El hechizo fanático

Dra. Alegre Romano, APA

Podemos pensar en términos de personas fanáticas, o con aspectos fanáticos o momentos fanáticos. Ciertas personas son llamadas así por su modo de expresarse, algo dado al observador, con grados de sectarismo e intransigencia en las modalidades de sostener su pensar. Y si bien sostienen y defienden ideas, éstas no dan cuenta de ser transitadas o concursadas con otras en un devenir con la movilidad propia de la condición psíquica, sino parecen una estación, una posición tomada y sostenida con exageración, y defendidas desde una emocionalidad comprometida, desmesurada y ejercida con una pertinaz defensa. Punto de arribo que sólo acepta un recorrido y deja de lado otras ideas menospreciables. Descripción que da cuenta de una forma de producción del pensamiento con una tenacidad que no admite matices ni cambios, usada para confrontar y batirse con otro, lo que le da un tinte persecutorio.

Como dijimos, no parece estar en ejercicio del pensar con lo que implica de movimiento, dudas y deslizamiento de ideas para enlazar y crear un nuevo pensamiento, por el contrario, aquel con el que pretende debatir –cuestión que no resulta tal– es repelido de plano, y sus ideas suelen ser bastardeadas y prontamente etiquetadas, el fanático rápidamente ubica a su interlocutor en un lugar, lo acorrala y desprecia, mientras él parece poseído por ideas muy determinadas y se muestra gozoso de esa postura como meta a sostener y proclamar. A través de su discurrir produce un reforzamiento permanente de su discurso, un redoblar la apuesta, no aloja dudas y guarda cierta relación con la fijeza de ideas. Un decir de frases armadas de tono recitativo y tonalidad orgullosa de sostener ese armado y su cumplimiento.

Es una estereotipia no pasible de diálogo auténtico y reducida a una modalidad de defensa y ataque, ya que en la interlocución define los lugares, éste eres tú, este soy yo. Debe defender su relación con su aspecto fanático de modo tal que parece cercar y blindar su constelación sosteniéndola a rajatablas y para ello pone en juego la discriminación sujeto –objeto, yo– otro. En cuanto a tonalidad se da a ver en su virulencia en el apasionado decir, ¿puede ser inferido como irrupción pasional revestida de intelectualidad o teorización? ¿Su emocionalidad pertenece a su discurso o lo trasvasa? Más allá de lo visible la discriminación yo-otro es precaria y requiere trabajo de construcción.

Formato pasional con tintes de prosternación que tienen su correlato social en el totalitarismo. Se hace presente la dominación e inoculación, trata de aferrar e imponer a otros por motivos sociales o para un bien común, con la meta de doblegar sentimientos egoístas y promoverlo en otros, con cierto rasgo épico, orgulloso y a la búsqueda de ensalzamiento.

El fanatismo arroja una vivencia de verosimilitud junto a un estado emocional que lo enciende, a diferencia del transcurrir simbólico que promueve dudas y sentimientos de falta e insatisfacción junto al de una desteñida emocionalidad, mientras, le aporta certeza y un dejar de estar a la deriva de su propio pensar evanescente e insatisfactorio por la misma movilidad y condición simbólica. Va en busca de satisfacción y certeza, en parte la encuentra en la idea fanática con carga pasional, y la compañía de aquellos que sostienen de igual forma su misma creencia, –cuestión más que interesante–, ya que tanto la política como las religiones tienen seguidores en el mundo entero y con ellos comparte su creencia mitigadora de su sentimiento de desamparo e indefensión, y unido con otros peregrinos del mundo, su pequeñez por desamparo la transforma en algo grande y heroico, trabaja con otros para transformar el mundo haciéndose admirar-admirando.

Sostiene un estado de vigilancia- custodia, estado de alerta permanente para que su Ideal no se vea amenazado, –mientras–, parece rendirle permanente tributo para sostener lo Uno, cree haber conseguido la respuesta y estar en posesión de la verdad, en tanto, justifica y se convalida desde su refugio aferrando el sentimiento de invulnerabilidad en la búsqueda de partenaires absolutos y satisfacciones máximas, solo sostenidos por la renuencia al examen de realidad.

¿El fanatismo es una forma de alienación en el Otro? Alienado–gozoso, cumple con el Otro de manera incondicional y gozosa, como un niño cumple con sus padres y espera su recompensa, ser amado por ellos sentirse orgulloso y hacerlo sentir, en tanto ahora es amado por su representante el Ideal que lo hace vivirse poderoso porque cuenta con su mirada atenta y su viva voz. Ínsito al fanatismo es cierta agresividad oral, da por tierra con todo lo que no forme parte de esa postura con búsqueda de unificación del pensamiento con la aspiración de que todos sostengan lo mismo, –expresión de dominio,– aquello a lo que se debe llegar o lo que la sociedad requiere, y si la obediencia al Ideal no alcanza ofrece su sacrificio y se acredita el ajeno.

Pensamos en la imposibilidad de autonomía-separación con permanencia en la alienación en el Otro y en una relación hipnótica con el Otro. El fanático mira al semejante como si él mismo fuera el Ideal ungido y el otro alguien a alcanzarlo imposibilitado e inhabilitado para hacerlo. Cooptado por el ideal y con la creencia de haberlo capturado, camina con exaltación de su auto-estima, la grandiosidad del Ideal se ha apoderado de él y él lo porta, no aspira a, es; no obstante las funciones de juicio, auto-observación, formación reactiva de lo pulsional propias del Ideal claudican junto al examen de realidad.

Sí comparte con otros un mismo Ideal a menudo social con los que transita los polvorientos caminos de la vida, doblega entre tanto los sentimientos egoístas en sociales y los publicita mientras depende excesivamente de la admiración y estima ajenas y no puede construir aquella ligada a la experiencia. El Ideal como heredero del narcisismo goza de las perfecciones y delirios de grandeza del narcisismo original (yo ideal), conjeturamos que el fanatismo es una forma de resolución en la que cree alcanzar una vivencia de perfección y grandeza visible y audible en su posicionamiento. A veces protectora de las necesidades de otros desde una resolución discursiva, en tanto si observamos la modalidad encontramos incluso desvalorización a la que somete al otro, no coherente con su propio discurrir, es su propio aspecto escindido ubicado en un exterior.

Destacamos los residuos de la sexualidad infantil, estos hacen pie en su dificultad para tramitar con un interlocutor, funciona en ese aspecto fanático con un hacer auto-erótico.

Bibliografía:

  • Freud, S.: El yo y el ello