La excitación visual y la pornografía
Mirta Goldstein, APA
Nos hemos acostumbrado a asociar ciertas conductas, como el consumo de pornografía, con los varones y más aun con varones sexualmente disfuncionales. Nada más inadecuado que ese prejuicio. Hoy todos los géneros consumen modalidades pornográficas, en las que se incluyen desde las más sutiles hasta las más violentas. Una gran parte de las propagandas televisivas contienen algún rasgo pornográfico si por ello entendemos ciertos ataques a lo íntimo.
La invasión de propagandas con contenidos eróticos, por ejemplo, al romper la intimidad del espacio subjetivo y excitarlo, puede estimular la búsqueda de revistas, sitios web, blogs, etc. de difusión de conductas y elecciones sexuales pornográficas como es el caso del sadomasoquismo que se muestra crudamente en las redes sociales.
Al estar todos expuestos a la excitación de la mirada que el cúmulo de imágenes que recibimos conlleva, la descarga de la misma se vuelve necesaria por algún medio. No todos pueden canalizar sus excitaciones en acciones creativas y/o elaboradas, sino que muchas veces la angustia que la excitación en exceso provoca, lleva a la búsqueda de una satisfacción inmediata. El consumo de pornografía tiene ese rasgo de urgencia y inmediatez por su difusión en las redes.
En lugar de buscarse el contacto con el cuerpo del otro, la imagen adquiere la fuerza de lo pasional.
Sexualidad y violencia en el mostrar y en el mirar, y, principalmente en el actuar, se relacionan con las fantasías inconscientes tanto femeninas como masculinas las que se hallan en los fundamentos inconscientes de los géneros sexuados.
Por otra parte para muchas personas el mirar pornografía les estimula el deseo, mientras otros la utilizan para sexo sin el otro. Las chats eróticos, por ejemplo, amplían el espacio de intimidad y a la vez lo vulneran. Por esta duplicidad en su funcionamiento es que no se pueden calificar ni juzgar sino entender caso por caso.
No se trata de criticar las prácticas sino saber a qué responden y no creo que el aumento del consumo de pornografía se deba a una cuestión de perversión generalizada sino más bien a que la caída de los tabúes en la cultura occidental sigue produciendo efectos, entre ellos se encuentra el estímulo al exceso visual, por eso que el uso de imágenes pornográficas se ha convertido hoy en una moda.
No podemos avizorar si se encontrará algún otro modo de resolución y descarga de la excitación, solo sabemos que el recurso a lo pornográfico es actualmente habitual. Habitual no significa normal ni anormal, solo implica considerar a la pornografía y su consumo, como una respuesta posible a la excitación y la angustia.
Por otra parte, el concepto de pornográfico no se refiere solo a lo sexual, sino justamente a ese exceso que rompiendo los límites establecidos de la intimidad, incomoda, hiere la mirada y puede, en el peor de los casos, llegar hasta excesos extremos de violencia como puede serlo el tatuaje en su sentido de tortura y discriminación. Marcar al otro de modo disruptivo y violento, es hacerlo visible de manera exultante, humillante y hasta pornográfica; eso fue lo que ocurrió con el tatuaje de números en los brazos de los judíos, realizados por el nazismo.
Otro modo de ruptura de la intimidad que puede lindar lo pornográfico por la exposición de lo privado, es el juego que presenta la película Perfectos Desconocidos en la cual varias parejas amigas se reúnen a cenar y a recibir a la nueva novia de uno de ellos quien finalmente llega solo. La cena se desarrolla con las charlas triviales y pseudo íntimas hasta que alguien plantea un juego: dejar en alta voz los celulares y todos escuchar las llamadas y mensajes recibidos.
Es noche de eclipse de luna y el juego se desarrolla durante el ocultamiento del astro. Mágicamente todos quedan expuestos a los efectos del eclipse y en el juego se descubren traiciones, infidelidades, rivalidades, vidas paralelas. Los otros amores de cada uno de ellos, mantenidos en secreto por su correlato de traición e infidelidad, salen a la luz.
¿Son los ocultamientos mentiras? ¿A quién ofenden los secretos descubiertos? El juego tiene la fuerza de lo prohibido, de la pasión, de lo que no se puede controlar, y, es por eso, que al exponer lo íntimo en lo público se convierte en pornográfico.
Cuando el eclipse termina y con él su encantamiento, todo vuelve a la normalidad. El dolor que trajo consigo el eclipse, porque eran secretos que ofendían lo visto y escuchado y traicionaban los pactos, quedó cubierto por el manto de la fragilidad humana y quizás del perdón.
Este film nos pone sobre aviso que habitamos un ethos pornográfico. Subimos al colectivo y escuchamos las conversaciones que mantienen los otros pasajeros en sus celulares. El cuerpo del otro se ha extendido robóticamente a través de los aparatos. En este sentido se ha modificado la concepción del cuerpo: ¿qué es un cuerpo sin celular? ¿Cuál es el límite del cuerpo propio y del otro si éstos se extienden más allá de la piel?
Habitamos un nuevo paradigma en lo que respecta a lo íntimo y a lo pornográfico, a lo privado y lo público, a lo erótico y a lo revulsivo, y, por lo tanto, una nueva incertidumbre.