Costumbres amorosas en el siglo XXI

Any Krieger, APA

El vacío que se siente ubica al sujeto contemporáneo en una búsqueda frenética y cuasi adictiva de rituales sexuales que nunca terminan de satisfacer. Es más una descarga impulsiva y compulsiva de una sexualidad, que antes era ubicada como perversa y que hoy podemos llamarla normal, por la generalización que se impone.

La investigación de campo y lectura de notas periodísticas en los distintos medios, la escucha de los casos de consulta y el interés que la sexualidad despierta en el ser humano gestada en este movimiento, me lleva a la premisa que planteo como hipótesis de trabajo. No deberíamos ignorar que aún lejos de saber vivir en esta libertad, desde los comienzos de los años 60 hasta hoy, el sexo se desarrolla entre el incesto y la bisexualidad.

La incorporación de la bisexualidad y el incesto no es una obligación actual, pertenece mucho más a una duda sobre aquella necesidad, tanto del hombre como de la mujer, para determinar su elección sexual. ¿Qué encontramos? que aquel famoso equilibrio de los grises, es decir un intermedio que nos salvaba de los extremos, sobre todo de la homosexualidad, hoy es una exaltación, porque está desarticulada por un debate desordenado sobre el lugar de la virilidad, tanto en la autorreferencia como en el protagonismo de épocas pasadas.

Me pregunto, ¿los modos sexuales tienen que ver con la época histórica y política?

El psicoanálisis ingresó en aspectos de la vida mental que no se expresan, y ahí se produce un descubrimiento en lo que llamamos decisión, o lo que está fuera de la organización primaria corporal. Lo que me ha hecho pensar que el lado femenino y el lado masculino, desde esta propaganda social, ha dejado expresar sin ningún tipo de contención y casi urgentemente, que uno puede desear las dos cosas y que ahora, a diferencia de antes, es mejor probar que tener una relación con el sexo, más respetuosa. Todos conocemos aquella frase tan común que fue “no pruebes, a ver si te gusta”.

La represión en el mecanismo sexual era lo que fundaba la conducta social y sus consecuencias en las relaciones humanas, signando lo permitido y lo desviado.

Está claro, que hemos perdido esa construcción social lejos estoy de criticar lo anterior o de exaltarlo. Es una fase en la vida humana muy compleja entre lo anterior y lo que vivimos, o lo que ya estamos viviendo. Así se neutraliza toda práctica anterior por una siguiente no estandarizada, los vínculos acuden a los desechos heterodoxos para dejar en claro y hacer notar comportamientos polimorfos.

Vivimos en un problema, para decirlo mejor en uno de los momentos más difíciles para encontrar el por qué de los hábitos actuales del hombre y su proyecto sexual, por momentos novedoso, por momentos aburrido, pero siempre sugerente.

¿Estamos en la era posheterosexual?

Hemos narrado lo que parece plantear que la heterosexualidad hoy, está subordinada a principios bisexuales y a diferentes prácticas que en otras épocas fueron ocultadas, no digo que no existieron sino que fueron ocultadas. Ya no hay sexualidad de dos sexos o de un sexo sino una construcción que explica mucho mejor de lo que creemos, la bisexualidad. Lo reprimido y lo que se ha soltado en forma indiscriminada.

La condición edípica fortalecía desde el desvelo de Freud la castración y también la liberación, para poder optar por una sexualidad única. Se suponía en principio fuera de toda perversión, que era la heterosexualidad. Hoy ha dejado de ser un requisito para instalarse en una desarticulación de esta ley naturalmente necesaria.

La homosexualidad en el tiempo de…

La heterosexualidad nos daba proporciones ajustadas a la descendencia, la pareja hombre/mujer instalaba una reglamentación psicológicamente normal y adecuada para vivir institucionalmente (al modo de la familia judeo-cristiana).

Más allá de esta señal ancestral que parecía recortar en este primer proceso dirigido por los hombres mayores, un bienestar que luego se cultivaría no como un antecedente homosexual sino como la senda que aseguraba, luego de esta escena, la posibilidad de haber ingresado a la sexualidad por el primer lugar que no era carnal, tal vez, como referencia concreta o fáctica, sí lo era porque se componía de los ejercicios comunes como penetración y demás, con esto quiero decir que supuestamente no pertenecía a poseer al otro, en verdad podemos decir dentro de la construcción común psicoanalítica, parecía que la identidad no jugaba su única partida, su forma más común, sino que se requería construir un modo que estaba ligado en la Grecia, que no voy a descubrir yo, y que seguramente recorre y ha recorrido todas las implicancias últimas del bien.

Por cierto lo que supuestamente se dice que el inicio organizado de la sexualidad se dio en este modo de construcción, que va a tener una discusión, tal vez la primera discusión concreta dentro de las discusiones filosóficas, a través de Platón en el Banquete que hemos estudiado, diciendo que parece que Aristófanes cuando le toca el turno de hablar en el Banquete, va a decir claramente que hay dos sexos, mujer y hombre, pero un tercer sexo que está en lo andrógino, aquella no separación de los sexos y el autoabastecimiento en un solo cuerpo. Aristófanes parece que nos da la oportunidad de explicarlo de un modo simple, con estos dos sexos, que sin duda en uno abrieron una nueva disposición al bien.

Esta construcción tan antigua como la vida humana, no es la más vieja de todas, porque en las culturas más primarias de Egipto y todas las religiones estaban los servicios, sexuales, la iniciación paterna sobre la mujer, como el gran sentido que esto de alguna manera sigue estando, que el padre es lo más confiable en la vida de un hijo y en la vida de la iniciación de una mujer porque va a ser quien le va a mostrar y demostrar el principio de un auténtico placer porque lo va a hacer supuestamente con el mayor cuidado.

La obediencia a la figura paterna era la obediencia a una relación erótica incestuosa, desde ya, Freud lo va a tomar en cuenta y lo va a relacionar naturalmente con una relación padre e hija, es decir que no se puede romper la cadena edípica y esa sensación magistral fuerte de una hija a ser poseída por su padre incluía necesariamente el incesto. Magistralmente transmitida por Freud en torno a lo que el llamó el fantasma de seducción por un adulto.

Caso Arturo

Arturo, caso ficticio, dice: “… te lo juro, si estuviera desesperado por un hombre no recurriría a esto de vestirme de mujer. La verdad es que no sé por qué deseo ser una mujer, pero sí qué me pasa desde que era niño”.

Como en un cuento de Juan José Hernández, él se deslumbraba mirando a su madre, una madame, y a las demás chicas que se pintaban en uno de los cuartos de una casa larga, con un gran patio. Espiaba cómo se vestían y luego repetía esa pequeña escena, en un cuarto con espejos que luego usarían las damas, a la llegada de los parroquianos. Después de un silencio Arturo me comenta:

“…bueno pero yo tengo un trabajo estable, estoy casado, tengo mi matrimonio, un hijo, si bien mi esposa esto no lo conoce, yo pienso que no huiría”. “… siempre me he sentido muy culpable con todo esto y la verdad es que me parece una falta de respeto hacia mi padre, porque si bien cumplí con su deseo de ser profesional, ser un médico como él, parece, aunque no lo diga y no se hable del tema, que muchas veces cuando estaba estudiando y le pedía dinero, él me hacía limpiar todo su consultorio como una sirvienta, aclarándome, podrás llegar a ser un gran médico pero yo te enseño a ganarte el dinero arrastrándote como hacen las mujeres marginales para ganarse la vida.” “… disculpo a tu madre, aunque me separé, pero ella te tenía desde muy chico como una nena, porque su primer deseo era tener una mujer.”

“Nunca pude contestarle a mi padre, como dije, siempre me siento culpable aunque no soy un puto, sino que soy un homosexual que mantiene cierto refinamiento en lo social”.

Con este ejemplo quiero mostrar las complejidades de la homosexualidad consciente e inconsciente.