Secretos de una vida conyugal: el matrimonio entre Literatura y Psicoanálisis

Osvaldo Canosa, APA

Hablar de literatura y psicoanálisis no es nada nuevo. Hasta parecería trillado si no fuera por el tenaz empecinamiento de algunos escritores y algunos psicoanalistas en renovar el tema una y otra vez. Por eso aquí estamos, nuevamente. Hablando de lo que nos apasiona.

Veremos si lo podemos vislumbrar.

Literatura y Psicoanálisis nacen casi de la misma rama, por decirlo de alguna manera. Lo que conocemos hoy por Literatura, es decir, la particular relación entre el lector y la obra, articulada por la presencia cada vez más relevante del autor, es la idea que surge a partir del Siglo XVII, pero, también emerge ese trastrocamiento propio de la edad moderna que se infiltra en lo que conocemos por literatura: ella comienza a hablar de sí misma. Ya entrado el siglo XIX, el giro hacia la autorreferencia es muy nítido y propicio para la emergencia del Psicoanálisis.

Se suele considerar al Quijote de Cervantes como el puntapié inicial de la literatura moderna. Y justamente el Quijote fue la primer gran lectura de Freud que lo llevó a estudiar castellano y luego a identificarlo como el gran paciente neurótico. Primer aporte de la literatura al Psicoanálisis. Luego vendrán otras obras que sirvieron a Freud para seguir avanzando en su teoría.

Por lo demás, trataré de compartir con ustedes el modo en que tradicionalmente el psicoanálisis se ha enlazado, comprometido, liado pasionalmente con la literatura.

Dejo de lado explícitamente, los intentos de algunos psicoanalistas de querer incrustarse impropiamente en la intimidad del autor de una obra suponiendo con ingenuidad que autor y obra, no solo se pertenecen, sino que se corresponden. Imaginar que una obra de arte es la vía regia al inconsciente del autor es una tentación muy grande. Creo que eso solo es factible desde nuestra condición de simples lectores. Y para que no supongan que estoy inventando de puro inventor, me apoyo en Borges, como otras veces nos apoyamos en Freud o Lacan.

“Este es mi postulado –dice Borges en “El Tamaño de mi esperanza” (1926)– toda literatura es autobiográfica, finalmente. Todo es poético en cuanto nos confiesa un destino, en cuanto nos da una vislumbre de él. (…) lo que afirmo es nuestra codicia de almas, de destinos, de idiosincrasias, codicia sabedora de lo que busca que, si las vidas fabulosas no le dan abasto, indaga amorosamente la del autor”

El autor, más que un potencial e ideal paciente, vale que sea nuestro socio, nuestro compañero de ruta a la hora de querer describir, descifrar las maravillas de la mente.

Me gustaría destacar, entonces, algunos posibles maridajes entre psicoanalista y autor que, tal vez, prometan más conjunciones amorosas.

Una es cuando el psicoanalista aprovecha la pluma inspirada del autor para demostrar y corroborar la eficacia de su teoría. Freud lo hizo varias veces, solo recordar el magnífico uso de obras de Shakespeare, Hoffman, Jensen…

También hay otros modos de visualizar la relación entre Literatura y Psicoanálisis. La llamada Literatura Aplicada al Psicoanálisis. ¿Qué le puede aportar la Literatura al Psicoanálisis?, se pregunta Pierre Bayard (Bayard, 2003)

Voy a destacar sólo un par de aspectos entre tantos.

Primero. Hay una larga lista de autores de literatura que nos muestran, en sus personajes y en la estructura del relato, que la frondosa comarca de lo inconsciente no es tan inconsciente; sus personajes y el narrador presentan bastante conciencia de lo que hacen, de lo que les sucede; pero también de su fatalidad, siendo ésta, la fatalidad, la cualidad de lo inconsciente más implacable.

Segundo. En general a los literatos les queda chica la tópica freudiana de “yo-ello-superyo”. Ellos suelen ver, sentir, comprobar varios yoes, múltiples, complementarios y contradictorios yoes.

Un ejemplo de ello es Fernando Pessoa.

Viven en nosotros innúmeros;
si pienso o siento, ignoro
quien es qué piensa o siente.
Soy tan sólo el lugar
donde se siente o piensa.

Tengo más almas que una.
Hay más yoes que yo mismo.
No obstante, existo
indiferente a todos.
Los hago callar: yo hablo.

Los impulsos cruzados
de cuanto siento o no siento
disputan en quien soy.
Los ignoro. Nada dictan
a quien me sé: yo escribo.

Pessoa, 2015

Por qué limitarnos a un solo yo. Está el yo que habla, el yo que escribe, el yo que escucha, el yo que narra. Por eso decía hace un rato que tiene poco de analítico suponer que la obra de arte pertenece a un yo, a un autor. La obra resulta más que un autor. Lo abarca y lo incluye en un ámbito más amplio. El ámbito del arte, de la literatura, de las artes plásticas, de la música… y también del psicoanálisis cuando compromete su lectura y su escucha con el arte.

Por último, una breve mención a otro aporte de la Literatura al Psicoanálisis. Se trata de los recuerdos. Estos son como la levadura para una masa, le dan volumen, textura y un sabor muy particular. Sin ellos no habría psicoanálisis y, tal vez, tampoco literatura y menos aún cultura.

Los escritores se manejan con los recuerdos con una libertad envidiada. Los administran con naturalidad por una línea de tiempo que puede llegar, sin ir más lejos, a los cien años… de soledad. Recuerdos que ni siquiera se conocían entre sí y el narrador los presenta a partir del ritmo de lo narrado. Eso sí, son recuerdos solidarios y ayudan a comprenderse prestándose sentidos e imágenes.

Entonces, me acordé de Felisberto Hernández, quien en “El Caballo perdido” (Hernández, 2010) comentaba acerca de los recuerdos que resulta muy solidario con lo que acabamos de comentar:

“Entonces, cuando me dispuse a volver sobre aquellos mismos recuerdos me encontré con muchas cosas extrañas. La mayor parte de ellas no habían ocurrido en aquellos tiempos de Celina, sino ahora, hace poco, mientras recordaba, mientras escribía y mientras me llegaban las relaciones oscuras o no comprendidas del todo, entre los hechos que ocurrieron en aquellos tiempos y los que ocurrieron después, en todos los años que seguí viviendo. No acertaba a reconocerme del todo a mí mismo, no sabía bien qué movimientos temperamentales parecidos había en aquellos hechos y los que se produjeron después; si entre unos y otros había algo equivalente; si unos y otros no serían disfraces de un mismo misterio.

Por eso es que ahora intentaré relatar lo que me ocurría hace poco tiempo, mientras recordaba aquel pasado”

Por todo esto, creo que no existe posibilidad del Psicoanálisis sin la Literatura.

Referencias Bibliográficas

  • Bayard, P (2009) ¿Se puede aplicar la Literatura al Psicoanálisis? Buenos Aires. Paidós.
  • Borges, J.L. (1926) El tamaño de mi esperanza. Buenos Aires. (1993). Seix Barral. Pág. 128.
  • Hernández, F. (2010) Cuentos selectos, seleccionados por G. Lespada. Buenos Aires. Corregidor. Pág. 48.
  • Pessoa, F. (2015) Poesía VII. Los poemas de Ricardo Reis Abada, Madrid, 2015 (traducción de Juan Barja y Juana Inarejos) Odas II, 157, vs. 1-7, p. 259.