Sobre el Incesto y la Pedofilia

Mirta Goldstein, Psicoanalista Miembro Titular de APA

El Incesto como el abuso, transgreden la Ley Simbólica. Nuestra cultura se sostiene en la prohibición del incesto, lo cual equivale a que el niño deja de considerarse un ente, un apéndice del adulto, y pasa a ocupar el lugar de un sujeto de derecho sobre su cuerpo.

Esta idea de sujeto con derecho a la apropiación de su cuerpo, tiene diferentes facetas; para dilucidarlas me parece importante poner en cuestión el dilema que entraña el “abusar” pues puede ser abordado desde la perspectiva del abusado y/o del abusador -quien puede ser un adulto u otro niño si no consideramos al abuso solamente desde su faz genital-.

Entre las distintas formas del abusar de los cuerpos, podemos distinguir -en primera instancia- aquellas que son inmanentes a las acciones de perjuicio del sujeto sobre sí mismo (excesos que ponen en riesgo el cuerpo y/o la vida), y aquellas en las que el cuerpo es violentado por la acción de otro u otros; la tortura y la violación constituyen actos paradigmáticos de este “abusar” del cuerpo del otro.

El abuso sexual de un niño es siempre un incesto por más que haya sido ejecutado por un extraño al seno familiar. Cualquier adulto, bajo la ley simbólica, es responsable sobre el niño y si abusa del mismo, comete incesto por el solo hecho de que el niño no puede no estar en transferencia con un adulto.

La diferencia generacional derivada de la inscripción simbólica del Complejo de Edipo, ubica a cada generación en una cadena de responsabilidad sobre sí y sobre el otro. Un maestro, un confesor, un pariente, son sustitutos parentales en la distribución social de la función paterna. Por consiguiente, el incesto es la forma más común de violencia entre géneros, si concebimos al niño como un género en tanto su cuerpo es sexualizado por el otro y el Otro.

La palabra y la mirada, tocan los cuerpos como pueden hacerlo las manos o los órganos sexuales. Por este motivo desde las fantasías sexuales infantiles palabras, toqueteos y miradas, constituyen el fundamento del fantasma tras el sepultamiento del Edipo, pero desde el punto de vista del abusador conforman medios de seducción y de manipulación.

La pedofilia es consecuente con el Incesto. No hay pedofilia que no se inscriba en el campo del incesto y por ende del abuso sexual y de una fijación al objeto polimorfo perversa.
En síntesis, el abusador infantil es un ejemplo de transgresión de la Ley Simbólica de prohibición del Incesto y el niño abusado está siendo incestuado.