
El arte de la escritura se encuentra muy cerca de nuestra actividad como analistas. En ambos casos la letra, la palabra, convierten al texto en poesía, en metáfora.
Su relación con la Memoria es crucial: no hay testimonio que no recurra a la palabra. Aún un cuadro, una escultura o una partitura reclaman un título, un espacio de palabras.
Lo escrito guarda siempre un lazo con el pasado y con el futuro; algo se borra para siempre y algo adviene para siempre. Esta es la función de la escritura: una memoria parcial de las verdades del ser humano.
Si la Memoria está íntimamente relacionada con la experiencia sobreviviente, la escritura es, en sí misma, una experiencia sobreviviente, de ahí su fuerza y su potencia.
“Llamo sobreviviente no sólo al que escapa a la muerte biológica en medio de una devastación colectiva, sino al que re-arma su mundo simbólico y real después de un accidente psíquico. La experiencia sobreviviente está relacionada con la angustia, el desgarramiento, la soledad y el ostracismo, desenlaces que necesitan de un nuevo enlace del sujeto con el mundo, para no perecer como tal” (p.124).
Ese nuevo lazo con el mundo inscribe una nueva forma de no perecer. Borges ha escrito: “A medida que transcurren los años, todo hombre está obligado a sobrellevar la creciente carga de su memoria. Dos me agobian confundiéndose a veces: la mía y la del otro, incomunicable”.
Justamente lo que entiendo por Memoria:“testimonio de la ausencia de sentido”, da a luz que las catástrofes que el hombre comete contra el otro, su semejante, no sólo son incomprensibles y arbitrarias, sino que carecen de sentido compartido. Debido a esta carencia de sentido compartido es que se suscite -entre los seres humanos- malestar en los casos más leves, o genocidios, torturas y masacres, en los más extremos.
Lacan tiene una expresión: “O peor!” ¿Qué puede haber de peor al sinsentido de la crueldad?
La carencia de sentido de la crueldad, promueve a las víctimas y sobrevivientes a reclamar por un sentido que anude el trauma individual y social a la vida.
Sobrevivir ¿no es acaso conquistar un sobrante de vida? La materialidad imaginaria del acto creador puede consistir en eso: un sobrante de vida entre la muerte simbólica y la muerte real…Hay poema que olvida y hay poema que olvida el olvido. El Poema Universal, en su significado de creación sin tiempo, anuda la extranjería traumática a las experiencias sobrevivientes individuales y colectivas (p.122).
Con estas palabras aludo, en primer lugar, a que Memoria y Arte tienen una función de reparación cuya flecha del tiempo tiene múltiples direcciones. En segundo lugar deseo expresar que sin Poema, -en tanto Poema nombra la creación permanente del ser hablante- no hay modo de sobrevivir.
«De la experiencia sobreviviente quedan hombres, nombres y obras. Las obras sobreviven a los hombres y a sus nombres» (p.125).
En síntesis, la Memoria -ahora como transmisión- y el Arte -como acto de transformación subjetiva- reconstruyen el ligamen entre hombres, nombres e historia.
Bibliografía
Goldstein, M. (2002) – Xenofobia, terror y violencia; erótica de la crueldad. Lugar Editorial; Buenos Aires.