Parecen dibujos…
Marta Lago, APA
“Parecen dibujos, pero dentro de las letras están las voces”
Mía Couto, Trilogía de Mozambique
La hipótesis de este trabajo propone que el trauma del analfabetismo, puede llevar a un sujeto a la indiferencia frente al sufrimiento humano, ambos, el analfabetismo y la indiferencia, son fenómenos sociales con causas y consecuencia que escapan al sentido, que duele y molesta.
Nací a mediados del siglo pasado rodeada de la radio y de los libros que creía eran relatados y escritos para mí.
Durante mi infancia no tuve quien me contara cuentos a la noche antes de dormir, pero mis padres se preocupaban de comprarme los libros de la colección de Robin Hood. Aprendí a leer sola sentada en los primeros escalones de una escalera de mi casa. Leía en voz alta y me sentía como el único espectador en una sala de teatro.
Los libros fueron para mí como esas puertas que se abren en las películas fantásticas, y llevan a mundos desconocidos de hadas y monstruos. Amé, lloré, me enojé, peleé… con Heidi y Peter, La cabaña del tío Tom, Los tres mosqueteros.
He crecido, pero sigo manteniendo una relación narcisista con los libros. Cuando un relato me invade, y su lluvia de palabras caen sobre mí, yo segura e íntima, continúo sintiendo que soy la única lectora que ese autor estaba buscando.
Leer es un ritual que implica gestos, posturas, objetos, movimientos y modulaciones, podemos decir que es un íntimo ceremonial que rodea el inicio de una apasionante aventura.
“Tenía tanta necesidad de leer que empezó a mendigar libros”13
Me fascina imaginar los momentos descriptos en El lector, por Bernhard Schlink. La historia dividida en tres partes está relatada por el personaje principal, Michael Berg. La acción transcurre en Alemania en tres momentos distintos de la segunda mitad del siglo XX.
En la primera parte, año 1958, Michael enferma de ictericia y es cuidado por Hanna durante tres meses. Después de su enfermedad, Michael comienza a visitarla asiduamente, iniciando así una relación sexual. Antes de tener relaciones, cuando él intenta besarla, ella retira su cara y le pide que lea algo. Los encuentros eróticos incluían siempre la lectura. Durante media hora, antes de la ducha, el sexo y el reposo, él va relatando las aventuras de Ulises en La Odisea. A lo largo de los meses él leyó los libros de Schiller, Tolstoi, Goethe, Dickens, y así ese chico de voz insegura aprende las habilidades del narrador. Un día Hanna desparece sin dejar rastro ni dar explicaciones. Durante años él no puede ver un libro sin pensar en Hanna
En la segunda parte, Michael estudia derecho y acude junto a sus compañeros de estudio a un juicio contra los criminales de guerra nazis. Un grupo de mujeres estaban siendo juzgadas por dejar que trescientas mujeres judías fallecieran en un incendio. Para sorpresa de Michael, Hanna, era una de las acusadas. Durante el juicio se supo que obligaba a las prisioneras débiles o enfermas a leer en voz alta antes de enviarlas a las cámaras de gas. Por ciertas evidencias se descubre que Hanna era “analfabeta”. El autor nos relata la historia de una joven campesina, sin educación, que se embriaga con el poder en un campo de concentración.
En la tercera parte, Michael, casado y divorciado con una hija decide grabar para Hanna lecturas de Chejov, Kafka, Fontaine. Ella aprende a leer y escribir en la cárcel y le envía cartas a Michael quien las rechaza. En 1984 cumple su condena de 18 años, pero el día anterior a su salida, se suicida. Deja sus ahorros a la única sobreviviente del incendio, pero Michael decide donarlo a una institución judía que lucha contra el ANALFABETISMO.
Trauma, analfabetismo y crueldad
Los personajes de la novela, atrapados en sus laberintos de amor, culpa, y espanto, al resguardo en las lecturas en voz alta, buscaron algo de paz, cura y absolución.
No vamos analizar las significaciones sociales, y subjetivas que tuvo el Holocausto en cuanto a la muerte de millones de judíos y otros que eran consideradas excluidos sociales.
Vamos a pensar en la relación que hay entre analfabetismo, trauma y crueldad.
Hubo alguien, ya nunca averiguaremos quién, un sabio anónimo que se atrevió a atrapar la huella de las infinitas palabras con sólo veintidós simples dibujos.14
Esta frase nos lleva al mítico pasaje de la oralidad a la escritura. El alfabeto fue un intruso en la vida social porque se leían los relatos en voz alta y las versiones escritas eran sólo un seguro contra el olvido.
La adquisición de la lectoescritura es un proceso que implica poner en juego teorías sexuales y teorías físicas infantiles, es decir que es un sutil entrelazamiento entre el Conocimiento (la episteme) y el Saber (o del deseo) de un sujeto que se constituye por operaciones lógicas y estructurales en el universo de los discursos de sus progenitores que a su vez, están sujetos a estructuras lingüísticas e histórico sociales.
Hanna no tuvo un lápiz entre los dedos, no lo pudo sujetar firmemente para domesticarlo, no lo pudo apretar con fuerza para que no se escape, no pudo su lengua seguir el desplazamiento de la mano: la barriguita de la b, el inexplicable palito de la t, y la manito de la m. No conoció ese día en que se trenzan todas las letras y como por arte de magia aparece la primera palabra.
La escritura constituye un rito iniciático que nos da el pasaje al mundo de los adultos, miles de puertas que se abren cuando leemos, y mundos que se cruzan para hacernos sentir madres, esposas, amigas, hermanas, amantes; para amar, para odiar, para matar, para reír y para llorar.
Hanna no pudo construir una trama vincular con la escritura que le hubiera permitido sujetarse de un lápiz integrador entre la voz y la letra. Esa carencia de lectura y palabra escrita pudo haber generado en ella una disociación entre el amor que le generaban los libros y la indiferencia horrorosa ante la muerte en los campos de concentración.
El psicoanálisis no distingue entre la realidad psíquica y la realidad social porque como lo afirma J. A. Miller, la realidad psíquica es la realidad social y cada sujeto hace una invención individual para hacerse parte de un lazo social. Podemos pensar que el analfabetismo de Hanna, por su condición traumática, pudo haber hecho un quiebre del lazo social, generando una disociación defensiva entre el amor a los libros y la indiferencia hacia los otros.
¿Qué sucede cuando aprendemos a leer y escribir?
Cuando un sujeto reconstruye un conocimiento socialmente compartido como la lectoescritura, se constituye como sujeto epistémico y como sujeto de deseo. Las vicisitudes que jalonan la constitución del psiquismo y la variabilidad de los efectos de la realidad producen diferentes “estar en el mundo”, algunos sujetos van de la mano de la mano de la represión, otros de la renegación y otros de la forclusión. ¿Qué sucedió con Hanna? Podemos pensar que Hanna obturó la hiancia que dejó el quiebre de esa unidad cuerpo e inteligencia con la indiferencia ante el sufrimiento humano. Nos queda preguntarnos por la salida laboral que ella elije al ser oficial de los campos de concentración donde la subjetividad era exterminada sistemáticamente. Hanna al ser privada de la alfabetización quedó atrapada en los campos de la oralidad y buscó que otros le cuenten su historia. No podía odiar porque el odio tiene respuestas que ella no podía dar, sólo logró crear pura indiferencia.
Para finalizar…
Así como las palabras escritas eran voces mudas sin significado, así eran para Hanna las voces de los desterrados de los campos de concentración, y sólo pudo escuchar lo que ellos leían de los libros.
Nadie rebaje a lágrima o reproche
Jorge Luis Borges
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.
Gracias a mi maestra de primer grado que me enseñó a leer y escribir.
Bibliografía
- De Lajonquiere, Leandro: De Piaget a Freud, Nueva Visión, Buenos Aires, 1992.
- Vallejo, Irene: El infinito en un junco, Siruela, Madrid, 2019.
- Schlink, Bernhard: El lector, Barcelona.