Sobre abismos culturales

Alice Becker Lewkowicz (Porto Alegre – SPPA)

Hablar de psicoanálisis y cultura puede asumir diferentes vértices.

Tal vez estemos más habituados a las relaciones entre psicoanálisis y cultura en lo que ésta nos brinda a través de sus manifestaciones artísticas. Sin embargo, me gustaría plantear la relación entre psicoanálisis y cultura desde el vértice que se relaciona a la cultura social donde el psicoanálisis está inmerso y, más específicamente, en lo que se refiere a la cultura social de América Latina

Constituidos por una mezcla de negros, indios y blancos en cierta medida somos todos “impuros”. ¿Logramos aprovechar lo que tenemos de más genuino de nuestras experiencias culturales latinoamericanas tan ricas y diversificadas realizando una antropofagia sostenible?

Frente a la realidad social de la mayoría de los países latinoamericanos, donde la desigualdad social es responsable de abismos infranqueables para una gran mayoría de la población, ¿Cómo se han posicionado nuestras teorías y prácticas? ¿Cómo han enfrentado nuestras instituciones?

Aunque en teoría nuestras instituciones psicoanalíticas deban transmitir el reconocimiento de nuestra participación en el mundo en que vivimos, en la comunidad en la cual estamos insertos y en la realidad que nos rodea –en su ejercicio también a “cielo abierto”– esto no es lo que se constata en la práctica.

Estudiando más profundamente esta tendencia, de que toda organización humana tiene que definir y describir cuáles son sus representantes,pari passu también tiene que definir cuáles son sus representantes abyectos, aquellos que ponen en riego los límites, la unidad y constancia de la organización, sea la organización de un sujeto en sí, del propio estado, de una escuela o del psicoanálisis mismo.

Magda G. Khouri y Oswaldo F. Leite Netto (2016, p. 94) afirman que:

abyecto es lo que no goza del status de sujeto, que puede amenazar identidades, sistemas, órdenes. Límites y reglas no son respetados por el abyecto. Por lo tanto, los espacios que ocupa son los ilegítimos, los inhabitables, los sin importancia. No tiene el status de la alteridad. Sencillamente no puede existir y no hace sentido. Son las excepciones en determinada cultura que se piensa universal. En nuestro entorno los negros, homosexuales, transexuales, villeros, sin techo, inmigrantes en general, estarían en esta categoría de abyectos.

El psicoanálisis, lejos de ser una propuesta explicativa o normativa, es un campo en el que se toma en consideración lo raro, lo extraño que nos habita, generando trabajo psíquico que, a su vez, amplía el repertorio psíquico del sujeto. Y, al transitar en diferentes territorios, el psicoanalista es convocado a crear formas de trabajar que sean compatibles con la realidad encontrada, que, por cierto, es un movimiento totalmente alineado al método psicoanalítico, que es la constante búsqueda del sentido en cada situación vivida.

Como psicoanalistas ¿estamos verdaderamente involucrados en navegar aguas nunca antes conocidas?

En esta gestión de la IPA, bajo la presidencia de la Dra. Virginia Ungar, se ha creado un espacio amplio de estímulo al trabajo en esta interacción entre el psicoanálisis y lo social: IPA en la Comunidad, que se subdivide en comités que tratan sobre temas de educación, violencia, salud mental y acciones humanitarias entre otros.

Tal vez este tipo de propuesta institucional provoque movimientos que nos acerquen a estos abismos sociales en el sentido de lo que propone Tania Fonseca (2019) en su texto La Psicología en Tiempos Extremos:

Sería actuar según cierto entusiasmo de una vida – salvaje y libre -, aún no encerrada en el calabozo de los sentidos y de las representaciones vigentes; actuar a contratiempo, a contrapelo, en la contramano, visualizando en el presente elementos anacrónicos y otros que piden paso y mayor intensificación para que se hagan existentes. Tornarse abogado defensor de existencias mínimas, concederles el paso y la intensificación de potencias, conferirles realidad y actualización, llevar a cabo su instauración legítima en el mundo de las existencias concretas. Producir conocimiento como un modo de encuentro, como un choque que fuerza a pensar, como un afecto que derrite el hielo que se está formando en las orillas de los cuerpos.

Podríamos también decir que en esta relación entre el psicoanálisis y la desigualdad social en América Latina, las instituciones psicoanalíticas podrían ejercer su función como las luciérnagas que, en el decir de Didi-Huberman «aunque casi tocando el suelo, aunque emitiendo una luz muy frágil, aunque se desplace lentamente, ¿no dibujan las luciérnagas, rigurosamente hablando, una constelación?”

En otras palabras, tratar de conocer mejor los abismos sin pretensión de superarlos o pasarles por arriba, sino con intención de conocer, coexistir y tal vez promover una escucha específica a las diferentes lógicas que rigen las relaciones entre los sujetos de los diversos rincones de este continente, tan lleno de posibilidades, pero tan maltratado por la historia en sus últimos quinientos años.