El grito de una generación al Otro: ¡No queremos hijos!

Mirta Goldstein, APA

“No quiero o no queremos hijos, no nos pregunten ni reclamen”. ¿Cómo explicarlo? ¿Es un síntoma generacional, una rebeldía compartida, un alegato colectivo o un fenómeno de desgarro psíquico y emocional?

Obviamente que nos es difícil explicar estas manifestaciones de la subjetividad contemporánea desde una única mirada. En algunos casos será una defensa psicológica ante traumas pasados, por ejemplo, divorcios traumáticos de los padres, violencia doméstica, abandonos; en otros casos es una defensa ante los parámetros culturales actuales que tienden a simplificar situaciones complejas con recursos a veces sintomáticos.

La posibilidad de acceder a la paternidad/maternidad, está íntimamente ligada a la sexuación consciente e inconsciente de cada sujeto. En la salida del Edipo se instala la diferencia sexual y generacional y una reinscripción del narcisismo.  Por lo tanto, las fantasías que se inscribieron como respuesta al encuentro con la sexualidad tanto en la infancia como en la pubertad dejan la masturbación para acompañar la orientación sexual y de género, la elección de objeto y el encuentro entre el objeto de amor y el de deseo.

Es decir, la salida sexual de cada sujeto, sea cual fuera su sexo asumido, es compleja y de ninguna manera unidireccional. A ella se suma que del Edipo infantil deben quedar las marcas simbólicas tanto de la diferencia sexual -si predomina la posición masculina o femenina-, como de la diferencia generacional -si el sujeto se encadena a sus antecesores y a sus posibles sucesores-.

Entonces, ¿el grito de no querer hijos, que se hace oír tanto en varones como mujeres, a quien está dirigido? ¿Qué lleva a estos jóvenes a romper con las demandas ancestrales de continuidad de la civilización? ¿Qué relación guarda esta posición con el auge de algunas ortodoxias religiosas y/o con la desesperanza en el futuro?

La privación de la paternidad/maternidad y por ende de la parentalidad, puede ser un síntoma individual, en el sentido del síntoma psicoanalítico causado por la impotencia de resolver la equivocación sexual estructural y constituyente del sujeto, o una salida colectiva a las demandas de las biopolíticas y/o de la moral común.

En ambos casos, el grito generacional de renuncia a la reproducción, se puede leer, desde el psicoanálisis, como la manera de responder a la insuficiencia del Otro cultural y social. 

Freud sostiene, por ejemplo, en el caso Dora, que la salida sexual para la mujer se da o por vía de la identificación al hombre o por la maternidad (tener un hijo del padre) con lo cual también condiciona al hombre a ser demandado a ocupar más el lugar de un padre y menos como encarnadura del deseo de una mujer, o sea, en lugar de ser requerido como deseado, se lo busca como padre. Algo de esto hace síntoma cuando algunas mujeres buscan un donante, pero no una pareja con quien ejercer la parentalidad; prefieren constituir una familia monoparental. 

La posición de Freud ante Dora, obliga a buscar un padre para los hijos del lado de la mujer, y, por otro, darse como padre para los hijos de una mujer, por el lado varón. Si este acople fantasmático “es logrado”, satisface el mandato bíblico de reproducirse sin deseo. 

Por ello Dora rechaza lo que Freud le ofrece: matrimonio e hijos como salida existencial; con esta negativa a sostener lo fálico, Dora se erige como vocera de que el hablante padece de una falla originaria que no tiene la misma salida de elaboración para todo sujeto.

La maternidad no le resuelve a la mujer la cuestión de su propio sexuación, como para el hombre la paternidad no le resuelve la relación al Goce del Otro Sexo o Goce Femenino. Por el contrario, se llega a la asunción simbólica de la parentalidad si se atraviesa la angustia que provoca el encuentro con el objeto deseado.

No parece resultar ecuánime suponer que al hombre le es más fácil resolver su sexuación; muy por el contrario, a veces el exagerado valor fálico que se le otorga, le entorpece la asunción de su sexualidad tanto como lo femenino le resulta intangible, inabordable y enigmático.

Tampoco a la mujer la maternidad le facilita el acceso al Goce Sexual. No olvidemos que para Freud el hijo resulta de una sustitución en la ecuación fálica en la salida del Edipo; se puede salir del Edipo con inscripción de la diferencia sexual, pero sin que la diferencia generacional se haya logrado.

Como síntoma de una generación, la negativa a procrear en ambos sexos constata que existe una equivocación sexual estructural; este síntoma puede ser también, en algunos casos, un modo de estabilizar la heterosexualidad. Por este motivo es frecuente encontrar casos de hombres que cuando ya han criado a sus hijos, deciden concretar su homosexualidad reprimida o no manifestada hasta entonces, disociando la parentalidad de la bisexualidad. 

Bibliografia

  • Freud, S.: Caso Dora. Amorrortu.
  • Goldstein, Mirta: 
    1. El malestar sexual actual, En el libro: Diversidad sexual, Lugar Editorial- APA, Buenos Aire, 2010.
    2. Desafío a la banalización reinante en la época. Revista Psicoanálisis y Hospital, número 31. Año 16, Buenos Aires, mayo de 2007.
    3. El deseo del analista como garante de la continuidad del discurso del analista, de su método y de su vinculación social, Revista de Psicoanálisis de APA, Tomo LXII, Número 4, diciembre, 2005, Argentina.
    4. El porvenir del “Acto Clínico del final de Análisis”, Revista de Psicoanálisis, APA, Tomo LX, N 2, abril –  junio de 2003.
    5. El trauma, el conflicto y lo Real. En LAB ON LINE. Textos de Internet. 2002. Página Web de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas (2002).
    6. Vigencia de paradigmas en lo concerniente al sexo, la sexualidad y la sexuación inconsciente. Libro del XXIX Congreso Interno y XXXIX Symposium: La práctica teórica actual: Inconsciente y sexualidad. APA, octubre de 2001
    7. La dirección irreversible de La cura; Psicoanálisis Complejo, Catálogos, Buenos Aires, 1996.