El inconsciente como mentira verdadera
Por Mirta Goldstein, Psicoanalista, miembro didacta de la APA.
Me gustaría referirme al aporte del psicoanálisis a la cultura y a las ciencias. Se preguntarán… ¿qué tienen que ver estos aportes con la mentira? Varias cosas. Y de niveles distintos. Por un lado muchos han criticado al psicoanálisis como si éste fuese una mentira, una percepción falsa, una fantasía de Freud. Sin embargo los resultados del método psicoanalítico constatan que lo inconsciente es eficaz y puede descifrarse aliviando la angustia.
La pregunta ¿lo inconsciente existe? no tiene sentido si no es durante una cura analítica. La escucha de un analista a lo que relata quien consulta por su dolor psíquico, le da existencia. Por este motivo se parece mucho a la pregunta por la existencia de Dios; ambas llevan a paradojas, laberintos y dilemas. No se responde a ellas en términos de verdad absoluta o de falsedad absoluta ya que solamente la convicción de su eficacia les dan existencia.
Para existir Dios necesita de creyentes y el inconsciente para existir necesita de la función de la escucha del analista desde donde puede llegar a surgir la interpretación. La existencia del inconsciente se demuestra en acto: lapsus, chistes, actos fallidos, olvidos, sueños y queda entonces subordinada a la verdad de la transferencia.
Esto nos lleva a otra pregunta, ¿existe la transferencia? ¿Cuál es su valor de verdad y cual su estatuto real?
La transferencia no es una relación de a dos, aunque hacen falta dos. Hace falta quien suponga a un analista que sabe sobre la verdad del inconsciente, y hace falta un analista que suponga que esa creencia es una ficción verdadera.
¿Es lo mismo ficción que mentira? Depende. Otra vez tenemos que despojarnos de la finalidad de encontrar una confirmación objetiva.
La ficción es una mentira creíble transitoriamente. La mentira es una ficción creíble transitoriamente.
Tanto una como otra pasan al plano sintomático o al plano de la simulación si se cree en ellas de manera permanente y/o fanática. Un niño dice su primera mentira para engañar a sus padres con su ficción creativa, lúdica, imaginaria. Si cree en su mentira y la sostiene pasa a síntoma, si hace uso de ella como daño al otro pasa al nivel del engaño y hasta del delito.
En tanto la palabra engaña, no dice todo lo que quisiera decir, entonces la mentira está implícita en la verdad, decimos mentiras sin darnos cuenta de ello, ya que algo sabemos conscientemente pero no sabemos que decimos de más cada vez que hablamos.
El tímido, que guarda sus palabras, tiene miedo a equivocarse. Teme decir la verdad sin saber que aunque calle, igualmente engaña y/o se equivoca. Este es uno de los tantos síntomas en los cuales ficción y verdad se camuflan.
Para el psicoanálisis hay verdades y no puede alcanzar la dimensión de “toda la verdad”, por ello decimos que la verdad tiene estructura de mentira, algo escapa a ser dicha como totalidad.
En los análisis buscamos la dimensión de verdad para cada sujeto sin por ello sostener esa verdad como certeza.
¿Si no hay certeza, hay mentira? No necesariamente. Hay en todo caso una verdad ficcional, encontramos una ficción que nos remite a una verdad para un sujeto para quien alcanzarla equivale a dejar de lado algún tipo de sufrimiento porque de lo que podemos estar seguros es que quien sufre, lo siente realmente.
La mentira es engaño cuando hay intencionalidad; busca la reprimenda cuando transgrede la Ley Paterna; es necesaria para que el niño desarrolle su pensamiento; es psicopática si está usada como canallada.
En lo social la mentira forma parte de los discursos dominantes; no hay discurso que no haga promesas y éstas solo se pueden corroborar a futuro; por esta razón los discursos engañan, mienten porque nos hacen creer que el futuro es hoy.