Cruel- mente
Any Krieger, APA
Ocurrió apenas comenzaba el año, en un hospital de Austria. Asel Tamga fue el primer nacimiento de 2018 en ese país, una nena, hija de padres musulmanes. La prensa, como suele pasar en estos casos, se hizo eco de la feliz noticia que pronto se convirtió en una avalancha de xenofobia. La foto de la niña en brazos de su madre, junto a su papá y las dos médicas que asistieron ese parto, congeló la sonrisa. Naime y Alper, los padres, nunca imaginaron el daño de haber posado con su beba para la foto.
La imagen desató una ola de insultos xenófobos que se multiplicaron en los portales de noticias y en las redes sociales. “Deporten a esa basura”, “que se muera ya”, “cuando tenga 18 años será una terrorista”, fueron algunas de las manifestaciones. Una nueva dimensión del odio que ataca a un recién nacido.
Vale recordar que Austria está gobernada por una coalición de conservadores y ultraderechistas neonazis – con declaraciones racistas, antisemitas e islamófobas – que llegó al poder con propuestas legales para impedir el ingreso de inmigrantes y refugiados al país.
Este caso me impulsó a pensar el fanatismo como anudamiento entre la crueldad y el ideal.
«Es probablemente cierto que los mayores crímenes de la historia, en número y crueldad, no se han realizado esgrimiendo motivos egoístas sino en nombre de los más altos ideales «(Federico Javaloy, 1984).
La historia ha conocido al fanático y promotor de la persecución más sangrienta: Hitler. En su libro Mein Kamf sostuvo que el porvenir de un movimiento depende del fanatismo y que la grandeza de cualquier organización activa reside en el espíritu de religioso fanatismo e intolerancia. Apela a la creencia fanática y el derecho de emplear las armas, aún las más brutales.
Javaloy se pregunta por qué la crueldad extrema ha sido tantas veces protagonizada por el fanatismo, por qué han sido las personas idealistas las que más sangre han vertido.
Diversos autores señalan que los idealistas y justicieros más radicales y crueles no tienen motivaciones personales e insisten en que luchan por los ideales del grupo ( Coser, 1956).
Tal convicción de que se lucha desinteresadamente por una causa grande es la clave de la conducta despiadada del fanático.
Freud y la crueldad
Según Freud, “habría una innata inclinación del hombre hacia lo malo, a la agresión, a la destrucción y con ello también, a la crueldad. En torno a esto, girarían distintas representaciones del mal, que cumplirían una función económica de descarga” (Freud, 1930, p.61).
En efecto, Freud inscribe lo malo en la serie de la Agresión, la Destrucción y la Crueldad. Y si la inclinación del ser humano hacia lo malo es innata, entonces deducimos que no es un producto de la educación o la experiencia del sujeto.
El psicoanálisis enseña que “la esencia más profunda del hombre consiste en emociones pulsionales; de naturaleza elemental, ellas son del mismo tipo en todos los Hombres y tienen por meta la satisfacción de ciertas necesidades originarias” (Freud, 1915, 282-283).
Esas pulsiones están presentes aún en aquellos sujetos en los que parece no figurar la crueldad. Sin embargo, si logramos entender los mecanismos culturales y psíquicos detrás de la crueldad, sería posible pensar en articulaciones que eviten su eterno retorno.
Por otro lado, sabemos que la crueldad, como componente de la pulsión sexual, está ceñida entre la pulsión de dominio y la ausencia de compasión ante el dolor del Otro. Esto implica que “la crueldad no radica tanto en la búsqueda de causar dolor sino en el avance de la pulsión de dominio sobre el Otro sin reconocer su dolor”.
Pero, ¿qué es lo malo para Freud? En “El malestar en la cultura” define: “Lo malo es, en un comienzo, aquello por lo cual uno es amenazado con la pérdida de amor; y es preciso evitarlo por la angustia frente a esta pérdida.” (Freud, 1930, p120).
No hablamos de lo malo como algo establecido en la tradición de una comunidad sino que estamos frente a aquello que produce la pérdida de amor que lleva a la desorganización de esa comunidad. ¿Cómo se articula lo malo con la crueldad? Precisamente, en que la característica de la pulsión que avanza sin compasión por el Otro supone una amenaza hacia el amor. Y la identificación que enlaza a la comunidad desaparece en la crueldad.
Freud y el ideal
Es interesante abordar el ideal desde la perspectiva que analizamos en el punto anterior, acerca de cómo se articula la crueldad en el seno de una comunidad.
Por definición, el ideal del Yo es la “instancia de la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del yo) y de las identificaciones con los padres, con sus sustitutos y con los ideales colectivos. Como instancia diferenciada, el ideal del yo constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse”.
En “Introducción al narcisismo”, Freud postula que el ideal del yo viene a ocupar un lugar sustituto del narcisismo infantil perdido. Este concepto fue reelaborado por él mismo en su análisis sobre los líderes, los ídolos, las figuras carismáticas o las relaciones de dependencia, establecidas, por ejemplo, con un hipnotizador o en los enamoramientos “ciegos” y dependientes. Y es en su obra “Psicología de las masas y análisis del yo” , que el ideal del yo queda definido en tanto las funciones que existen en las relaciones de sumisión y dependencia, sea al líder, al ídolo, a la persona, al dirigente político, religioso, etc. Así, la sumisión al líder o al hipnotizador es posible porque esta persona “otra” se ha “inscrito” en el espacio psíquico del ideal del yo.
Crueldad + ideal = fanatismo
J.A.Miller plantea la caída de los ideales como signo de la época. Hemos visto cómo el sujeto se constituye a partir de identificaciones que toma como referencia. Entonces, hay que analizar y descifrar el sentido del síntoma que provoca esta caída de identificaciones. Hoy, esa caída de ideales implicaría que el goce queda desligado del Otro. El ideal actual es “lo que queda del ideal cuando todo desaparece, es decir el ideal sin resto, el ideal sin sistema, desparejado, deshermanado”.
Pensamos entonces que este recorrido es un pasaporte al fanatismo y sus síntomas: el terrorismo y la segregación.
No podemos decir que no existen ideales sino que éstos se están multiplicado y encuentran sus referencias en distintos significantes – amo. Es decir, no están unificados ni conforman un universal o un sistema. Y esto es el alimento para las actuales “grietas” que se verifican en las sociedades actuales, cargadas de fanatismo.
En otras palabras, al caer el ideal que sostenía la figura paterna lo que queda es puro goce pulsional que es lo más animal del ser humano. Porque esa figura del padre era quien sostenía los ideales de la Revolución Francesa, que marcó el inicio de la Edad Contemporánea y que sentó las bases de la democracia moderna, con el lema libertad, igualdad, fraternidad que representaron a aquella revolución. Lo que queda entonces revelado es el ideal anudado a la crueldad que se expresa a través de los fanatismos.
Hoy estamos ante lo más salvaje de lo humano, como quedó demostrado en el ataque xenófobo que recibió la recién nacida Asel Tamga, en Austria.