Comentario Editorial

Graciela V. Consoli, APA.

Presentamos hoy un nuevo número de nuestra publicación La Época APA Online con un tema muy actual, como suelen ser los que siempre proponemos. En “Abordajes de lo femenino” encontraremos diversos escritos que nos mostrarán cómo lo femenino se ha ido modificando a través del tiempo y de las nuevas pautas culturales.

Abordar lo femenino nos presenta el desafío de revisar desde las concepciones de Freud hasta la actualidad dentro del campo psicoanalítico, además de los aportes que hicieron otras ciencias del conocimiento humano, como la antropología y la sociología entre otras. Nos permite también conocer el pensamiento de las mujeres que han aportado mucho a lo largo de todos estos años de desarrollo del psicoanálisis.

Ya en los tiempos de Freud sus discípulos y especialmente las mujeres dentro de ellos, se atrevieron a polemizar con el maestro respecto a lo que éste opinaba sobre la sexualidad de la mujer, parte del devenir de lo femenino. Josine Müller en 1925 piensa que ya muy temprano la vagina está investida libidinalmente y que es la zona erógena más importante para la niña. El clítoris tiene para esta autora una investidura secundaria. También Karen Horney en «El miedo a la mujer» (1932) dice que el varón también tiene conocimiento de la vagina materna, pero como es pequeño e impotente frente a ella se siente herido en su narcisismo y le proyecta sus deseos agresivos, rechaza entonces su conocimiento de la vagina; la organización fálica resulta entonces secundaria, con la exclusión de la vagina. Dice además que existe la envidia del pene en la niña y en el varón está presente el deseo de tener un hijo.

Habla también de los temores femeninos como frente a la desproporción entre el gran pene del padre y el pequeño órgano de la niña. La menstruación, la desfloración, el parto, el aborto, confirmarían estos temores. O sea que sus miedos tienen que ver con los atentados que sufrirá el interior de su cuerpo. Rechaza sus pulsiones vaginales y las desplaza al clítoris con un objetivo defensivo.

Ya en la segunda mitad del siglo XX Janine Chasseguet – Smirgel dice que luego de todos los obstáculos que la niña debe atravesar para lograr el amor de su padre, más la rivalidad con su madre, no podemos decir que el Complejo de Edipo en la niña no sea también y en la misma medida que en el varón, el núcleo de las neurosis. También es cierto, piensa, que todos hemos nacido de una mujer y parecería que existen muchos deseos de anular este hecho que nos recuerda irremediablemente nuestra condición primitiva de absoluta dependencia.

Joyce Mc Dougall, habla de que la envidia del pene es una parte en el arduo desarrollo de la niña y además también los varones tienen envidia del pene ya que comparándolo con el de su padre, el del niño es un órgano pequeñito. El falo es entonces un «significante fundamental del deseo humano para los niños de ambos sexos». Mientras que para el niño el castigo por la masturbación y los deseos sexuales es fantaseado como castración, para la niña están asociados con la muerte por el temor de los ataques y destrucción de su madre al interior de su cuerpo.

Ya en nuestro medio hubo colegas que también aportaron sus pensamientos sobre este proceso de la mujer, entre ellas Alcira Marian Alizade nos recuerda que el «todo tiene pene» del niño lo lleva a ignorar todo aquello que no confirme esa certeza; ante el temor a la emergencia de lo desconocido es mejor no conocer. Y entonces para que pueda aparecer lo femenino se necesita un trabajo de apertura a lo no conocido y de desalienación. El primer intercambio existente entre la madre y la recién nacida, esa erogenización primaria es fundamental para la sexualidad femenina.

También Raquel Zak de Goldstein nos aporta sus ideas y dice que los caminos del varón y de la niña se separan precozmente. El varón se aparta del cuerpo materno motivado por la sexuación, también disocia y escinde al objeto para repudiar lo vivido en su sexualidad arcaica, manera esta de poder conservar su sexo masculino, y así tener la posibilidad de acceder a la mujer; esto lo logra creando el fetiche, que tiene pasa a tener un carácter de mediador y soporte. El varón crea el fetiche (que no es el fetiche perverso) y la niña va a jugar al señuelo. Con este objeto-señuelo se domina además la angustia primitiva, catastrófica que aparece con el corte del vínculo con la madre.
Naturalmente este repaso de las mujeres que escribieron sobre la sexualidad femenina desde diferentes concepciones es un recorte ya que sería imposible nombrar a todos los que se ocuparon de ello, de ahí nuestro interés para seguir produciendo sobre el tema y ampliarlo a todo lo que significa lo femenino.

Y es así que en esta entrega de nuestra revista tememos variados aportes de colegas mujeres, y también de un hombre, que nos hablarán de sus reflexiones sobre el devenir de lo femenino y de su abordaje. Tenemos los aportes de Sara Arbiser, Amalia Socci, Liliana Denicola, Mirta Goldstein, Haydeé Kohan, Alberto Loschi, Ada Zimmermann y Gabriela Goldstein. En Otras Voces hacemos un pequeño recorrido por grandes poetas, escrito por Graciela Consoli. El bello video del comienzo fue realizado por Gabriela Goldstein.
Esperamos que su lectura les resulte interesante.