Sexualidades y praxis psicoanalítica, hoy
Oscar A. Paulucci, APA
El Psicoanálisis es hoy, más que nunca, una práctica fundamental para la constitución y el despliegue de una subjetividad deseante, en tiempos de una cultura con predominio de una objetivación y medicalización creciente del padecer humano. Época donde avanza el imperativo superyoico de goce, con rechazo de la castración en la búsqueda de encontrar una satisfacción plena, ilusoria e imposible.
En ese contexto y frente a los cuestionamientos e interrogantes que se plantean al Psicoanálisis desde campos disímiles, como las teorías de género, las respuestas médico-quirúrgicas ante las diversidades sexuales y los modos de declaración y legalización de género, se hace necesario ordenar la problemática desde nuestro campo para favorecer la circulación y discusión de ideas.
-La diversidad y la complejidad de la sexualidad humana es algo que el Psicoanálisis nos ha enseñado desde sus albores, tanto en los desarrollos freudianos como post-freudianos. El psicoanálisis apuesta a la singularidad y a intentar en el análisis sucesivas reescrituras en la repetición, al modo de la carta 52 a Fliess, que ayuden al sujeto a producir una diferencia en la repetición, brindándole un margen mayor de libertad con respecto a sus modos singulares de goce sostenidos por la fantasía inconsciente.
-La clínica psicoanalítica, es una clínica bajo transferencia. Es decir, si no hay transferencia analítica no hay posibilidad de operación interpretativa, tal como se evidencia en la afirmación de Freud con respecto a la “Joven homosexual”, “las interpretaciones resbalaban como el agua sobre las plumas de un pato”, en lo que llamó un tratamiento por encargo.
-El Psicoanálisis, no se propone de ninguna manera una normativización psicológica hetero u homo normativa. Y por supuesto, el límite del analista es que el sujeto en análisis se haga cargo de si quiere lo que desea, límite que implica que dicha asunción corresponde a él y no al analista.
-Desde la experiencia y la teoría psicoanalítica se hace necesario diferenciar la posición sexual inconsciente, carácter y actitudes sexuales de la elección de objeto, tal como Freud lo plantea en la “Joven homosexual”. Ambos pueden seguir caminos divergentes; así, en la película ‘Mi familia’, dirigida por Lisa Cholodenko, historia de una pareja de mujeres en la que no hay simetría en los posicionamientos subjetivos, una asume un carácter femenino y la otra, viril. Mientras que el erotismo es convocado cuando ambas miran películas porno gay. La complejidad en relación a la posición sexuada y la elección de objeto se evidencia cuando uno de los personajes centrales, encarnado por Julianne Moore, se ve interpelada por la aparición deseante del padre biológico de ambos hijos de la pareja. Finalmente, la pareja se re estabiliza por vía del amor y la institución: “The kids are all right”, es el título del film en inglés. Se cuestionan así las afirmaciones taxativas, es lesbiana o es gay, como identidad cerrada y definitiva. Es sumamente riesgoso cuando un analista adjudica al analizante los significantes homo u heterosexual, que lo identifican de tal modo que lo clausure.
Cuando Lacan desarrolla su lectura del caso Juanito, ubica a éste como heterosexual no viril, separando la actitud sexual o posición sexuada femenina de la elección de objeto, frecuentemente verificado en nuestra experiencia.
-Retomo la afirmación de Freud sobre la imposibilidad para el Psicoanálisis de esclarecer la esencia de aquello que convencionalmente se llama masculino o femenino, siendo la oposición activo-pasivo totalmente insatisfactoria.
Lacan afirma que “- hombre y mujer son significantes”, no hay una esencia hombre o mujer, no hay seguridad en el campo neurótico, precisamente la pregunta histérica es ¿soy hombre o mujer? La certeza del transexual, lo aproxima a la certeza del psicótico, como podemos leer en el caso Schreber.
-La sexuación humana depende de las vicisitudes particulares y singulares de una relación entre el orden simbólico, vehiculizado por el lenguaje y un cuerpo. Orden simbólico que el psicoanálisis organiza en torno a operaciones claves en la constitución subjetiva que Freud llamó Complejo de Edipo y de castración y que determinan dos cosas: la producción de un sujeto como neurótico, psicótico o perverso, y una posición sexuada inconsciente.
-Una noción que se hace necesario precisar es la de falo en el campo del Psicoanálisis, ya que ha dado -y da- lugar a muchas polémicas y equívocos tanto intra como interdisciplinarios.
Podemos afirmar que el falo no es el pene; en el texto del historial de “El hombre de los lobos”, Freud escribe “el falo es un concepto inconsciente, el de lo pequeño separable del cuerpo y que permite múltiples sustituciones”, sustituciones que nombra en otro texto como equivalencias simbólicas: pene, heces, dinero, regalo. Para Lacan el falo es un significante, aquel que designa en su conjunto los efectos de significación; a veces lo nombra como significante del deseo o como significante del goce, es un operador simbólico,
-Si leemos a Freud en “El tabú de la virginidad” y en “El motivo de la elección de cofre” entre otros textos, podemos trascender sus propias afirmaciones sobre la resolución del posicionamiento femenino por la vía de la maternidad. En el primero ubica lo femenino como heterós, ajeno y hostil para la mujer misma, trascendiendo la lógica falo-castración. En “El motivo de la elección de cofre” lo femenino queda ubicado del lado de aquello sin brillo, el plomo, vinculado con el silencio y la muerte. Así, lo femenino queda ligado a lo irrepresentable, tal como la muerte para el inconsciente.
En ulteriores desarrollos, Lacan ubica en cada ser parlante un lado hombre y un lado mujer, más allá del sexo biológico. El lado hombre queda ligado a lo universal, al todo, al conjunto de los hombres y al goce fálico, mientras que del lado mujer se plantea como no-toda sujetada al orden fálico. Así conceptualiza un goce suplementario femenino no sometido al límite del goce fálico. Lo femenino como Otredad radical, para las mujeres también. En uno de sus últimos escritos, el Atolondradicho, Lacan llama heterosexual a todo aquél que ama a las mujeres. El insoportable encuentro con lo heterós es uno de los motivos de repudio a lo femenino en el hombre bajo la forma de la agresión o la necesidad de presencia fálica del partenaire ocupando el pene del otro el lugar de fetiche.
En el film “La ley del deseo” de Almodóvar, en una de las escenas sexuales entre dos hombres el pene erecto del penetrado representa ese fetiche, el pene del otro como condición absoluta del deseo. En “Tangerine”, película filmada en el ambiente trans de Los Ángeles, un taxista armenio que frecuentaba los travestis de la zona, en un encuentro con un supuesto travesti desconocido, descubre que es una mujer, lo que le despierta un rechazo y una furia feroz, la insulta y agrede físicamente.
-En “Cuerpos que importan”, Judith Butler plantea sus hipótesis sobre el falo lesbiano, dice “hay simbolización -del falo- con otras partes del cuerpo o con otras cosas”, describiendo la homosexualidad femenina en una lógica alternante de desear ser o tener el falo en la que no conceptualiza lo femenino más allá de la lógica falocéntrica, sin apuntar a lo heterós, que liga lo femenino a lo irrepresentable, más allá de dicha lógica fálica.
Finalmente, haré una breve referencia clínica y a la aplicación en un caso, de la “Ley de identidad de género”.
-En una supervisión, un colega me plantea muy angustiado la consulta de una chica que viene travestida, vestida de varón; relata que tiene novia y que ama a las mujeres pero desde una posición viril y que quiere que la ayude a operarse. El analista no sabía como orientarse en relación a esa demanda. Trabajamos sobre la necesidad de permitir un despliegue de la historización de esa aparente certeza de ser varón, desde la que surgía la demanda de ser operada quirúrgicamente. Se pudo ir construyendo una trama en la que únicamente había tenido un lugar como varón para el deseo del padre, despliegue que en los sucesivos relatos bajo transferencia permitió que la analizante pueda pasar de esa aparente certeza de ser varón a la pregunta: ¿soy hombre o mujer?
-Hace un tiempo se hizo público el caso de una madre que designó con el género femenino, unilateralmente, a partir de su propio registro a uno de sus dos hijos varones mellizos, afirmando que uno “quería ser nena y se vestía como tal”. Nos convoca como analistas a tomar una posición: creo necesaria la apertura a una escucha psicoanalítica, que medie en esta adjudicación de género otorgado en función del registro -¿deseo?- materno en un niño de seis años.
Concluyendo, Freud plantea que hay un desarreglo estructural en la sexualidad humana y en el encuentro con el otro, ya sea homo o heterosexual, siempre se expresa algo de dicho desfasaje; Lacan afirma que no hay relación-proporción sexual, que se puede expresar como la no complementariedad entre uno y Otro sexo, operando el amor como suplencia de esa relación que no se inscribe. El psicoanálisis ayuda a inscribir dicha imposibilidad para hacer posible un encuentro contingente con el otro.