Psicoanálisis a vuelo de pájaro: su importancia histórica, su lugar en la ciencia, su valor terapéutico

José Treszezamsky, APA

A 80 años del fallecimiento de Freud nos encontramos con una ciencia en plena expansión. Muchas veces esa expansión se hace al costo de algunos conceptos básicos sin los cuales ya no debería llamarse psicoanálisis y da lugar a confusiones que por un lado desmerecen a esta nueva ciencia y por otro le atribuyen logros que no son sus pretensiones.

La llamada crisis del psicoanálisis responde a varios factores: una fuerte presión médico-famacéutica que busca a través de las píldoras de la felicidad alejarse de todo sufrimiento y no pensar en los problemas. Asimismo las instituciones de difusión psicoanalítica se han diseminado por todas partes y eso da la impresión de que hay menos inscriptos cuando lo que ocurre es que hay mucha más gente formándose en distintos lugares.

Un factor que aleja a la gente del intento de elegir la vía psicoanalítica para resolver sus conflictos internos es que promete el encuentro con los infiernos ocultos. Habría que aclarar: cuando necesitamos tratamiento ya estamos en un infierno, el objetivo del análisis no es revolver los excrementos del alma humana sino rescatar los tesoros escondidos por los conflictos que fueron ffragmentándonos desde la infancia hasta la madurez.

¿Quién debiera psicoanalizarse? No todos. Aquellos que suponen que hay algo en su vida que los lleva a repetir ciertas situaciones, conductas, inhibiciones, síntomas; hay algo personal implicado en todo eso que se le escapa de las manos. No es la búsqueda de la eliminación del síntoma: a veces para ese objetivo se puede tomar un camino mucho más corto: la fe, el descanso, el cambio de situación, incluso un psicofármaco, etc. Si una persona con insomnio sólo quiere dormir hay métodos directos de lograrlo. Pero si esa persona percibe que está involucrado de algún modo que no percibe bien, si quiere resolver ese insomnio de raíz y dominar los factores que lo han provocado, en eso no hay nada que sustituya al psicoanálisis. No estamos desmereciendo cualquier otro tipo de enfoque del problema, sólo estamos diciendo que cuando el paciente, quizá ya cansado de ensayar otros métodos, quiere entender qué es lo que le pasa y quiere resolverlo, la ÚNICA vía es el tratamiento psicoanalítico.

Espera entonces un trabajo de colaboración entre paciente y analista que no tiene garantía de duración, que paradójicamente transcurre mejor y produce mejor cuando el paciente está mejor, que no responde a la imagen caricaturesca del diván, los cincuenta minutos y el silencio del analista. Pero tampoco tiene los límites de lo pretendido inicialmente: a lo largo del tratamiento se descubren conflictos latentes que se van resolviendo y se logran resultados que no se habían esperado.

Freud usó mucho la metáfora de la arqueología: buscamos cosas que han desaparecido de la superficie, encontramos fragmentos, tratamos de reconstruir la pieza original, descubrimos que en el mismo tratamiento están presentes esas escenas olvidadas, a medida que las encontramos le dan nuevo sentido a los sentimientos y conductas de la vida actual y el paciente se hace más dueño de su vida. El analista, como el arqueólogo, no pone los restos antiguos: encuentra fragmentos y supone cómo eran las piezas enteras. No le damos a un paciente lo que no tiene. Lo ayudamos a ser feliz lo que no quiere decir que esté todo el día contento, no. Ser feliz es llegar a ser lo que se quiso ser, al encontrar el rumbo perdido en el olvido. La realización de un sueño infantil puede costar sangre, sudor y lágrimas pero esa es la felicidad: a pesar de que uno llegue lleno de heridas y cicatrices. Podemos sospechar que son más felices las personas que lloran ante los triunfos conseguidos que las que los toman como expresión lógica del esfuerzo y capacidad. Si lloran en esas circunstancias es que recuerdan todas las barreras que tuvieron que atravesar para llegar a la meta.

El trabajo del analista al interpretar no se reduce a la traducción de un lenguaje consciente al inconsciente, ese sólo es un paso, pero el definitivo es construir con esas traducciones unas escenas que son las que rigen la vida de las personas sin que nos demos cuenta de ellas. Y la escena la tenemos delante de nuestros ojos en cada sesión pero hay que descubrirla. Ese es el trabajo fundamental del análisis. Estas escenas son determinantes desde hace muchos años en la vida de las personas y no están a la vista. Debemos tener muy claro que los recuerdos infantiles que podemos narrar en un tratamiento por más penosos que sean no son los determinantes de las neurosis. El olvido es fundamental y eso olvidado retorna como síntomas neuróticos.

El psicoanálisis ha sido cuestionado desde sus orígenes y todos los años aparecen revistas que anuncian su muerte: eso desde hace 120 años. Se cuestiona su valor científico y que su objeto es una teoría. Es bueno recordar que toda ciencia es una teoría que trata de explicar fenómenos de la naturaleza, una teoría que cambia continuamente, y además que el inconsciente es tan invisible como el electrón, ¿alguien ha visto uno? Sólo es una teoría y sin embargo mucho funciona gracias a esa teoría.

Con respecto a las pruebas de su existencia, disponemos de una desde el comienzo de las investigaciones de Freud y es la sugestión posthipnótica: a una persona bajo hipnosis se le da una orden a ejecutar luego de despertarse del trance, y cuando lo hace y lleva a cabo la acción no tiene modo de explicar su motivo que fue un mandato bajo el estado hipnótico. Presenciar estos experimentos seguramente dejaron en Freud una fuerte marca.

Quiero recordar en este momento que los institutos de psicoanálisis se fundaron para cumplir una función social: la cantidad de personas afectadas por la Primera Guerra Mundial llevó a los psicoanalistas berlineses y vieneses a crear instituciones de formación de psicoanalistas para responder a las demandas de salud mental. Eran instituciones que hicieron que los tratamientos psicoanalíticos estuvieran al alcance de todos.

La APA desde sus comienzos tiene esa marca: la difusión de la formación psicoanalítica y que sus aplicaciones lleguen a la mayor cantidad posible de personas.