Las palabras simples de la muerte

Alegre Romano-Cataife, APA

Recorrer “Diario de duelo” de Roland Barthes, es acceder a los pensamientos, afectos, aflicciones que lo acompañaron por dos años luego de la muerte de su madre, reflexiones registradas desde el día siguiente de su muerte; fueron tomadas del fichero del autor, y lo denominó “taller de frases”. Quizás como se lee en el prólogo “una hipótesis de un libro deseado por él.”

7 de diciembre

“Las palabras simples de la muerte”.

Las palabras (simples) de la Muerte:

– “¡Es imposible!”
– “¿Por qué, por qué”?
– “Para siempre”
Etc.”

Palabras, palabras que no llegan a articular una frase, Roland Barthes, nos cita a un encuentro con la interrogación y la interjección, entre ambas y con ambas salimos al recibo de lo siempre sabido y no posible de entender.

Si bien la muerte tiene una nominación, no obstante, esa palabra la usamos lo menos posible, nuestro lenguaje cotidiano está impregnado de interjecciones y palabras que la merodean. La curiosidad enigmática del “¿Porqué, por qué?” tanto como la idea de lo “imposible” y la de “para siempre”, bordea lo paradójico, no hay un para siempre en la vida, para siempre es la muerte huérfana de palabras.

Y el “¿por qué? por qué?” interpelación que al no encontrar lo que busca insiste.

Otra frase

“Duelo
RTP II, 769
La madre después de la muerte de la abuela
…»esa incomprensible contradicción del recuerdo y de la nada”

“Marcel Proust, À la recherche d’un temps perdu, Librería Gallimard”.

Es una descripción de lo que experimenta en el duelo expresado como contradicción entre la presencia sostenida y refulgente de los recuerdos del muerto (sobreinvestidura) con la nada de su existencia, que se opone a lo que ha sido la vida –en este caso con su madre–, el lugar de lo perceptual su presencia física sus olores sus climas, no necesitado del recuerdo por estar presente.

27 de octubre

“Todo el mundo conjetura —– así lo siento — el grado de intensidad de un duelo. Pero imposible (signos irrisorios, contradictorios) medir hasta qué punto alguien ha sido alcanzado.”

La captación del dolor ajeno resulta inasible en su magnitud, mientras el duelante se experimenta herido, desfalleciente ¿qué manifestaciones pueden dar cuenta de él si lo visible resulta irrelevante? Texto que convoca a pensar sobre la variedad emocional de los duelos, el duelo maníaco, el duelo no elaborado, el duelo congelado son vicisitudes de este alcance.

27 de octubre

—-“¡Nunca jamás, nunca jamás!”
—–“Y sin embargo, contradicción: ese nunca jamás nunca no es eterno, ya que tú mismo morirás un día.”
“Nunca jamás“, sostenimiento de la ilusión de inmortalidad, mientras se precipita su caída como idea de muerte personal.

29 de diciembre de 1977

“Lo indescriptible de mi duelo viene de que no lo histerizo: malestar continuo muy particular”.

Acepta lo que siente sin transformarlo ni alejarlo, desea vivirlo tal como lo experimenta, tiempo en que al dolor se lo valora, dado que habitualmente nos alejamos de la intensidad dolorosa, no lo rehúye lo ampara junto al muerto. Doble protección, del dolor y del muerto.

18 de agosto de 1978

“¿Por qué ya no soporto viajar? ¿Por qué quiero todo el tiempo, como un niño perdido, “volver a mi casa” — donde sin embargo mamá ya no está?”

Seguir “hablando” con mamá (la palabra compartida siendo la presencia) no se hace en discurso interior (yo nunca “hablé” con ella), sino un modo de vida: intento seguir viviendo cotidianamente según sus valores: reencontrar un poco los alimentos que ella hacía haciéndolos yo mismo, mantener su orden doméstico, esa alianza de la ética y de la estética que era su manera incomparable de vivir, de hacer lo cotidiano. Pero esta “personalidad” de lo empírico doméstico no es posible de viaje —- ni es posible más que en mi casa. Viajar es separarme de ella —- más todavía ahora cuando ya no está —-cuando ya no es sino lo más íntimo de lo cotidiano.”

La muerte de la madre vivida como desamparo aun siendo adulto, alude a los temores primarios de perder a la madre temer su desaparición, fantasías incaducables lo habitan en consonancia con otras posteriores. La necesidad de su presencia física, cómo llenar el hueco dejado por ella y cómo hacerlo con ella misma, se conforta no incrementando el sentimiento de distancia.

No tengo a mi madre, aunque sí puedo tener sus olores a comida, no pensados como sustitutos metonímicos sino como metáfora de la vida en común; no se trata de -interioridad de pensamientos- dice el autor, sino de una ética y una estética, que configuran un modo de vida. Revaloriza la vida de su madre como lo “empírico doméstico.” Interesante para el armado de lo que se denomina la “tradición familiar”, lo que se recrea más que lo hablado, es lo vivido, lo cotidiano como cuadro visual soporte de la mirada. En ella descubre una ética y una estética, y decide su sostenimiento eligiendo su continuidad. ¿Identificación? o la rebalsa.

1 de abril de 1978

“De hecho, en el fondo, siempre esto: como si estuviese como muerto.”

Sensación de perder partes propias vividas o enlazadas al muerto, ambos “mueren”, desvitalización. Intimidad de dos, y a la muerte de uno el sentimiento de dos que mueren, así continúan un trayecto común en un tiempo en suspenso. Quizás, habiendo transitado el deseo de ser su acompañante vivo, siguen juntos un trecho más en lo muerto hasta poder dejarse.

31 de octubre

“Acuidad nueva, extraña, para ver (en la calle) la fealdad o la belleza de la gente”.

Sutileza en la mirada, algo está cambiando….

París 31 de julio de 1978

“Habito mi aflicción (mi dolor) y eso me hace feliz.
Me es insoportable todo lo que me impide habitar mi aflicción.”

Disfruta de su tristeza viviéndola lo más plenamente, es uno de los trayectos del duelo. Forma de monumento anímico al ausente, no se desea huir del dolor ni del muerto sino sólo estar juntos, un momento singular de la vida, en el que no se le rehúye, se lo acepta y valora su permanencia como sentimiento de unión y amor.

¿Cómo pensar esto? Tiempo del atenuamiento de la puja de la tensión intersubjetiva; se es el soporte del otro y de sí mismo mientras se aloja a ambos en el dolor de lo acontecido. La posibilidad de elaboración no dependerá solo de las condiciones intrapsíquicas sino que en éste como en otros aspectos de la vida, los seres significativos que acompañan el proceso hacen a la trama, ya sea acompañando o dificultándola.

Tanto la experiencia de conocimiento como la de desear tienen en común con otras de la vida, la de aspirar a alcanzar algo para lo cual se labora sintiendo que no se alcanza, mezcla de displacer y placer, urdir para alcanzar; aunque, en esta frase el autor expresa que no quiere más que lo que siente y que quiere lo que siente. Viviendo su aflicción alcanza también un sentimiento de felicidad. Tristeza sin otro anhelo, plenitud de la congoja, guarda algún parecer con el sentimiento de felicidad, momento en que el sentimiento de bienestar se difumina y se permanece en él sin aspirar a otra cosa.

15 de noviembre

Hay un tiempo que la muerte es un acontecimiento, un a-ventura y con ese derecho moviliza, interés, tiende, activa, tetaniza. Y luego un día, ya no es un acontecimiento sino otra duración, amontonada, insignificante, no narrada, gris, sin recurso: duelo verdadero insusceptible de una dialéctica.

Roland Barthes, describe la muerte como acontecimiento productora de distintos movimientos, activadora, tiende, moviliza; luego describe un segundo momento que denomina duelo verdadero, de duración distinta al primero, con dificultad de discurso, no alcanza el lenguaje ni la imaginación para dar cuenta de lo acontecido- aconteciendo. Desgarrón transitable si se consiente el anidamiento de lo inasimilable.

1 de mayo de 1978

“Pensar, saber que mamá está muerta para siempre, (“completamente” que sólo se puede pensar haciéndose violencia… que yo también moriré para siempre y completamente.

Hay pues en el duelo… ( ) una domesticación radical y nueva de la muerte; pues, antes sólo era saber prestado (torpe venido de los otros)ahora es mi saber.”…

La muerte de la madre trae violencia a su psiquismo, al pensar, no preparado para recibirlo aunque haya sido anticipado. ¿Dolor por la mortalidad de ambos? y eso mismo vivido como violencia, dos que mueren en un duelo. Sabiendo de la muerte como préstamo simbólico camina al de apropiación de lo no deseado, dolor por lo apropiable no deseado y real. Domesticación nueva y radical de la muerte- así lo enuncia el autor-, ella amansa, cuanto que solo en el duelo se transita junto al muerto algo de la propia mortalidad; luego se huirá nuevamente de ella, re-creando el par presencia- ausencia, en la que ambos, lo simbólico y lo real se opacan y transparentan.

2 de noviembre

“Lo asombroso de estas notas: un sujeto devastado que es presa de la presencia de espíritu”.

Es obvio – dice Lacan -que el objeto resulta entonces tener una existencia tanto más absoluta cuanto que ya no corresponde a nada que exista.

En tanto a la devastación por el agujero vivido por la pérdida, se le impone una presencia de espíritu, aquello mismo que se pierde, devastación por ausencia real- intrusión, que lo apresa con otra imposición, sentirse inundado.

Casa
21 de abril de 1978
Duelo

“Pensamiento de la muerte de mamá: bruscas y fugitivas vacilaciones, fadings muy breves, tomas punzantes y sin embargo como vacías, cuya esencia es: la certidumbre de lo Definitivo”.

Tiempos y sensaciones van y vienen, mientras lo Definitivo es presencia lacerante.

25 de octubre de 1978
La jornada en Urt

Urt, la casa vacía, el cementerio la tumba nueva (demasiado alta, demasiado masiva para ella, al final tan menuda), mi corazón no se relaja; estoy como seco, sin el bienestar de una intimidad. Este simbolismo del aniversario no me aporta nada”.

El autor anuda duelo a intimidad separándolos de aniversario. Mientras anhela intimidad con su madre como experiencia de singularidad vivida en lo cotidiano en lo “empírico doméstico”, desestima la importancia del aniversario, no es el simbolismo lo que lo reconforta con su pálida coloratura, sino las emociones que manan de los cuerpos viviendo en las estaciones del deseo.

La muerte de un ser significativo es conmocionante aun cuando las condiciones anímicas sean las mejores en un sujeto, la pérdida definitiva del otro desborda la secuencia presencia- ausencia ya largamente transitada en lo simbólico. El duelo es una reacción a la pérdida, manifestada como dolor psíquico, lleva a una sobreinvestidura de la añoranza del objeto perdido,- que aconteció en la realidad-, la imposibilidad de satisfacerla moviliza una vivencia de desvalimiento capaz de amortiguarse en parte cuando la añoranza se mitiga.

Forma de suspenso creador de condiciones para la interrogación, por fuera de la presencia determinante del otro en lo que atañe a sensorialidad, a sus deseos e intrusiones; caldero para el espesor psíquico, la simbolización, el establecimiento de nuevas relaciones de pensamiento. El aprés – coup, recurso psíquico que altera y reorganiza las secuencias vividas, alcanza eficacia para la producción de nuevas significaciones, abre a nuevas relaciones del pensar productora de transformaciones psíquicas. Tiempo suspendido, destronamiento de la ilusión de inmortalidad mientras el a-posteriori labora.

El proceso de duelo no está solo en función de la pérdida del objeto actual sino de lo que se vivió con él, y refiere al objeto perdido. Dos que alojaron sus deseos, disimetría, ni paralelos ni simétricos, asimetría de los deseos y simetría aparente de las presencias y ausencias. Sin embargo lo conmocionante no parece detenerse allí, algo más ocurre, el pasado se torna movimiento tramitado por el a-posteriori, que lleva a la sorpresa y extrañamiento, mientras el futuro es la ventana abierta a la muerte.

Lacan refiere a la falta instituyente, lo que nos constituye inexorablemente, el requerimiento del otro y de su propio deseo en la relación con el que sobrevivió, y si el duelo primero operó. Para Freud, nacemos con una conformación biológica que se habilita lentamente, el desamparo inicial, esta condición humana por excelencia requiere alojamiento y disponibilidad de tiempo duradero y ambiente estabilizado. Otrora lo real requirió de un fuerte abrazo simbólico, baño simbólico y máxima presencia, en el duelo, si bien lo simbólico no alcanza a dar cuenta de lo real, hay un momento de suspenso, aunque luego, resurge si la pérdida es aceptada, no negada, entonces el trabajo de subjetivación se instala, sobre-investidura y desinvestidura “pieza por pieza” en un tiempo propicio para la resignificación.

A quién se perdió y qué con él, mientras se rastrea qué se fue para él, se mueven varios niveles temporales.

El dolor de existir, la vulnerabilidad, el desvalimiento, el lugar del deseo del otro en la vida, acompañan de manera nítida. La cercanía con un muerto significativo y el sentirse en algún momento muerto junto a él lo ubican como testigo de la finitud inapelable; el duelo termina siempre, es un trayecto de tristeza y protesta por no aceptación transitoria de su pérdida, y roza el objeto perdido; más tarde abre caminos separando al muerto del vivo, y afirmando a éste en su existencia mediante una redistribución de pensamientos y goces.

Avistaje, otra mirada se yergue, revela-descubre claroscuros y nuevas coloraturas, hilvanando la construcción de la finitud, avistaje al encuentro de otros objetos vitales, que harán lugar a una nueva y singular transformación en producción de deseos y realizaciones. Mirar –ser mirado, pensar– ser pensado, importancia del otro no sólo para construir la existencia, sino para sostener, en el interjuego, los lugares desde los que se mira.

La muerte del otro testimonia la finitud, cada comunidad adopta una protocolización- ceremonial social de cómo se transita el límite vital. El duelo es la forma más radical para acercarnos a la muerte, y suele traer una reformulación de la vida propia como de la que se vivió junto al otro, ahora muerto.

30 de octubre

…“ que esta muerte no me destruya por completo, quiere decir que decididamente quiero vivir perdidamente, hasta la locura, y que por lo tanto el miedo de mi propia muerte está ahí, no se ha desplazado ni una pulgada.”